Por Yolanda Gutiérrez
Para muchas familias es un lujo salir a pasear, menos aún comprar algún capricho o antojo, ya que sus ingresos apenas alcanzan a cubrir los gastos básicos y en caso de surgir algún imprevisto, se encuentran en serios apuros para salir del paso.
Hacen juegos malabares a la hora de pagar la luz, la renta y el agua, que en muchos casos implican grandes sacrificios económicos e inclusive empeñar alguna pertenencia con tal de salir del paso.
Una familia promedio de cuatro miembros con hijos en edad escolar invierte solo en transporte, si es que solo uno de los padres trabaja, un mínimo de 20 pesos si la escuela queda cerca del domicilio o, de lo contrario, el gasto diario en este rubro sería de 60 pesos, considerando que en raras ocasiones los estudiantes se benefician con los descuentos que teóricamente deberían proporcionar todas las empresas concesionarias.
La inversión promedio al día para preparar platillos nutritivos es de 200 pesos, cantidad que queda lejos del alcance de muchas amas de casa, que deben hacer juegos malabares para alimentar a su familia con la cuarta parte de esa cantidad.
Y aunado a estos gastos cotidianos, los ciudadanos invierten en algún momento buena parte de sus ingresos en la compra de prendas de vestir, calzado, consultas médicas, medicamentos y otros productos y servicios que, si bien no son frecuentes, sí contribuyen a pulverizar el gasto.
Por tanto, no es de extrañar que las familias menos favorecidas económicamente adquieran alimentos, calzado y prendas de vestir en los tianguis o busquen las ofertas en negocios especializados, especialmente cuando por fin de temporada se ponen a la venta los saldos a precios realmente atractivos.
Con el nuevo ciclo escolar se dispararon los gastos de los paterfamilias, que en líneas generales invirtieron, como poco, mil 500 pesos entre inscripciones o cuotas “voluntarias”, compra de útiles, uniformes y accesorios, lo que orilló a recurrir a préstamos, empeños y cualquier otra estrategia que permitiese reunir el efectivo necesario y poder cubrir todos los costos.
En el tema de la salud, las consultas médicas más económicas se imparten en farmacias a un promedio de 45 pesos, pero si se trata de un especialista el costo puede dispararse hasta más de mil pesos, inalcanzables para infinidad de bolsillos, que tienen que conformarse con la lentitud de los servicios de salud públicos.
Y si hablamos de seguridad, caro resulta a la ciudadanía proteger sus viviendas contra la acción de los delincuentes, si se considera el costo de los trabajos de herrería: instalar canceles en puertas y ventanas de una casa le cuesta a una familia cantidades que oscilan entre los cuatro mil y los 15 mil pesos, dependiendo de la cantidad, dimensiones, calidad y lugar en que se encarguen.