Las llamadas “granjas” o anexos son lugares, muchas veces disfrazados de clínicas de rehabilitación, que ofrecen “ayuda” a personas con problemas de adicciones; sin embargo, hay testimonios de que los pacientes son sometidos a malos tratos, golpes y hasta torturas por parte del personal, por lo que su estadía es un verdadero infierno. Además, sus familias también son afectadas, pues deben pagar las cuotas de recuperación, de lo contrario no los dejan salir, aunque hayan concluido el supuesto tratamiento.
Aunado a esto, no parece que alguien los regule, pues no hay un censo real de cuántos sitios de estos existen en Quintana Roo, aunque de acuerdo con el Directorio de Establecimientos Especializados en el Tratamiento de Las Adicciones en Modalidad Residencial, en su actualización al 16 de agosto del 2018, en Cancún sólo hay dos lugares reconocidos por la Comisión Nacional contra las Adicciones: el Centro de Rehabilitación Hacienda Santa María A.C. y el Centro de Rehabilitación Polariss A.C., ubicado en la delegación Alfredo V. Bonfil.
Las cifras difieren, pues según la Comisión Nacional de Salud Mental y Adicciones (Conasama), de la Secretaría de Salud Federal, en el Directorio de Establecimientos Especializados en el Tratamiento de las Adicciones en Modalidad Residencial, hasta julio del 2024, había 193 centros reconocidos en México, pero ninguno en Quintana Roo; mientras que de acuerdo con el Directorio Nacional de Unidades de Especialidades Médicas, Centros Comunitarios de Salud Mental y Adicciones (UNEME-CECOSAMA), hay ocho en la entidad, pero la mayoría no son reconocidos por las autoridades.
Además, en redes sociales e Internet aparecen varios lugares que se publicitan como centro de ayuda o de rehabilitación, incluso anexos gratuitos, como el Centro Un Nuevo sueño, ubicado en la colonia irregular Santa Cecilia. Incluso los grupos religiosos cuentan con este tipo de lugares, donde de manera espiritual tratan de ayudar a las personas, con apoyo de la familia. Para estos lo importante es que el enfermo en adicción acuda de manera voluntaria.
Capacitación, indispensable
Para el psicólogo Soilo Salazar, los anexos tienen sus pros y sus contras; por un lado, muchos adictos salen adelante y pueden reconstruir su vida, pero también, aunque los responsables de los centros tienen el deseo de ayudar, los “guías” o adictos recuperados que dejan al frente para apoyar a los pacientes no están capacitados y recurren al maltrato.
En su opinión es bueno que existan esos sitios, pero que los responsables se asesoren y se apeguen a los lineamientos que establece la Comisión Nacional contra las Adicciones (Conadic).
Mencionó que, a pesar de las denuncias de maltrato, la familia recurre a estos lugares porque muchas veces ya no saben qué hacer con las personas adictas, que pueden llegar a robar o agredir a alguien.
La Norma Oficial Mexicana (NOM) 028 establece los procedimientos y criterios para la prevención, tratamiento y control de adicciones que deben aplicarse en establecimientos del sector público y privado.
Violencia y muerte
Luis “N”, maestro albañil ingresó hace algunos años a un anexo, por iniciativa propia, pues perdió el contacto con su familia y sus ocho hijas por culpa de las adicciones; sin embargo, luego de dos meses de maltratos y hambre, entendió que no le serviría de nada y lo abandonó.
“Estuve en Chetumal a los 29 años, pero sólo dos meses porque te tratan mal, te racionan la comida, el agua; duermes en el suelo, te bañas con agua fría y en las madrugadas te despiertan mojándote y te sacan a golpes”, contó.
Recientemente, uno de esos centros fue clausurado en Chetumal, luego de la denuncia de uno de los pacientes, por violencia. Ahí rescataron a 11 personas, entre ellas, menores de edad; y anteriormente se liberaron a 11 mujeres en otro anexo femenil.
Por Esto! hizo un recorrido para detectar algunos anexos que se publicitan en Internet, pero la mayor parte ya no existe o no tiene algún distintivo para confirmar su ubicación; además, nadie responde cuando se llama a la puerta o reja, por lo que se complica dar con la dirección exacta.
Hay uno llamado “Una Luz en mi Camino”, que incluso tiene pintado su aviso de funcionamiento y cédula (83359); sin embargo, el encargado comentó que no podía dar ningún tipo de información sobre los servicios que brindan, aunque son gratuitos, procuran respetar la integridad humana y la estancia es voluntaria.
Hermetismo y desconfianza es el denominador común en los anexos, ya sea porque no son lugares debidamente certificados o regulados, o para cuidar la privacidad de los pacientes, pues la rehabilitación está asociada con adicciones o mala salud mental, lo que puede generar estigma social; asimismo es por tema de seguridad, para proteger a los internos y al mismo personal de posibles ataques, que ya han ocurrido.
En 2020 uno de esos sitios, ubicado en la Región 95 de Cancún, dejó dos pacientes muertos y otros dos heridos, luego que un grupo armado abrió fuego contra algunos adictos que se rehabilitaban allá.
Problema creciente
EI Centro de Integración Juvenil (CIJ) en Cancún, en su reporte del 2023, indicó que el 60 por ciento de los jóvenes que iniciaron el consumo de algún tipo de droga estaba en el rango de los 10 a los 24 años de edad
Las cifras arrojaron que el mayor porcentaje de los jóvenes son adictos al alcohol (67 por ciento), seguido del tabaco, como drogas de uso legal, y después aparecen la marihuana y la cocaína como sustancias ilegales, además de otro tipo de estupefacientes. La mayoría de los pacientes que acuden al CIJ, son funcionales, es decir, realizan alguna actividad y por lo general son estudiantes de bachillerato o tienen un empleo inestable.
GC