Quintana Roo

Por Yolanda Gutiérrez

Dejan su vida en cada ladrillo pegado, en cada bulto de cemento acarreado, en cada varilla colocada, en cada cimiento labrado; la continua exposición al sol cobra factura en sus curtidas pieles, su profesión es una de las más duras y poco gratificantes y, por irónico que parezca, los albañiles suelen habitar en modestas viviendas, muy diferentes a las casas que levantan poco a poco, con el sudor de su frente.

Algunos trabajan sin los mínimos equipos de seguridad, como mucho el casco, y es normal verlos a más de tres niveles sin la menor protección, cuando los contratistas y responsables de las obras deberían dotarles de un buen arnés que prevenga accidentes, que en muchas ocasiones, son inevitables.

Cientos de albañiles no gozan del beneficio de un seguro ni tampoco están afiliados a un sindicato, sobre todo si trabajan por su cuenta, con el argumento de que estas agrupaciones sólo quieren sus aportaciones mensuales en forma de cuotas, pero no responden ni apoyan al trabajador cuando lo necesita.

Los trabajadores de la industria de la construcción celebraron el 3 de mayo su día, el día de la “Santa Cruz”, con una jornada menos larga a la habitual; de las tradicionales taquizas no queda más que el recuerdo, y fueron muy pocos los maestros de la cuchara grande los que fueron agasajados por sus patrones o contratistas.

La tradición, que inició a principios del siglo XVI, comienza a perderse en Cancún, al menos en los nuevos fraccionamientos que se levantan en diferentes puntos de la ciudad, donde fueron muy pocas las cruces que se instalaron en lo alto de las obras.

Según el maestro albañil Ignacio Albarrán, “las cruces se ponen en las grandes construcciones, pero he observado que en estos últimos años cada vez son menos las cruces y menos aún los contratistas que se dignan darnos el agasajo, cuando mucho nos perdonan media jornada y tampoco nadie nos ha dicho nada que nos vayan a dar los tacos ni los chescos”.

En las obras donde sí se coloca la cruz en lo alto, previamente bendecidas por un sacerdote, se adorna con flores y colorido papel de china, por lo general rojo, blanco y verde.

“Hoy no trabajamos jornada completa, es lo único, el contratista no va a dar nada, ya nos dijo, por desgracia algunos patrones no tienen la mínima sensibilidad y todo lo ven por el dinero, no reconocen nuestra labor”, manifestó Alfredo Collí, un verdadero experto en levantar bardas.

Agregó que “luego ni a la taquiza invitan, se han dado casos, en otros años, en los que los mismos albañiles han tenido que cooperar para la comida mientras que antes, siempre eran los contratistas los que invitaban”.

Sin embargo, según Víctor Canché Cupul, es el patrón quien tiene la obligación de invitar a los tacos y cervezas o refrescos a los trabajadores de la construcción “porque la superstición dice que de no hacerlo así, se cuartean los muros o se caen las losas”.

Si esto es cierto, no es de extrañar que en los nuevos fraccionamientos a las casas no tarden en aparecerles los famosos vicios ocultos que tantos quebraderos de cabeza proporcionan a sus propietarios.