Por Yolanda Gutiérrez
Ninguna autoridad parece tener intención de ocuparse de la proliferación de ambulantes que invaden playas públicas y molestan a los turistas que descansan en los arenales de los centros de hospedaje e incluso hacen acto de presencia en balnearios certificados, especialmente en Delfines, donde ni siquiera son molestados por los inspectores de Zofemat, mucho menos Comercio en Vía Pública.
Esto, a pesar de que en la mayor parte de las playas públicas, especialmente en las certificadas, la misma Zona Federal Marítimo Terrestre tiene instalados sendos avisos en los que se advierte sobre la prohibición del comercio informal.
Nadie hace caso en las playas, donde se pueden encontrar venteros que ofrecen todo tipo de productos, desde las consabidas bolsas de frutas “frescas” hasta kibis, pasando por alpaca, hamacas, lentes de sol, pulseras y collares hechos a mano, cajas de puros y en general todo lo imaginable.
Los ambulantes recorren reiteradamente las playas de extremo a extremo, deteniéndose ante cada turista o local que encuentran en su camino con objeto de ofrecer su mercancía; algunos son tan insistentes que pese a que los bañistas rehúsan adquirir los productos que llevan consigo, se quedan parados delante de la gente por un buen espacio de tiempo, hasta que algunos, solamente por perderles de vista, les compran lo que sea, aunque también se arriesgan a que se les corretee, en ocasiones con no muy demasiado buenos modos.
Y es que los venteros ambulantes generan una pésima imagen en las playas, especialmente de cara a los turistas extranjeros que optan por visitar las públicas y conocer algo más que las instalaciones de sus hoteles.
Pese a lo cual la presencia de inspectores de Zofemat en los balnearios públicos, salvo en las playas certificadas, es prácticamente nula, aunque de poco o nada sirve que se mantengan en los accesos o cerca de los módulos de información si permiten que los ambulantes ingresen con total tranquilidad, intentando a toda costa que los bañistas les compren lo que ofrecen, lográndolo en múltiples ocasiones, especialmente cuando se trata de bolsas de fruta.
Hay playas como Tortugas, Langosta y Gaviota Azul principalmente, en las que los ambulantes se pasean con toda tranquilidad a cualquier hora, especialmente los fines de semana que es cuando hay más bañistas, pero lo grave es que también se les permita trabajar en los balnearios certificados, sobre todo en Delfines, donde igual están en la vía pública que recorren los arenales, sin importarles la presencia de Zofemat que, dicho sea de paso, tampoco les impide ofrecer sus productos a todo el que pase.
Y la impunidad con la que operan se observa especialmente en las playas de los hoteles, donde vendedores ambulantes de todo tipo de productos recorren la costa de arriba abajo e incluso se aproximan a los camastros y sombrillas bajo las cuales descansan los huéspedes alojados en los diferentes centros de hospedaje, sin que sean invitados a retirarse ni siquiera por el personal de seguridad.