Anteriormente, habíamos señalado en esta columna que un secretario del gabinete de la Gobernadora Mara Lezama, se había enojado mucho por los cuestionamientos que expusimos en este mismo espacio, respecto de sus arrogantes actitudes, pésimo desempeño, ambición desmedida y sobre todo inexperiencia en el servicio público.
De igual manera informamos que había trascendido que a pesar de su molestia, le compartió a su círculo cercano de colaboradores y amigos, que contaba con el permiso de su jefa, es decir, que estaba cubierto por un escudo de impunidad para hacer cuanto le diera la gana.
El antecedente es importante porque antes de entrar en materia, también establecimos la primicia de que esto no era una guerra de vencidas, mucho menos de ver quién se cansaba primero, bajo el supuesto de que el novato aspirante a político, seguiría cometiendo errores y por supuesto nosotros daríamos cuenta de ello.
No era difícil equivocarse, el Secretario de Desarrollo Social del Gobierno del Estado Pablo Bustamante lo hizo de nuevo y en esta ocasión a lo grande, pero antes de pasar a la narrativa de los acontecimientos, Bustamante sigue sin aclarar si permanece como Presidente del Comité Estatal del Partido Verde Ecologista en el Estado.
No es cosa menor, según la ley una persona no puede ocupar simultáneamente un cargo público y otro de responsabilidad o dirigencia política partidista, no hay margen en ello simplemente no se puede y eso tipifica como delito y, por tanto, tendría que enfrentar las consecuencias legales correspondientes. Pero claro cómo se siente y se asume que está protegido no sólo no regulariza esta situación, además da rienda suelta a sus pasiones personales producto de una soberbia de grandes magnitudes, que en política se conoce como la enfermedad de la “ladrillitis”.
Cuya característica principal consiste en subirse a un ladrillo y marearse. En diversas publicaciones de redes sociales que circulan en Quintana Roo, se da cuenta de que recientemente durante dos fines de semana consecutivos, Bustamante organizó en Isla Mujeres y después en Tulum, magnas celebraciones que más allá de los excesos que tanto turistas como locales presenciaron, ambas fueron aparte de un derroche de dinero tanto como de prepotencia y por supuesto las dos concluyeron en escándalos.
Con esa información nos dimos a la tarea de investigar lo sucedido y recabar los testimonios de algunas personas que confirman lo expuesto en las publicaciones anteriormente referidas, coincidentemente se dice que el problema que detonó estas coyunturas fue el abuso del alcohol. En Isla Mujeres una señora de la tercera edad terminó lastimada producto de golpes y en Tulum incluso se reporta la negativa de pagar el consumo en el “Papaya Proyect” lo que derivó en que el establecimiento solicitaría la presencia de la Policía Municipal.
Sin embargo, se dice que en el caso de Tulum se presentaron funcionarios de la Tesorería Municipal aparentemente por instrucciones del alcalde Marciano Dzul, tanto para apaciguar el ambiente como para hacerse cargo de la cuenta. Independientemente de los detalles específicos, en ambas oportunidades estamos hablando de que un funcionario de primer nivel del Estado, fue protagonista de escándalos consecutivos que no se pueden omitir, no es la travesura de un joven irresponsable cualquiera. No lo que estamos observando es un comportamiento repetitivo, que demuestra tintes inequívocos de una personalidad, rasgos contundentes de una forma de ser y pensar.
El problema aquí es que se trata del Secretario de Desarrollo Social del Gobierno del Estado, al que, si bien habíamos señalado por su inexperiencia e incapacidad, ahora más bien habría que poner en tela de juicio elementos como la cordura, ni que decir de la prudencia.
Pero el problema mayor sin duda son los efectos de sus actos, no sólo porque mancilla la imagen del cargo público y de paso del propio gobierno, sino porque no parece que estos hayan tenido consecuencias, no hay disculpas, no hay regaños, no pasa absolutamente nada.
¿Habría que creerle a Pablo Bustamante cuando como se rumora se ufana de ser intocable?
Esa pregunta es en primera instancia para la Gobernadora Mara Lezama, ella le dio le cargo, pero también quien tiene que velar por el debido comportamiento de sus colaboradores. No es una respuesta que pueda guardarse para ella, el cuestionamiento no puede quedar en la intimidad del despacho del Palacio de Gobierno, está obligada ética y políticamente a tomar medidas que sean en descargo de una sociedad agraviada por los excesos del poder.
Acciones contundentes que reflejen la verdad de sus intenciones, esas que a veces no corresponden a lo que se dice en los discursos grandilocuentes en los que se habla de transparencia, honestidad y en este caso respeto irrestricto a los ciudadanos. Estamos en el previo de un gran proceso electoral, en Quintana Roo se elegirán entre otros cargos Senadores y Diputados Federales y no es ningún secreto que Pablo Bustamante es una de las cartas de la gobernadora para alguna de esas posiciones.
El dilema radica entonces en si este es el perfil de candidatos que habrá de presentar, porque para ganarse los votos de la gente se necesita mucho más que repartir despensas, se requiere probidad en todo el sentido de la palabra, no sumisión a grupos políticos. Porque lo que Pablo Bustamante le ofrece a la gobernadora es eso, obediencia, nada más y resulta que ella puede conseguirle por beneficio propio una candidatura con relativa facilidad, tiene el poder político para ello.
Pero Pablo Bustamante evidentemente no está listo para ello, porque ahora además de saber que no cuenta con la capacidad para ello, ha dejado de manifiesto la turbiedad de su comportamiento personal, signos indiscutibles de que la ambición por el poder está por encima de cualquier concepto moral. Lamentablemente, más allá de los cómo y los porqués, de las características específicas, Bustamante lo volverá a hacer, seguirá demostrando quién y qué es, en todo caso el problema no es suyo, sino de quien lo siga apoyando y alentando para aspirar a más poder.