Quintana Roo

Ambulantes hacen su agosto en julio

Por Yolanda Gutiérrez

Con la llegada de las vacaciones, los ambulantes hacen su agosto en julio y no sólo recorren las playas para ofrecer a los bañistas que descansan bajo las sombrillas o sobre una toalla sus variados productos, sino que se aprovechan el mayor movimiento para vender diferentes artículos en la vía pública.

Desde alimentos de dudosa procedencia hasta pulseras tejidas a mano hasta bloqueadores solares de alta protección, sin faltar las trenceras que prometen hacer maravillas con el cabello de sus clientes.

Y aunque no se aprecia un importante incremento en el número de turistas pese al período de asueto, se multiplican los informales de fruta en trozos, kibis, empanadas, aguas frescas y saborines de hielo, que recorren los arenales de lado a lado, incluso en las playas certificadas, mientras que sobre la ciclopista se instalan vendedores ocasionales, que aprovechan las vacaciones para intentar comercializar sus productos.

Muy cerca del acceso a Langosta, sobre la banqueta, un par de mujeres ofrecían protectores solares a los transeúntes, que en su mayoría se dirigían al balneario; justo frente a ellas, otra informal exhibía, en el piso, algunas golosinas y botanas caseras que llamaron la atención de más de uno.

Los informales se instalan, a sabiendas de que no serán molestados por autoridad alguna, en las playas en las que se detecta mayor presencia de nacionales y gente local, especialmente Pez Volador, Tortugas, Langosta, Marlín y Gaviota Azul, además de recorrer los arenales de las playas concesionadas a los hoteles.

Los ambulantes se han vuelto un dolor de cabeza para el comercio establecido y los mismos turistas que disfrutan de nuestros arenales, especialmente quienes se hospedan en hoteles y mientras se asolean o degustan una bebida en camastros, bajo sombrillas, se ven sometidos al acoso de los vendedores ambulantes.

Y pese a que la mayoría comercializa alimentos de dudosa procedencia, sin las menores garantías de higiene tanto en su preparación como en la manipulación, lo que podría conllevar enfermedades gastrointestinales a quienes los consumen, máxime en esta época de calor, no son supervisados por ninguna autoridad sanitaria.

En los balnearios públicos más populares entre la población radicada en Cancún, especialmente en Langosta, Pez Volador y Tortugas, donde acuden locales y algunos nacionales, especialmente en la última, en busca de playas libres de sargazo, proliferan comerciantes informales de kibis y frutas “frescas” en trozos, que recorren los arenales de un lado a otro.

Las playas de los hoteles suelen estar acaparadas por vendedores de lentes para el sol, habanos, sombreros, pareos, artesanías y otros artículos que pudieran interesar a los turistas; incluso las trenceras comienzan a caminar los arenales que colindan con los centros de hospedaje, con la esperanza de que alguien solicite sus servicios.

Los comerciantes establecidos califican como de fuerte competencia la presencia de ambulantes y consideran que por su causa la demanda de sus productos no es tan buena como debiera, en virtud de que los informales ofrecen sus mercancías a precios menores.

Ni comerciantes ni empresarios saben ya qué hacer para que las autoridades competentes emprendan acciones concretas con objeto de retirar a los ambulantes que desde la mañana hasta bien entrada la noche intentan vender sus variados productos entre turistas y locales, tanto en las playas como en el corazón de la Zona Hotelera, aprovechando la temporada alta de verano, que supuestamente entrará en su clímax el próximo fin de semana.

Aunque para ellos, la cosa está bien clara: la única manera posible de erradicar el ambulantaje de la zona hotelera es, simplemente, aplicar la ley vigente al cien por ciento, es decir, el artículo 15, fracción VI del Reglamento para el Comercio en la Vía Pública, que se refiere a la prohibición absoluta de permitir la actividad de los informales en la zona hotelera de Cancún, ya sea en el bulevar Kukulcán, en las playas o en la periferia lagunar, lo que al parecer las autoridades competentes no tienen la menor intención de impedir.