Quintana Roo

Por Luis Enrique Cauich

 

KANTUNILKIN, LAZARO CARDENAS, 2 de febrero.- Sentado en la puerta de su hogar donde observa el pasar de las personas, recuerda con nostalgia don Armin Tah Estrada, los años maravillos, en los 70s, cuando el cine estaba en su apogeo y su cinema, competía con los de Cancún, Mérida, Tizimín y Valladolid, pero todos se fueron abajo, cuando el gobierno federal vendió la concesión a Cinepolis y en esta zona llegó la modernidad con Cablevisión.

Recuerda que el cine que comenzó en los 60s lo tenía su tío don Lucio Tah, a quien don Marciano Cauich, don José Dolores y otras personas que formaron una sociedad y compraron el equipo a su tío y comenzaron a trabajarlo, pero la sociedad no duró y terminaron por arrumbar el equipo.

Suspira y sonríe, entonces comenta que a sus 27 años decidió comprar un equipo para proyectar películas y viajó con su padre don Pedro Tah a Mérida, Yucatán, para entrevistarse con don Graciliano Yáñez, pero al llegar ya había ido otro habitante de Kantunilkín, don Liberato Cupul y su padre que también habían ofrecido comprar el mismo equipo de proyección.

Recuerda que don Liberato había ofrecido comprar el equipo en pagos, pero don Graciliano optó por vendérselo a él (don Armin), quien ofreció pagarlo de contado, de modo que pagó 35 pesos por un proyector Ampro, que en ese entonces era muchísimo dinero.

Recuerda que en los terrenos de la comisaría ejidal, existía un galerón (donde hoy está la tienda Oxxo), donde proyectaba las películas y había buena respuesta, hasta que comenzaron a llegar los Tolosa, un grupo de personas que ofrecía películas y había competencia, pero un tiempo después, uno de sus tíos ocupó el cargo de delegado y reunió a ambos grupos y dijo que se daría prioridad a las personas locales para proyectar películas.

Al notar los Tolosa que no tendrían los permisos ofrecieron el proyector a la antigua sociedad, que comenzó de nuevo a trabajar, pero en ese entonces, don Armin recuerda que se le ofrecían películas del Santo y Tarzán, para proyectar y a la sociedad le daban películas de otro género como novelas.

Hace una pausa- y recalca-, no tengo buena memoria para los años, pero en ese tiempo se complicaba la proyección de películas y don Graciliano me recomendó comprarle el equipo a la sociedad, de modo que acudí con el ahora finado Marciano Cauich y le hice el ofrecimiento, quien optó por venderlo, ya que se comenzaba a registrar divisionismo en la sociedad y querían evitar más problemas.

Sin embargo, los problemas seguían, de nuevo los Tolosa de Mérida, Yucatán, regresaron y al notar que no tenían permisos para proyección, acudieron a las escuelas ofrecieron el 10 por ciento de las ganancias para su beneficio, de modo que la sociedad de padres de familia era la encargada de pedirle los permisos a esa gente que venía de fuera, por lo que de nuevo don Graciliano le recomendó ofrecer el mismo beneficio a las escuelas y al ser local le dieron la preferencia y así continuaba manteniéndose con este trabajo.

Señaló que como ya le iba un poco mejor, a mediados de los 70s comenzó a construir su tinglado en la calle Lázaro Cárdenas (donde actualmente tiene su vivienda y desde donde relata su historia), con sus cuñados y entre otras personas, acudían al monte a cortar los horcones para poder armar ese tinglado.

Comenta que logró levantar la mitad y como quería terminarlo, decidió conseguir un préstamo, pero como no había dónde, acudió al extinto Banrural, que daba crédito para adquisición de ganados, pero para poder ayudarlo, se simuló una compra del banco a su papá don pedro, de varios animales, para que le pudieran dar el efectivo, con el compromiso de que él tenía que devolverle el dinero a su papa, de modo que así accedió a 2 mil 500 pesos para terminar su cinema.

En el 75, platica, que fueron contratados para ir a rellenar un terreno en la ciudad de Cancún, donde se construiría un cinema, el dúplex, y fue donde observaron cómo se construía un cinema, y fue cuando le preguntó a uno de los trabajadores por el ingeniero y el trabajador le ofreció construirlo un poco más barato.

Quedó de acuerdo con el trabajador que le avisaría, ya que, para ese entonces, comenzó la construcción de la carretera a Chiquilá y trabajaban en el ensamble de la vía del truck que había de Solferino a Chiquilá y se rellenaba el muelle, trabajos que reportaban hasta Cancún y donde más tarde se contrató a los trabajadores que en los fines de semana acudían a Kantunilkín a construir su cinema.

Para los 80s ya tenía su cinema, daba sus proyecciones una vez por noche ya que no tenía un equipo que trabajara al 100 por ciento, aún así la respuesta de la gente era bastante.

Las películas venían en rollos de 16 milímetros, las rentaban a 25 pesos y las entradas costaban alrededor de 10 centavos y con el paso del tiempo ya el boleto llego a costar 3 pesos con 50 centavos y las películas, la renta ya costaban alrededor de los 80 pesos.

Las películas más demandadas eran las películas de Tarzán y el Santo, las cuales proyectaba con un equipo Power, pero ya don Jorge Medina le ofreció un súper simplex que costaba 40 mil pesos, que se pagó en dólares y se mandó a Estados Unidos, y más tarde llegó el proyector a Puerto Morelos, pero había que sacar los permisos.

Tuvo que dar vueltas a Cozumel, donde le dieron los permisos, pero ya en la Aduana de Puerto Morelos le negaban el paso y ya no buscaba qué hacer que decidió darlo por perdido, hasta que acudió en el 83 aproximadamente, a Marciano Cauich, candidato a la presidencia municipal, por su apoyo, quien le recomendó unirse a la caravana de campaña para poder pasar su equipo, ya que a ellos no los revisaban.

Entonces decidió desbaratar la parte trasera de su coche Impala, al que le quitó los asientos traseros y otros aditamentos, para meter el proyector y las lámparas, y sentado encima venía una persona para disimular, de modo que cuando retornaba la caravana política se unió a ellos y fue como logró pasar el proyector que se decía había pertenecido a un Ejército de Estados Unidos.

Tiempo después ya don Jorge Medina envió a su técnico a instalar la corriente y ya luego, vino él a instalar el proyector, que poco tiempo después, los aduaneros amenazaron con quitárselo puesto que se habían percatado que se había logrado pasar y llegaron a Kantunilkín, queriendo quitárselo, de modo que les dio su “mochada” para poder mantenerlo en Kantunilkín.

La primera función que se proyectó con el nuevo equipo, fue una de Kalimán, recuerda, película que se trajo desde Cancún, y ya se podían dar dos o tres funciones por noche y ya incluso, se daba el matinée el domingo y respondía la gente.

Se logró comprar las butacas a través de un cinema de Cancún, que él trajo 100 y tiempo después se completó con otras que le dio uno de los cinemas de Tizimín, al que sólo le pagó el combustible de trasladado.

Recuerda que en el cinema podían caber 550 personas bien sentadas y se tenían dos o tres funciones, estaban en su máximo apogeo las películas, que logró comprar su pantalla de tela de cañamazo, que pretendía instalar para mejorar la proyección, desafortunadamente vino la venta de concesión de las películas que el gobierno de la República hizo a Cinepolis y todo se vino abajo.

Tuvo que cerrar porque ya no había la renta de películas, paralelamente cerraron los cinemas Alcala y Cinema Tizimín, de la ciudad de Tizimín Yucatán, cerraron los cinemas Díaz y México de la ciudad de Valladolid, cerraron los de Mérida y pueblos cercanos y varios de Cancún, sólo se mantuvo el cinema Blanquita de los Magaña, que traían películas desde México, pero ya Cinepolis intervino y al final terminó cerrando.

Paralelamente, llegó el sistema de Cablevisión y ya la gente comenzó a entretenerse más con los programas de la televisión y el cinema pasó al olvido, al menos para esta zona, donde hasta ahora, no hay y quienes quieren ver películas de estreno van a los cinemas cercanos como Cancún, Valladolid o Tizimín, donde hay nuevamente cinemas.

Agregó que fue a los inicios de los 90s cuando se cerró el cinema y las instalaciones las utilizaban algunos ex presidentes municipales de Kantunilkín para hacer sus informes de gobierno, pero recuerda que al no haber cámaras fotográficas, no tiene recuerdos de este cinema que le ha dejado grandes recuerdos.

Incluso, asegura que, luego de haber cerrado quiso vender su proyector, pero al ya no haber más cinemas le fue imposible y el fruto de su esfuerzo terminó por convertirse en chatarra, ya que así lo vendió, que incluso derramó lágrimas al ver como era despedazado para ser subido al camión que lo había comprado.

Agregó que hace alrededor de una década, aquel emblemático cinema, fue remodelado y ahora alberga una de las tiendas de la empresa super Willys y Telcel y de su cinema sólo el recuerdo le queda, ya que incluso, los póster de las películas que anunciaba, se lo llevaron personas que llegaron de México, buscando películas, anuncios o pósters del cine mexicano para exhibir como reliquias, pero nunca le fueron devueltas.