De la Redacción
Al igual que ocurrió con el Aeropuerto Internacional de Cancún, la zona hotelera se convirtió en un bastión del crimen organizado donde todos los grupos criminales que operan en la ciudad buscan tener el control.
En menos de cuatro años, la zona hotelera pasó de ser un punto de respeto entre criminales, a una zona de disputa que refleja la lucha que mantienen los grupos delictivos para obtener ganancias del narcotráfico, cobro de derecho de piso (extorsión) y la prostitución.
Lo codiciado de esta zona para el crimen organizado es que sus principales “clientes” son los turistas que a diferencia de sus países de origen, en Cancún la droga la encuentran con total facilidad como el pedirle un servicio a un taxista, a los vendedores ambulantes de las playas, con los brazaleteros e incluso, los meseros y hasta la gente de seguridad de las discotecas y los prostíbulos que están distribuidos a un costado del Centro de Convenciones, en pleno “Callejón de los Milagros” y hasta en la parte superior de Plaza Forum.
En todos estos puntos existe un consumo abierto de extranjeros principalmente, aunque también hay nacionales y gente local, aunque en menor medida, pues éstos la consiguen a un precio menor en las regiones.
Los hechos violentos que ya se han presentado en la zona hotelera forman parte de la lucha entre las bandas rivales del crimen organizado que pelean por controlar el espacio más lucrativo para la venta de todo tipo de drogas bajo el amparo de la impunidad y corrupción de las autoridades de los tres órdenes de gobierno.
Algunos comerciantes de esta zona peligrosa han optado por alejarse de ahí una vez que cae la noche y momentos antes de que la música comience a sonar en todas las discotecas, pues la situación es cada vez mucho más tensa en los horarios nocturnos, pues afirman que frente a los policías ya sean de la turística o federal, la venta indiscriminada de drogas es imparable.
De hecho explican que han recibido fuertes amenazas para no delatar a los distribuidores que son identificados, entre ellos, a través de claves y en ese mismo tenor es como solicitan la droga a los distribuidores que se mueven muchas veces en vehículos y sólo se acercan al Party Center, una vez que requieren de más mercancía.
Hasta el 2014, Cancún se había mantenido aislado de una pandemia de violencia que bate récords en el país. Sin embargo, el aislamiento llegó a su fin cuando comenzaron a registrase más de 100 asesinatos por año, relacionados con la delincuencia organizada.
Asimismo, a la violencia extendida en el país, se añade la estratégica ubicación de Cancún: lugar de tránsito, llegada y consumo de una gran parte de la cocaína que pasa por el Caribe.
Con cerca de un millón de habitantes, Cancún es, con Cuba, el principal destino del Caribe y de sus paradisíacas playas sale el 25 por ciento, de todo el dinero que entra en el país por turismo, segunda fuente de ingresos de México, después de las remesas.
Además, bandas criminales mantienen presionados a vendedores ambulantes mediante la extorsión, mejor conocida como “pago de derecho de piso”, con lo cual les permite laborar en las zonas de playa de Cancún, principalmente; los comerciantes saben que no pueden acudir a las autoridades porque incluso serían objeto de ataques contra su familia, en el mejor de los casos optan por cambiar de actividad.
Si bien, no está permitido el comercio ambulante en la zona de playas y zona hotelera, es notorio que las autoridades municipales lo permiten y no hay el mismo trato para quienes se ajustan a los intereses de los grupos criminales como para los que apenas empiezan o no quieren “alinearse”.
Aunque la zona hotelera es en su mayoría de competencia federal, poca es la intervención de las autoridades municipales.