Para este 2025, se anticipa un incremento del 30% en el recale de sargazo en las costas de Quintana Roo, superando las aproximadamente 44 mil toneladas que llegaron en 2024. Este fenómeno se atribuye a factores como el aumento de la temperatura del océano y el incremento de nutrientes en el agua.
Según la Red de Monitoreo de Sargazo, se estima que en 2025 llegarán entre 23 y 25 millones de toneladas de sargazo al océano Atlántico, lo que podría resultar en una temporada alta crítica en las playas de Quintana Roo, especialmente entre mayo y junio.
La temporada de sargazo en el estado generalmente se presenta entre mayo y noviembre, aunque puede variar según las condiciones climatológicas y oceanográficas de cada año. En 2023, por ejemplo, la temporada comenzó en febrero y se extendió hasta octubre, lo que refleja la influencia de factores ambientales en la proliferación de esta macroalga.
El sargazo suele venir acompañado de uvas de mar, que también se consideran parte de esta macroalga. Estas uvas, que son pequeñas burbujas o vesículas que flotan en la superficie, forman parte del ecosistema del sargazo y contribuyen a su estructura. Juntas, el sargazo y las uvas de mar crean un hábitat que puede ser tanto beneficioso como problemático, dependiendo de su cantidad y el contexto en el que se encuentren.
El sargazo no solo impacta la estética de las playas, sino que también puede tener consecuencias ecológicas significativas, como la erosión de las costas y la alteración de los ecosistemas marinos. Su acumulación masiva en las playas afecta negativamente la actividad turística, ya que las áreas cubiertas de algas pierden su atractivo natural, lo que puede resultar en una disminución del número de visitantes y afectar la economía local.