Por Yolanda Gutiérrez
A pesar de ser considerado un destino turístico de primer nivel, con una zona hotelera integralmente planeada, pensada para ofrecer a nuestros visitantes toda una gama de servicios, la realidad es que el área turística padece prácticamente todos los problemas de cualquier región o colonia popular.
Vendedores ambulantes que además de sus productos llevan otras sustancias prohibidas para comercializar entre los visitantes, taxistas que abusan de los turistas, embarcaciones piratas que ponen en riesgo la integridad física de sus ocupantes, severos trastornos ocasionados por la falta de una vialidad fluida, mientras que el sector empresarial confía en que, de una u otra manera, las cosas puedan cambiar para bien.
A esto se agrega la violencia que se vive en la zona hotelera desde hace algunos años, con ejecuciones e intentos de ejecución a plena luz del día en el área de playas que siembran el pánico entre los turistas y locales que tienen la mala fortuna de encontrarse presentes.
También se perpetran robos a casa habitación y asaltos a negocios, como el suscitado en el área residencial de Pok-Ta-Pok a mediados de enero, cuando delincuentes ingresaron en unas oficinas para, tras amarrar con cinta industrial a una empleada, llevarse 100 mil pesos en efectivo.
La apreciación del sector turístico es que ninguna autoridad parece tener interés en acabar con los tantos problemas que aquejan a la zona hotelera, ni en materia de seguridad ni en lo cotidiano.
En el área de Punta Cancún, la música de las discotecas, especialmente las que abren amplios espacios a la calle, suena a volumen excesivo y hasta altas horas, aunque el sector hotelero confía que al tomar el control de las horas extras el gobierno del estado, los antros cierren más temprano y los turistas que pernoctan en la zona puedan descansar.
Ni qué decir del denso tráfico que se forma en Punta Cancún, no ya en las horas pico o temporada alta, sino prácticamente en ningún momento, carga vehicular que podría aligerarse considerablemente en caso de que, efectivamente, este año arranque la construcción de un puente by pass sobre la laguna.
Otro problema que aqueja a la zona hotelera y que se aprecia con más intensidad en la laguna Bojórquez, es la contaminación del Sistema Lagunar Nichupté, que alcanza altos niveles; objeto de un fallido intento de saneamiento en el año 2012, hoy por hoy ninguna autoridad parece tener interés en su rescate ambiental.
El último proyecto enfocado al saneamiento data de finales del 2013 y fue presentado en “petit comité” por la Conagua y el Instituto Mexicano para el
Tratamiento del Agua (IMTA) a la Comisión de Imagen Urbana de Cancún (CIMUC).
Consistía en un túnel subterráneo que comunicaría el cuerpo lagunar con el mar a la altura de playa Caracol, lo que permitiría una progresiva limpieza del agua, aunque esto no hubiese sido más que el primer paso, puesto que se requiere de un tratamiento integral.
Y todo parece indicar que el proyecto quedó en el más absoluto olvido, entre otros motivos porque la sobre densificación de la zona lo haría, a estas alturas, inviable.