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Esta es la trágica leyenda que alberga el cenote Zací

Se dice que una hechicera puso una maldición en sus aguas, por el sacrificio de dos amantes que tenían un amor prohibido
FOTO: Luis Pérez

El cenote de Zací ubicado en Valladolid, Yucatán, famoso por su gran caverna, de 45 cm de diámetro aguarda un historia trágica ocurrida alrededor de 1543 durante el imperio de los Cupules y Cocomes.

Se cuenta que en su bóveda vivía una curandera y hechicera, patrona de la familia Cocom; una anciana con mucho poder. En ese tiempo había dos familias que se disputaban el mando. El cacique Halach-Huinic de los Cupules (el hombre verdadero) era el que gobernaba, y tenía un hijo llamado Hul-Kin (rayo de sol).

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Al principio, Hul-Kin y Sac-Nicte parecían odiarse y peleaban. Sin embargo, al llegar a su juventud, surgió un apasionado amor. Sac-Nicte era inocente y pura. Sin saberlo ni la hechicera ni el cacique, ellos se veían a escondidas y en unos meses ella se entregó a él. A pesar de que guardaban en secreto su amor, el cacique se enteró y, enfurecido, envió a su hijo a un pueblo del sur de la península, con cuyo cacique ya había tratado una alianza: casar a Hul-Kin con la princesa de aquel lugar.

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Sac-Nicte, perdió la alegría. Estaba embarazada y no quería vivir más. La abuela, afligida y preocupada, le prometió que con la ayuda de los dioses y sus hechizos le traería de vuelta a Hul-Kin.

Con el tiempo, Hul-Kin pareció olvidarse de Sac-Nicte. Su nuevo amor y prometida era igualmente bella. La hechicera quemaba copal y pedía ayuda a los dioses con todas sus fuerzas todas las noches de luna llena. Hacía sortilegios y suplicaba el regreso de Hul-Kin para devolverle la alegría al corazón de su nieta, quien, por las noches, como parte del ritual, se bañaba desnuda en el cenote, con los animales nocturnos como testigos mudos de su dolorosa esperanza.

Un día, Sac-Nicte se enteró de que Hul-Kin se casaba, por ello la noche antes de la boda amarró una piedra a su larga cabellera y se arrojó a las aguas del cenote. En ese preciso momento, Hul-Kin sufrió un fuerte dolor en el pecho y tuvo un atroz presentimiento que lo obligó a regresar a Zací.

 Al llegar, encontró a la hechicera llorando y maldiciendo enloquecida. Al enterarse de todo, Hul-Kin se arrojó al cenote para morir con su verdadero amor: Sac-Nicte. La hechicera se acercó al borde de la bóveda y, tirando una flor blanca, gritó sollozando: “Sac-Nicte, ¡te he cumplido! Te he traído a Hul-Kin, y ¡estará contigo para siempre!”.

 En un arranque de ira, la hechicera puso una maldición en el cenote: cada año, cuando el manto verde del agua se tornara oscuro, el cenote cobraría una vida en sacrificio por ese gran amor prohibido.