Por Salvador Canto
La comunidad científica del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología de la UNAM, adscrito a la Unidad Académica de Sistemas Arrecifales (UASA) con sede en Puerto Morelos, está haciendo su mayor esfuerzo en cada uno de sus laboratorios para poder detectar qué es lo que está provocando la enfermedad del Síndrome Blanco que está atacando a las comunidades de corales, como de la especie cerebro que ya registra un 90% de mortandad, así como también los efectos que genera a la barrera arrecifal el tema del sargazo.
Así lo explicó la Dra. Patricia E. Thomé Ortiz, investigadora titular y responsable del Laboratorio de microbiología molecular, en entrevista con POR ESTO! de Quintana Roo, donde sostuvo que “los arrecifes están en serio peligro y cualquier esfuerzo que podamos hacer para tratar de mejorar las condiciones, tengan por seguro que lo estamos haciendo”.
Recordó que el ambiente arrecifal se ha ido deteriorando por amenazas globales y locales, pero “no sabemos cómo afecta a los microorganismos que componen a la comunidad y la colonia de un coral, y lo que estudiamos es ver cómo hace el pólipo (invertebrado marino en un periodo de su desarrollo) para regular la presencia de estos organismos y cuando hay un cambio o deterioro ambiental, cómo reaccionan”.
Al abordar el tema del Síndrome Blanco, la Dra. Thomé Ortiz, quien tiene una Licenciatura en biología por la Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco, una Maestría en ciencias del mar (Oceanografía Biológica y Pesquera) por el Colegio de Ciencias y Humanidades de la UNAM, así como un Doctorado en biología por la Universidad de California, señaló que lleva de la mano un proyecto con el Dr. Eric Jordán Dahlgren, titular del Laboratorio de ecología coralina de la misma UASA, para atender el problema que se registra con el coral cerebro, que es el que ha sido más fuertemente dañado en la región de Puerto Morelos por este patógeno.
De esta especie -dijo-, prácticamente el 90 por ciento de las colonias están infectadas y “lo que estamos haciendo es ver un punto de vista ecológico y otro microbiano para poder conocer qué es lo que podría estar generando esta enfermedad”.
Y agregó: “hemos tomado muestras del mucus (capa mucosa) para ver si hay algún grupo de bacterias más abundantes que puedan estar involucradas en la afección; todavía tenemos las muestras en proceso y estamos esperando un permiso para poder tomar tejido de las colonias infectadas para saber a nivel histología (estudio de los tejidos de las células), qué es lo que pueda estar involucrado en cómo progresa la enfermedad”.
Señaló que pareciera que hay algo que se está “comiendo” al coral y que lo obliga a expulsar a sus algas.
No obstante, en el pasado ha habido blanqueamiento y otras enfermedades que también dejan marcas blancas, pues como se sabe, la presencia de estas significa que las algas ya no están ahí, “entonces hay enfermedades que pueden atacar a las algas simbióticas o atacan al tejido y este ya no puede mantener a sus simbiontes y entonces los expulsa”.
Sostuvo que sin duda, “las enfermedades de corales son un tema que nos ha puesto a estudiar a todos los científicos para poder llegar a saber qué es lo que está provocando esta problemática, pero hasta ahora hay muchas preguntas fundamentales y básicas que todavía no podemos contestar”.
En torno a qué tan complicado es hacer estos estudios, la especialista mencionó “es difícil por tres cosas, primero porque son organismos coloniales y no un individuo al que afectan, además tenemos otros componentes: dónde está el animal, el alga, los microbios y entonces no sabemos a quién están atacando principalmente y la otra es que existe mucho estrés en los corales y eso hace que haya colonias que se enfermen más rápido que otras de la misma especie”.
Refirió que por ejemplo, en Florida (Estados Unidos), se está probando la aplicación de antibióticos y parece que les funciona deteniendo el avance de la enfermedad y entonces, “eso sugiere que a lo mejor el agente que está causando esa enfermedad podría tratarse de una bacteria y esa es la razón principal por la cual nosotros estamos mirando a la comunidad microbiana de colonias sanas y enfermas para ver si acaso nos puede dar información a ese respecto…”.
“…Y si no, si lo que vemos es un cambio en la comunidad pero no vemos una bacteria particularmente, sino un grupo que son más abundantes, entonces es más difícil establecer la causa”, aclaró.
Por ello -dijo-, es la importancia del proceso de secuenciar la comunidad, aunque para avanzar con otros estudios se requieren de permisos que hasta el momento no han sido otorgados por las autoridades. “Es como mirar que todo se está echando a perder y no poder hacer nada”, advirtió.
“Desafortunadamente con los cambios gubernamentales, las autoridades ambientales nos solicitan mayor información y más documentos para otorgar los permisos que les pedimos para esos estudios y hasta la fecha no los tenemos, pero esperamos que en una o dos semanas más ya los tengamos porque además la gente de Conapesca (Comisión Nacional de Acuacultura y Pesca) y Semarnat (Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales) están muy preocupados porque obviamente el Síndrome Blanco está atacando no una especie, sino varias”, insistió la Dra. Patricia E. Thomé Ortiz.
También está el problema del sargazo
Al continuar con la entrevista, refirió que aunado al tema del Síndrome Blanco, “tenemos encima el asunto del sargazo, en donde hay una coincidencia en tiempo, pero tenemos que demostrar definitivamente que esto pudiera ser lo está provocando la afectación de los corales”.
Refirió que a lo mejor el sargazo deteriora el ambiente y eso es lo que hace que los corales se vuelvan mucho más susceptibles, por ello la importancia de los estudios para saber si hay un agente causal (grupo de bacterias) que está enfermando a los corales.
“Estos estudios ayudan mucho para los tomadores de decisiones, porque a mayor información que exista, mejor se pueden atacar los problemas y mejores soluciones se pueden pensar”, explicó la investigadora del ICMyL de la UNAM.
Por ello, dijo, es importante no bajar la guardia porque “si todos nos unimos, todos estamos preocupados y todos colaboramos, a lo mejor podemos “comprarle” tiempo al arrecife o lo mejor hasta ayudar a que no se deteriore tan rápido y tenga tiempo de recuperarse”.
Subrayó que en los últimos dos años han estado estudiando los cambios de los microbios que viven en la columna de agua y en los sedimentos cuando llega el sargazo y para ello “hemos estado haciendo muestreos, pero desafortunadamente todavía no tenemos todas las secuencias y análisis procesados, pero hicimos un muestreo antes del arribo del sargazo en el 2017, y el 2018 se hicieron dos más, uno cuando comenzó a llegar y otro cuando ya estaba todo podrido en la costa, para ver si el sistema tiene la capacidad de limpiar todo este aporte de materia orgánica, porque al estar los arrecifes en aguas pobres de nutrientes y de pronto llega una gran cantidad de algas, puede generar un tipo de alteración”.
Y es que, apuntó que la materia orgánica descompuesta favorece a las bacterias y “hemos observado que el pH baja muchísimo, se percibe un olor fuerte a ácido sulfhídrico, como a huevo podrido, y esto es porque hay bacterias que están metabolizando estas algas”.
Importancia del Laboratorio
de microbiología molecular
En torno al trabajo que realiza el laboratorio a su cargo, la Dra. Thomé Ortiz refirió que “mi interés es definir las bases moleculares de respuestas al estrés en microorganismos marinos, desde enfoques de fisiología, bioquímica y biología molecular. Estudiamos a las algas simbiontes de corales y otros cnidarios arrecifales que habitan aguas oligotróficas y proveen al animal hospedero de carbono, producto de su fotosíntesis”.
Añadió que “estudiamos cómo se estimula y regula la transferencia de carbono y cómo afecta a la comunidad bacteriana asociada. También estudiamos la respuesta a condiciones de salinidad y temperatura elevadas. En levaduras tolerantes que utilizan glicerol para protegerse estudiamos la expresión de genes involucrados y las condiciones de esta expresión. Nuestro objetivo es entender las estrategias que permiten a los microorganismos contender con condiciones sub-óptimas”.
Recordó que una colonia de coral es una comunidad que tiene a los pólipos, que son el animal, y está asociada a microorganismos y dentro de sus tejidos viven algas microscópicas que son como la fábrica del coral, producen la energía que el coral usa para crecer y calcificar y con ello producir su esqueleto.
Pero también produce gracias a esta energía -explicó- una capa mucosa que recubre a todas las colonias y a otros organismos invertebrados y en ella, viven microorganismos, bacterias, arqueas, microhongos, protozoarios y todos estos organismos que interactúan, forman la colonia que se llama holobionte (entidades formadas por la asociación de diferentes especies) y lo que hacen es proteger a los tejidos vivos de invasores potenciales de patógenos.
Dijo que dentro de la comunidad que vive asociada a esta capa mucosa, también hay algunas bacterias que fijan nitrógeno y producen compuestos con azufre que pueden ser ingeridos por el coral.
“Lo que hemos estudiado es el microbioma de organismos con y sin simbiontes cuando sube mucho la temperatura en verano y produce un blanqueamiento de las colonias de coral, el cual consiste en que pierde a sus algas simbiontes porque el coral tiene que ocuparse de regenerar su tejido y no puede darse el lujo de regalarle un poquito de nutrientes a las algas”, indicó.
Finalmente, comentó que a lo largo de los años “hemos aislados bacterias que son importantes para defender a los corales, dos que tienen actividad antimicrobianas y que son parte de la flora microbiana normal del sistema y que están ahí para evitar que se establezcan otros organismos. Asimismo, se tiene actividad antimicrobiana y antiincrustante que evitan que otros organismos se asienten en los tejidos del coral”.
Desarrollo turístico podría
estar en mejores condiciones
De forma clara, la Dra. Patricia E. Thomé Ortiz dijo que hoy más que nunca hay que levantar una voz de alerta porque existen muchos problemas que están deteriorando al sistema arrecifal, algunos de ellos externados desde hace varios años pero que no han sido tomados en cuenta.
“Desde luego que podemos tener un desarrollo turístico, pero podrían estar en mejores condiciones si las cosas se hicieran correctamente, si tan sólo escucharan las voces de la gente que sabe y conoce de la situación que está pasando, por eso es importante que tanto empresarios como autoridades se acerquen y nosotros decirles qué pueden hacer al respecto”, mencionó la científica.
Destacó que “nosotros hacemos nuestra parte, no trabajamos solos, formamos una comunidad a nivel internacional y por ejemplo, en la zona del Caribe existen problemas muy similares y entonces hacemos reuniones, congresos, actividades científicas de colaboración que nos ayudan a poder avanzar porque “dos cabezas piensan mejor que una y tres mejor que dos”.
Lo que hacemos -indicó- es un complemento de nuestros estudios para juntar ideas y tomar una decisión más acertada que es lo que a veces hace falta.
Finalmente comentó que ante los problemas actuales que se tienen en Quintana Roo, “así como en el 2005 cuando vino el huracán Wilma y se llevó las playas e inmediatamente hoteleros y autoridades de los tres niveles de gobierno actuaron para recuperarlas, deben de hacer lo mismo con el tema del sargazo y el Síndrome Blanco que afecta a los corales del arrecife, que al fin y al cabo son parte de su fuente de ingresos en materia turística, porque si el arrecife se muere, no solamente las playas ya no van a ser blancas, ya no van a capturar CO2 para volverlo piedra, además destruyen un ecosistema súper diverso que evolutivamente tiene también mucha información en términos evolutivos y también hay daños a nivel local para las personas que viven del arrecife, como prestadores de servicios y pescadores”.