Gris, una joven de 19 años, fue víctima de violación durante la pandemia, su agresor es un amigo de su familia a quien simplemente no evidenciaron por “el qué dirán”.
“No puse denuncia porque él es como un hijo para mi papá y decían que nos iban a ver mal en la iglesia, así que decidieron mejor mandarme a otro lugar a vivir para no verlo”, confesó para Por Esto!
Ella no solo fue ultrajada, sino que su familia le dio la espalda y el responsable podría reincidir. Como ella, mil 319 personas han sido violentadas sexualmente en los años 2019 y 2020, entre ellas menores de edad y hombres quienes son parte de los números que aumentaron durante la contingencia sanitaria por el virus COVID-19.
Muchos de los violadores aprovecharon la cercanía con su víctima para cometer este tipo de agresiones, ya que 460 de los responsables convivían bajo el mismo techo con la persona que atacaron. Sólo 215 personas han sido detenidas en los últimos dos años por este delito y enfrentan un proceso legal.
Las autoridades están conscientes de que, así como los padres de Gris, muchas víctimas no denuncian por temor a la opinión pública o simplemente porque el violador es parte de su núcleo familiar o pertenece a su círculo de amistades, y terminan volviéndose cómplices de un delincuente.
“Desde que yo tenía 17 años él comenzó a abusar de mí pero yo no lo notaba. Siempre fue muy cercano a nosotros. Yo lo veía como mi hermano, era cariñoso y su acercamiento lo veía normal. Es tres años mayor que yo. Mi padre lo ve como al hijo que no tuvo, entonces podía entrar a la casa y quedarse a dormir ya que había la confianza.
Comencé a sentir incómodas sus caricias una noche cuando estábamos viendo una película. Él se sentó conmigo en un sillón y mi hermana en el otro, me pidió que nos tapáramos. Te repito para mí era como convivir con un hermano, me abrazó y tocó uno de mis senos, según lo hizo jugando pero no me gustó y me fui. Desde entonces lo evitaba así como situaciones en las que nos tuviéramos que quedar solos, pero de nada sirvió, siempre buscaba la manera de estar cerca de mí”, contó Gris.
Tras la pérdida de una hija, los padres de Gris buscaron refugio en una iglesia y cambiaron de religión. En ese entonces “aquel”, como ella llama a su agresor, llegó a su vida. No entró para reemplazar a su ser querido “sólo llenaba un lugar que estaba vacío”, o eso era lo que ella pensaba. Y aprovechando que todos se encontraban pasando por un duelo, vulnerables y en medio de un cambio, encajó con la familia. A la fecha él sigue con ellos a pesar de que los hizo perder a otra hija.
Ella piensa que el abuso de “aquel” fue desde que le abrieron las puertas de su casa. Recuerda que se fue ganando la confianza de todos al portarse amable y siempre comedido en las tareas del hogar. En ocasiones llegó a entrar al baño mientras ella se bañaba y lo hacía parecer un accidente.
En medio de sus juegos él la tocaba supuestamente como parte de una travesura, también al abrazarla para darle consuelo cuando ella lloraba su pérdida, pero sus juegos, accidentes y el mismo consuelo, siempre llevaban una doble intención que ella no logró notar hasta la noche en que fue agredida sexualmente.
Como mucha gente en medio de la contingencia sanitaria por el virus COVID-19, el temor a lo desconocido, las medidas tomadas por autoridades, quienes a través de la campaña “Quédate en Casa” solicitaban a la ciudadanía permanecer en sus domicilios para evitar la propagación masiva del coronavirus, Gris comenzó a desarrollar ciertos trastornos mentales, los cuales se manifestaban con crisis de ansiedad, estrés, miedo e insomnio. Nada que su agresor no intentara aliviar con un abrazo, medicamento para dormir, masajes e incluso durmiendo en la misma cama. Esto último fue un grave error que lamenta ella, pues una madrugada mientras él la acompañaba a dormir fue ultrajada.
“No fue un sueño, yo desperté al sentirlo sobre mí, apenas podía forcejear con él para quitarlo de encima pero por el efecto de la medicina no podía reaccionar bien”, recuerda Gris. Cuando ella despertó él no estaba en casa, algo raro, pues al ser una de las personas que perdió su empleo por el cierre de comercios y como no había vacantes existentes en ninguna empresa, pasaba todo el día en su hogar. Ella no le comentó a nadie lo que había pasado, quería enfrentarlo primero, pero no llegó en todo el día y al caer la noche su temor aumentó. Ya no solo sentía miedo por la crisis de la cuarentena, sabía que bajo el mismo techo -del cual no podía salir- había un depredador sexual, aunado a que se estaba volviendo dependiente del fármaco.
Esa no fue la única noche en que fue ultrajada, se dio cuenta de tres veces más. El efecto de los medicamentos la hacían dormir profundamente, pero el despertar sintiendo ciertas molestias, incluso con marcas en su cuerpo, eran signos de la agresión. Finalmente cuando pudo encararlo, su padre la regañó. El de victimario se volvió la víctima, le echaban la culpa de que pasaba más tiempo sedada que consciente y se prohibió hablar del tema dentro y fuera de casa, hasta que se tomó la decisión de enviarla a vivir a otra vivienda.
Gris todo el tiempo está en contacto con su hermana menor, pues teme que ahora sea el blanco de su agresor, no ha pasado pero espera en la primera oportunidad sacarla de esa casa. Entre sus planes no está el denunciar pues piensa que su familia ya es capaz de todo, ahora ella está poco a poco superando el trauma, el duelo de perder a su hermana luego de una enfermedad, así como al resto de su familia que la cambió por el violador.
MR