En los últimos días han trascendido diferentes hechos relacionados con la zona de invasión de Chetumal, conocida como "la sabana"; la cual cada vez se pone más peligrosa, pues se han reportado riñas, amenazas e incluso homicidios derivados de esta situación, por lo que algunas personas han decidido abandonar el espacio que ocupaban en ese lugar.
Las colonias que se encuentran envueltas en esta problemática son Paraíso, El rosal, Antorchistas etapas 4 y 5, Pericos, Rosales, Villas Bugambilias etapas 4 y 5, La alegría, y Dos Aguadas, además de seis asentamientos irregulares que no tienen nombre, pero que ya cuentan con trabajos de desmonte para que los predios sean ocupados por quienes se presumen como dueños de estos.
De acuerdo con las autoridades, se cuenta con información acerca de siete personas que resultaron lesionadas tras enfrentamientos físicos derivados de disputas por los predios, así como de dos casos de levantones, por el mismo motivo; los cuales han ocurrido sólo en los últimos dos meses, teniendo en cuenta que esta situación se viene arrastrando desde tiempo atrás por la omisión de las autoridades locales.
Al respecto, las personas que habitan en dichos asentamientos han mencionado que esto ha escalado al punto de que se presentan personas armadas para exigirles que paguen cuotas por vivir en esa zona, sin embargo, los extorsionadores tampoco cuentan con un título de propiedad que los respalde, pero quieren quedarse con las tierras al considerar que han adquirido plusvalía.
Se cree que las nuevas obras que quedaron en la cercanía de “la sabana”, como la estación del Tren Maya y el parque Quintana Roo, han provocado que esta zona ahora sea peleada; sobre todo, luego de que se ha especulado sobre la posibilidad de que se construya una carretera alterna para entrar y salir de Chetumal, que también permita una conectividad más directa con el canal de los piratas de Bacalar.
Cabe mencionar que las personas que llegaron a habitar en esta zona de la ciudad lo hicieron creyendo que se trataba de predios que podían ser privatizados con el pago de 75 mil pesos, con la facilidad de pagarlos a través de pequeñas mensualidades fijas; siendo decenas de familias las que se asentaron en el lugar con la ilusión de ir forjando un patrimonio para sus hijos, por lo que nunca esperaron enfrentar esta situación.