Dora vive en la colonia irregular El Milagro desde hace 15 años, pero solo de escuchar la palabra “Navidad” se le humedecen los ojos. Al instante, recuerda a su esposo, fallecido por COVID-19 hace cuatro años. Dijo que él era quien se encargaba de adornar y preparar todo para las fiestas decembrinas. Sin embargo, desde su partida, ella no celebra ni prepara su casa porque le falta motivación para hacerlo, pese a que tiene un hijo que aún cree en la magia de estas fechas. “De hecho, siempre me preguntan por qué no ponemos árbol, y les digo que no tengo tiempo para eso.
Mi esposo era el que se encargaba de esas cosas; siempre tenía nuevas ideas. Además, no hay dinero. Aunque tengo adornos guardados, no hay ganas. Hay que pagar lo de la escuela de mi hijo, los del cementerio, como cada año, y son 3 mil 300 pesos. Hay muchas deudas. No tengo luz, me cobran 13 mil pesos por un medidor, y pues hay que juntar ese dinero”, comentó. Pero ese espíritu parece ser un denominador común en esta y otras colonias irregulares, pues las condiciones económicas y de servicios públicos no son las ideales para adornar. Primero porque lo fundamental es llevar la comida a la mesa, y segundo, no todos cuentan con energía eléctrica. En muy pocas casas se colocan adornos, y estas fechas pasan inadvertidas para la mayoría.
Sin adornos y con cenas humildes
De los que tienen luz, un bajo porcentaje se anima a colocar luces o árboles navideños debido a experiencias amargas que han tenido, ya que en el pasado se registraron incendios o conatos, precisamente por malas conexiones o exceso de las mismas, lo cual es uno de los principales factores de riesgo cuando ocurre una conflagración. De hecho, según autoridades del Cuerpo de Bomberos, es muy usual que a fin de año tengan que realizar varios servicios, sobre todo en este tipo de asentamientos. Otros habitantes que suelen adornar y celebrar, aseguraron que prácticamente no gastan porque todo lo que ponen lo guardan año con año.
Únicamente para la cena de Navidad y fin de año. “Somos cuatro en la familia y gastamos alrededor de 500 o 600 pesos, pero sólo para lo básico, muy humildemente, como un pollo o un guisado, unos refrescos que no siempre se toman, solo en fechas especiales. Si se puede y alcanza, algo para brindar”, dijo Luz Hernández, quien tiene un puesto de ropa usada que le donan sus familiares, frente al jardín de niños del lugar. Dijo que, como las piñatas están caras, ellos mismos las hacen. Se reúnen con sus sobrinos y deben comprar algunos juguetes, aunque sea de 20 pesos. Mencionó que casi no todos adornan precisamente por el tema de la luz y por recomendaciones de Protección Civil, ya que en muchas viviendas hay muretes que colocó la Comisión Federal de Electricidad (CFE), pero sin medidores particulares, sino para 35 o 40 familias.
Por eso, son constantes los bajones de luz o la falta de suministro, y la difícil accesibilidad en esas zonas aumenta la incidencia delictiva y la violencia. Rosamaría tiene 12 años viviendo en la colonia Santa Cecilia y gastan alrededor de 500 pesos para cinco personas. “De cena hacemos lo básico: un pollo horneado, ensalada y comemos en familia para fin de año. No siempre ponemos árbol, pero esta vez sí, porque me gustan estas fechas, me gustan los foquitos, pero en la colonia no se ven adornos en las casas. Hay gente que adorna, pero otras familias no. Depende de los que tengan luz y algo de dinero. Creo que la gente está más preocupada por lo que queremos, que mejoren las calles, que tengamos servicios y, sobre todo, mayor seguridad, porque últimamente hay mucha violencia en la colonia y tenemos miedo”.
La falta de identidad y tradiciones.
Gente de estas colonias, pero que crecieron en otras ciudades, mencionó que nunca hay convivencia de los vecinos y llama la atención que no se adornen las viviendas o los árboles. “Yo soy de Acapulco, y allá, entre todos adornábamos las calles y las casas. El 24 por la mañana salíamos a lavar la calle para que se viera bien, y acá ni calles hay. Eso te hace extrañar tu tierra con esas costumbres que no veo aquí. Des- de que llegué no he ido a ninguna peregrinación ni a una posada. Ay, qué feo, solo hay peregrinación, pero de la iglesia. No es igual, no me gusta”, dijo Carmen. Muchos de los habitantes llegaron hace décadas a estas colonias.
Ahí nacieron sus hijos y nietos, y están acostumbrados a celebrar poco y no adornar sus fachadas. Pero los que tienen dos o tres años se niegan a ser contagiados de ese desinterés por las tradiciones y, aunque con poco, intentan poner un pequeño arbolito, comprar algunas luces, aunque sean de segunda mano, pero sí es importante festejar al menos estos días, en medio de tantas carencias que se padecen en este tipo de asentamientos. Para muchas familias de estas colonias, lo importante de las fechas no es poner un árbol navideño con adornos coloridos, sino la convivencia. El poder reunirse los días 24 y 31 de diciembre. Aunque en otros casos no celebran por la religión que profesan, como el de Ramiro, que es pentecostés, y para ellos el día 24 es como cualquier otro. El 31 se reúnen con los hermanos a platicar testimonios y convivir. Comen cochinita y relleno negro.
Los deseos navideños y el Día de Reyes
En general, los habitantes de estas colonias no están muy motivados por la época, y más que esperar las fiestas para celebrar, lo que desean y pedirían a Santa Claus o a los Reyes Magos sería, sin duda, certeza jurídica para sus predios, calles pavimentadas, luz, agua, alumbrado público y seguridad. Además, en estas colonias hay muchos niños y, aunque no todos conocen el significado de la Navidad y el Día de Reyes, hay pequeños que nunca han recibido un obsequio. Por ello, varias asociaciones civiles hacen colectas de regalos para llevarlos a zonas alejadas, no solo de la ciudad, sino de comunidades como Leona Vicario y Kantunilkín, donde las necesidades son muchas.
Este es el caso de “Juntos por Ellos”, un programa enfocado hace 11 años en recolectar juguetes y regalarlos el 6 de enero. Por otro lado, personal del Departamento de Gestión Social del Ayuntamiento de Benito Juárez también realiza su colecta anual para donar juguetes que llevarán a colonias irregulares como: Tres Reyes, Avante, El Milagro, El Porvenir, Provenir II y La Chiapaneca. Aunque, realmente, lo que desearían los niños y adultos sería menos inseguridad.
“En estos lugares es donde se refugian muchos delincuentes o vienen y lo usan como basurero de ‘muertitos’. Robos, como tal no hay, pero viene gente de afue- ra a matar a personas. No es fácil vivir aquí, ya hay mucha población, y los mototaxis ya no se dan abasto. Pero yo sí tengo esperanza de que algún día nos ayuden a regularizar los terrenos. Eso es lo que más deseamos todos”, dijo Felipa Juárez, mientras tomaba un descanso de una larga caminata con su pequeño hijo.
Hay prosperidad, pero más necesidades
“Ahora ya están mejor que cuando llegamos. Hay más negocios, hemos ido prosperando, pero con nuestro propio esfuerzo. No le debemos nada a las autoridades, y creo que ellas nos deben mucho porque, aunque no nos quieran ver, aquí estamos, aquí vivimos y sí existimos.
No solo para cuando hay elecciones”, dijo Joaquín May. Ante la falta de apoyo del municipio, los habitantes de algunas colonias han sabido salir adelante, logrando autoemplearse, vendiendo cosas que ya no necesitan, pero que alguien más sí; además, cada vez es más común ver tiendas de todo tipo, farmacias, sitios de Internet. Hay carnicerías, pollerías, verdulerías o tlapalerías, lo que les facilita un poco más la vida y evita que deban salir de su colonia si no es necesario. Pero, sin duda, en la mayoría de los asentamientos están marginados y los colonos tienen muchas necesidades. El problema de los asentamientos irregulares en Cancún literalmente tiene su origen desde el nacimiento de la ciudad, en la década de los 70, debido a la falta de planeación.
Y pese a que ya se había creado el Comité para la Regularización de la Tenencia de la Tierra a nivel federal, que en 1974 se convirtió en la Comisión para la Regularización de la Tenencia de la Tierra (Corett), aunque en 2016 cambió su denominación a Instituto Nacional del Suelo Sustentable (INSUS), y a pesar de los esfuerzos por regularizar el crecimiento vertiginoso que ya se vislumbraba, nunca se pudo frenar este fenómeno social que a la fecha sigue, con más de 200 colonias irregulares, donde habita un tercio de la población. Actualmente, hay unos 80 asentamientos en proceso de regularización. Mientras tanto, las amas de casa deben hacer malabares para que la economía y los gastos familiares diarios alcancen al menos para lo básico. Pero otro de los serios problemas es la movilidad en las colonias irregulares, porque la mayoría de las calles son de tierra o gravilla, lo que dificulta el tránsito de vehículos, especialmente durante la temporada de lluvias.
La nula nomenclatura hace que sea muy complicado navegar por las calles y encontrar direcciones si no se está familiarizado con la zona, sin mencionar la escasa o nula iluminación en las calles, lo que hace peligroso transitar por la noche. Algunas colonias están ubicadas en áreas alejadas o con acceso limitado, lo que obstaculiza la llegada de servicios de emergencia como ambulancias y carros de bomberos. Las calles son muy estrechas, lo que dificulta aún más el paso de estos vehículos, provocando retrasos en la atención médica, lo que puede poner en riesgo la vida de las personas. La falta de acceso para los bomberos puede provocar que los incendios se propaguen y causen más daños. Además, los colonos a menudo queman su propia basura sin su- pervisión, ya que los camiones recolectores no entran a las calles secundarias. Queda claro que es una cadena de problemáticas las que a diario enfrentan los habitantes de estos asentamientos.