Por Yolanda Gutiérrez
Las condiciones climáticas no eran óptimas al cien por ciento para disfrutar de las playas a causa del mal tiempo, traducido en cielo nublado y chubascos esporádicos que se registraron a lo largo de la mañana en diferentes puntos de la zona hotelera, motivo por el que los balnearios públicos recibieron una moderada afluencia de bañistas.
El día acompañaba más para que los turistas permaneciesen en las instalaciones de sus centros de hospedaje, se refugiasen en algún establecimiento o visitasen alguna plaza comercial, en virtud que las lluvias se presentaban en los momentos más inesperados, con mayor incidencia en el sur de la zona hotelera.
También tuvieron muy buena demanda entre los turistas los camiones de la Ruta 2, que abordaban para encaminarse a la ciudad, más concretamente al mercado 28 y Walmart, especialmente los visitantes que se alojan en condominios, departamentos u hoteles en plan europeo con cocineta en los cuartos.
Y las playas del destino, a excepción de Gaviota Azul, en la que se apreció un poco más de movimiento, registraron una regular afluencia de bañistas e inclusive en esta una buena parte de los camastros y sombrillas de los clubes de playa se encontraban desocupados.
Para beneplácito del sector náutico, el puerto permaneció abierto a la navegación menor, aunque no se apreciaron muchas embarcaciones ni en el mar ni en la laguna, mucho menos motos acuáticas, cuya demanda está casi en ceros, según palabras de prestadores de servicios dedicados a la renta de wave runners.
Las siluetas de varios parachutes multicolores se recortaba en un cielo gris que de repente se aclaraba al retirarse momentáneamente las nubes que cubrían el sol.
Tras llevar a cabo un recorrido por diferentes playas públicas de la zona hotelera, se pudo constatar que la presencia de bañistas no era precisamente buena, mucho menos en el agua, donde solo unos pocos turistas y locales chapoteaban entre un oleaje que, sin ser muy elevado, sí lo era un poco más que en días anteriores.
Ni sobre la arena, ni en los camastros y sombrillas que se ponen a la renta en los balnearios públicos, ni en las mesas dispuestas por los restaurantes especializados en pescados y mariscos pero en los que puede encontrarse prácticamente cualquier platillo, solo unas pocas personas consumían alimentos y bebidas adquiridos en los clubes de playa, restaurantes e inclusive en las sombrillas rentadas, donde avispados meseros, además de cobrarles por el uso del mobiliario, les ofrecen un variado menú con la esperanza de que los clientes tengan, si no hambre, al menos ganas de comer alguna cosa ligera.