Por Yolanda Gutiérrez
Buena afluencia registraron los cementerios de Cancún con motivo del Día de las Madres que este año cayó en una jornada hábil, lo que no fue impedimento para que cientos de personas se tomasen un tiempo en algún momento de la mañana y visitasen las tumbas de sus madrecitas, aunque en ningún momento se apreciaron multitudes en el recinto, esto en virtud que la gente llegaba de manera progresiva y no “en montón”, al igual que sucede en otras fechas como Día de Muertos.
Los deudos cargaban cubetas, escobas y cepillos, sin olvidar sus arreglos o ramos de flores, en ocasiones una sola rosa o clavel con follaje como adorno, que depositarían en las bóvedas con una mezcla de amor y dolor por el ser querido ausente.
Desde temprano empezaron a llegar de manera paulatina los primeros visitantes, que se aprestaron a dar una manita de gato a las últimas moradas de sus queridas mamás, seres inolvidables e irremplazables para todos.
Tras llevar a cabo un recorrido por los panteones de la ciudad, se pudo constatar que el más frecuentado el día de recordar a las dadoras de nuestros días fue Los Olivos, en la Región 99, en cuyas inmediaciones se apostaron muchos menos vendedores ambulantes que otros años, quienes ofrecían aguas frescas, raspados y saborines, muy solicitados debido al fuerte calor, además de kibis, frituras caseras y una variada gama de golosinas.
En el panteón particular Jardines de Paz el ambiente era de lo más tranquilo y agradable. Allí, muchos de los enterramientos están adornados con ramos de coloridas flores y los deudos tienen la opción de acomodarse en las sillas
que ofrece la administración e incluso bajo toldos o sombrillas, muy buenos para mitigar el fuerte sol, aunque no faltó quienes aprovecharon la sombra de frondosos árboles ubicados junto a las lápidas.
En las afueras del panteón privado prácticamente no hay vendedores ambulantes y solamente se encontró un humilde informal que ofrecía kibis a las personas que ingresaban o salían del cementerio.
Como contrapunto, los alrededores de Los Olivos bullían de animación: allá eran varios los puestos en los que se ofrecían flores frescas y artificiales, mientras que los venteros ambulantes ocupaban prácticamente toda la entrada del panteón, aunque este año no se extendieron sobre la avenida, debido a que eran menos de diez los que obtuvieron permisos este año, entre informales de flores, comida y bebidas.
Además las familias que viven frente al cementerio de Los Olivos aprovecharon la afluencia para poner a la renta sus baños, por el módico precio de cinco pesos, conscientes que los habilitados en el panteón resultan insuficientes en fechas significativas para los deudos.
En el interior de Los Olivos se observó un buen movimiento de personas que se aprestaban a dar los últimos toques a las bóvedas de sus mamás, suegras e incluso hijas, depositaban flores o rezaban un rosario en conmemoración de aquellas que se adelantaron, dejando en muchas ocasiones pequeñines al cuidado de sus progenitores o abuelos.
Escenas de recogido dolor, detectadas frente a las lápidas que albergaban a mamás que fallecieron en fechas recientes, contrastaban con el ambiente casi festivo de otros grupos que acudieron a visitar a las autoras de sus días que se adelantaron hace algunos años.
Varios músicos deambulaban con paso lento y pausado entre las calles que demarcan las lápidas con la esperanza de ser contratados por algún deudo a fin de entonar melodías al pie de las bóvedas.
Alfredo Díaz, integrante de un trío con quien se platicó brevemente mientras esperaban que alguien contratase sus servicios, señaló que la demanda no era tan buena como esperaba, lo que achaca a que “nos encontramos casi a fin de quincena y los bolsillos de la gente están ya bastante delgados”.
No obstante, se observó que varios músicos, algunos con apoyo de bocinas para que el sonido fuera más alto y claro, interpretaban en algunas bóvedas las canciones que alguna vez fueron favoritas de las mamás que ya dejaron este mundo.