En Esperanza, un pueblo de apenas 350 habitantes en el municipio de Lázaro Cárdenas, sobrevive el arte milenario de hacer carbón vegetal y que se remonta a los orígenes mismos de la humanidad.
En este pueblito con habitantes de origen mayoritariamente maya, se produce el carbón vegetal que abastece a al menos otras 10 comunidades de la zona y del que viven cerca de 20 familias.
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José Miguel Hau, productor del preciado combustible, nos invita para conocer el proceso de convertir los trozos de madera en carbón, que tiene decenas de usos en la zona rural, e incluso en la ciudad.
Hacer carbón es una tarea difícil
“Hacer carbón no es cosa fácil, es un trabajo duro y que deja poca ganancia, pero la gente lo requiere y aunque no deja mucho dinero representa un pequeño ingreso seguro si se logra bien la producción”, afirma.
De la Esperanza avanzamos como tres kilómetros sobre la carretera rumbo a Holbox, en el camino vemos un camión de redilas cargado de madera, “es para una de las carboneras”, nos comenta José Miguel.
En la camioneta que viajamos damos vuelta a la derecha y nos internamos en un sendero donde apenas cabe un vehículo, así avanzamos entre la selva unos 150 metros.
Al llegar a un claro del camino el paisaje cambia totalmente, es más de media tarde y el sol comienza caer y sus rayos se filtran entre los árboles altos y caen sobre dos grandes montículos negros que despiden humo y vapor, después nos enteramos.
La escena es como un viaje en el tiempo, es regresar a los orígenes, parecieran como pequeños volcanes nacientes, el humo y vapor despiden un olor a leña humedecida que se confunde con los de la selva, uno entiende porque los hombres del campo se dicen hijos de la tierra.
Junto a los montículos humeantes José Manuel explica que se trata de las carboneras, en cuyo interior se quema la madera durante varios días hasta convertirse en carbón.
“Para producirlo se tiene que comprar la madera, se ubica un lugar adecuado, principalmente en sitios aislados de la selva para armar un horno o carbonera como esta”, comenta al señalar los montículos.
Para armar el horno se despeja un claro circular en la selva y se escarba un poco en una superficie de unos cuatro metros de diámetro, explica mientras extiende las manos para dimensionar la extensión.
“La armamos, le ponemos una tapa de ramas y hojas encima y luego le ponemos una capa de tierra húmeda y se le hacen pequeños orificios para que ‘respire’ y salga el vapor y el humo”, explica.
José Miguel tiene un poco el color del carbón, dice que es por cuidar la carbonera “se lleva unos cuatro días en consumirse y sacar humo entonces ya la sacamos y armamos los bultos”.
“Para prenderla se le deja un hoyito para meterle mecha, adentro lo rociamos con gasolina y lo demás es venir a cuidar, a humedecer la tierra para que no se abra”, dice señalando las diminutas chimeneas.
Insiste que no es un trabajo fácil como algunas personas piensan y no le dan el valor a su trabajo “hay gente que viene a comprar y nos quieren chingar por 40 pesos la bolsa, cuando vale 80 pesos”.
“Si tienes monte puedes aprovechar la madera de árboles viejos o ya caídos, pero si no, no puedes tomarla; si no eres ejidatario no puedes tocar la madera, si la agarras te la cobran o te metes en problemas, entonces hay que comprarla”, afirma.
El negocio genera pocas ganancias
La madera cuesta unos 4 mil pesos la carga, que es una camioneta de tres toneladas; para obtener una ganancia de 600 a 800 pesos tenemos que dar el bulto en mínimo 80 pesos, señala.
De una carbonera de cuatro metros de diámetro se le pueden sacar 60 o 70 bultos de carbón, pero también si se contrata un chalán para que la cuide y traiga agua baja la ganancia porque incluye su comida.
“Algunas personas que no son de aquí piensan que los que trabajamos carbón tenemos dinero, pero no es así, porque apenas sale, imagínate hay que esperar 3 o 4 días para sacar 800 pesos si bien nos va y mientras, ¿qué comes?”, nos pregunta.
Aquí armamos entre varios cuatro hornos, pero requiere mucho trabajo, también hay que cortar la madera a un tamaño adecuado, entonces hay comprar una sierra eléctrica o rentarla.
Al decirnos estos nos acerca a otro claro de la selva unos metros de las carboneras, donde uno de sus compañeros corta con una sierra varios trozos de madera con los que conformarán otro horno.
“De esto nadie se hace millonario, es sólo para medio vivir, nosotros además de esto hacemos otros trabajos, para que nos alcance, lo que tiene el carbón es que la gente lo necesita y finalmente se vende”, asevera.
Señala que la tierra que cubre los hornos se torna negra con el humo que escapa por pequeños orificios que le dejan apropósito para que salga también el vapor de agua.
“Durante los tres o 4 días que dura el proceso se debe de cuidar, ya que si se hace un hueco grande se pierde todo el carbón y la ganancia; si sale candela por los orificios es que no está bien hecho la carbonera”, explica.
Crisis por la pandemia
En el municipio son alrededor de 200 productores, confirma Rodrigo Mazún Arellano, presidente del Sistema Producto Carbón en el municipio de Lázaro Cárdenas.
El líder de los productores recordó que a finales de julio y principios de agosto tuvieron que rematar toda su producción para salir de la crisis por la pandemia, pues no la pudieron comercializar al precio normal.
Indicó que en Lázaro Cárdenas hace falta un centro de acopio para las comunidades productoras como Esperanza, Valladolid Nuevo, San Pedro, San Luis, Cedralito, entre otros.
En la zona el carbón vegetal es utilizado principalmente para cocinar, pero tiene otros usos incluso industrial para la forja de metales por ser un combustible con alta capacidad calorífica que impulsaba locomotoras y barcos.
En la ciudad es muy comercializado para hacer pollos a la leña y las tradicionales parrilladas familiares.
CI