Por Yolanda Gutiérrez
Avenidas icónicas como la Tulum, Yaxchilán y Nader, que durante años tuvieron mucho que ofrecer al turismo con restaurantes, mercados de artesanías y comercios de todo tipo, languidecen y se deterioran a marchas forzadas pese a las remodelaciones de las dos primeras que, lejos de hacerlas más funcionales, las convirtieron en vialidades desoladas poco apetecibles para nuestros visitantes.
La imagen de la zona centro de Cancún es hoy por hoy tan deplorable que desalienta a una buena parte de los visitantes que se hospedan en la zona de playas, en virtud de que son muy pocos los que se animan a conocer las principales calles y avenidas de nuestro destino, convertidas en planchas de concreto.
Hoy por hoy, en el primer cuadro de la ciudad, predominan locales cerrados, grafitis por donde se mire, áreas pobremente iluminadas en los parques interiores, donde no llegaron las luces LED, mercados de artesanías en los que solamente unos cuantos locales permanecen abiertos y una casi nula vigilancia policial, motivo por el cual resulta muy poco o nada atractivo para nuestros visitantes e incluso los pocos que se aventuran a recorrer esta avenida quedan pasmados ante las condiciones de una de las principales arterias, poco digna de un destino de primera clase.
Vendedores ambulantes de alimentos, chicles y cigarros sueltos que se instalan generalmente en las afueras de los supermercados y locales comerciales con letreros de “se vende” o “se renta” marcan la triste pauta que los turistas se ven obligados a contemplar, sin que a lo largo de toda la avenida encuentren una sola patrulla o policía al que dirigirse en caso de ser asaltados por alguno de los malvivientes que opera a plena luz del día con total impunidad.
Los mismos comerciantes que aún sobreviven con sus negocios de diferentes giros son claros al señalar que las ventas apenas dan para comer y aunque todos pusieron sus esperanzas en la remodelación del centro, la realidad es que la economía no se reactiva en la zona.
De hecho, tras la remodelación cerraron conocidos negocios como Ultrafemme, Burger King y, hace aproximadamente un mes, los Bisquets de Obregón en la avenida Náder, que como contrapunto empieza a convertirse en un área de bares parecida a la zona rosa de la Ciudad de México.
“El gobierno no se toca el corazón y no perdona los impuestos; a las autoridades les da lo mismo si las ventas son buenas o no, si los grupos criminales nos cobran por el derecho de piso, ellos sólo quieren que uno esté al día y eso realmente agobia”.
Y la falta de vigilancia efectiva propicia la presencia de rateros de poca monta que solamente esperan la oportunidad para jalar una bolsa y salir corriendo a esconderse entre la maraña de callejuelas y recovecos ubicados detrás de la avenida Tulum, aunque tal y como señaló la empleada de una cocina económica, ya no se ven tantos asaltos como hace unos meses.
Ofrecen también un deprimente aspecto los mercados de artesanías Ki-Huic, Pancho Villa y Plaza Mexicana, otrora populares comercios que el turismo recorría, claras muestras del folclor mexicano y en los que podía encontrarse casi de todo.
Hoy en día solamente permanecen abiertos unos pocos locales sobre la avenida Tulum, mientras que las áreas internas se encuentran en ruinas y apestan a orines.
En las esquinas se apostan individuos, a todas luces narcomenudistas, a la espera de que se acerquen los compradores que buscan de alguna droga que calme sus ansias y el ambiente es tan pesado que incluso los escasos comerciantes que se dedican a la venta de artesanías manifiestan que estos mercados no son espacios precisamente seguros para los turistas, que podrían salir prácticamente con una mano delante y otra detrás, en el mejor de los casos.
Y derivado de la inseguridad son muchos los negocios que no han tenido más remedio que cerrar de manera definitiva, comidos por los altos impuestos, la baja afluencia de turistas e incluso los cobros por el derecho de piso que exigen los grupos criminales.