En Quintana Roo se registró un aumento de tres mil 780 pacientes con infecciones urinarias en comparación con el año pasado, según el Sistema Nacional de Vigilancia Epidemiológica. Por su parte, Marineé Torres Aguilar, presidenta del Colegio de Médicos del estado, explicó que son varios los factores que detonan este padecimiento; sin embargo, el principal es la falta de ingesta de agua, lo que permite que las bacterias asciendan hasta la vejiga.
Hasta la tercera semana de diciembre del 2023, se registraron 54 mil 474 pacientes con infecciones en las vías urinarias, mientras que en el mismo periodo de 2024 la cifra aumentó a 58 mil 250. De estos, 14 mil 925 son hombres y 43 mil mujeres, lo que representa el 74 por ciento de los casos.
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Las infecciones urinarias son más comunes en las mujeres debido a diversas razones anatómicas, fisiológicas y hormonales. La uretra femenina es más corta que la masculina, lo que facilita la entrada de bacterias hacia la vejiga y los riñones. Otros factores incluyen la flora vaginal, las hormonas, el uso de anticonceptivos, el embarazo, la menopausia y la diabetes.
Las causas principales de las infecciones urinarias incluyen la presencia de bacterias, hongos, especialmente en personas con sistemas inmunológicos debilitados, y en menor medida, virus. En los hombres, la obstrucción del tracto urinario, como la causada por problemas en la próstata, puede aumentar el riesgo de desarrollar el padecimiento.
Los síntomas comunes de las infecciones urinarias incluyen dolor al orinar y necesidad frecuente de hacerlo, especialmente por la noche. También puede haber una sensación constante de urgencia para ir al baño. En casos graves, pueden aparecer sangrados, dolor en el abdomen inferior y la espalda, fiebre, fatiga, pérdida de apetito y malestar general.
El tratamiento es determinado por el médico según las necesidades de cada paciente. Generalmente, consiste en antibióticos, una dieta blanda y poco condimentada, así como la ingesta adecuada de agua.
Si no se recibe el tratamiento adecuado, puede ocasionar daños renales permanentes, como insuficiencia renal, sepsis (una condición potencialmente mortal), y afectaciones graves en los riñones, lo que podría requerir diálisis o un trasplante, aumentando así la morbilidad y mortalidad.
JY