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“Cuando le conviene, el Ayuntamiento de Mérida considera Xcumpich como colonia para cobrar predial y otros servicios y cuando no, es comisaría. Pero la verdad es que de los antiguos henequenales sólo queda el recuerdo porque ahora estamos rodeados de fraccionamientos y privadas residenciales”, dijo ayer la comisaria municipal Gabina del Rosario Mex Vivas.
En esta comunidad, que se ubica al norte de la ciudad, habitan unas 700 personas originarias de este lugar y poco más de 300 más que han llegado de otros puntos del estado y de la República; en esa comisaría se han edificado hoteles, fraccionamientos, grandes plazas comerciales y un sinfín de negocios.
“Llegaba el momento en que la gente reclamaba el cobro del predial muy alto porque pagamos como si fuéramos una colonia y en la misma dependencia les llegaron a decir: “si no tienes para pagar vende tu terreno”, y eso nos molestó mucho porque no tienen ni idea de lo que les están diciendo; eso fue hace unos años. El predial carísimo, el agua potable, la luz, todo”.
Mex Vivas indicó que aún hay familias descendientes de aquellos matrimonios que trabajaron en los henequenales.
“Quedan todavía; las casas no son tantas pero en una casa viven tres o cuatro familias; los hijos que se casan se quedan ahí pero en el Ayuntamiento no nos aceptan la forma de vivir en una comisaría pero esa costumbre que hay acá, si algún hijo quiere solicitar un beneficio del programa de vivienda le piden el título de propiedad y como no hay porque su mamá o su papá le regaló un pedazo de tierra ya no lo toman en cuenta, quedan fuera de ese tipo de programas porque no todos tienen sus títulos; a pesar de que ya nos invadió la ciudad hay gente arraigada a la forma de vida de una comisaría”, añadió.
Dijo que la gente sigue vendiendo sus propiedades, sus casas, porque les resulta más económico vivir en otros lados de la ciudad porque las mismas autoridades les dicen que los recibos llegan altos por la plusvalía del lugar donde se ubica este pueblo.
Por su parte, la señora Dalia Marbella Sansores Bojórquez y su hija Dalia contaron cómo eran aquellos tiempos que hoy extrañan.
—“Aquí nací en Xcumpich hace 77 años, ya no es comisaría ahora es colonia, antes vivíamos del trabajo que hacían los señores en el henequén, en el campo, sembraban de todo, era un pueblo de campesinos, mi esposo aparte de trabajar las tierras sembraba hortalizas y a las 3 de la madrugada entregaba verduras en el mercado a los dueños de los súper mercados, llevaba camionetas llenas de remolacha, repollo, camiones con sandías, a mí me llenaba media casa de sandías para que las regalara pero a quién se las daba si todos se dedicaban a lo mismo, mejor se las comían mis gallinas”.
En aquellos tiempos no había siquiera calles trazadas ni mucho menos pavimentadas, sólo un camino por donde entraban los tráileres al henequén, afirmó doña Dalia.
“Antes sólo había un acceso al pueblo donde entraba el tráiler al henequén porque donde está Cordemex y las grandes plazas de los alrededores era puro henequén al igual que el tramo de la carretera que va a Progreso”, indicó.
No había transporte
“Hay una calle que va al Siglo XXI, ahí pasaba la plataforma jalada por un caballo sobre los rieles del tren, en la que se iba la gente a comprar sus despensas hasta Chuburná; no había coches, aquí no había nada ni tiendas así era nuestra vida; mi esposo Roger Chan Osalde (ya fallecido) tenía sus caballos, si se te olvidaba comprar algo no había donde comprarlo por acá”.
Extraña aquella tranquilidad
“La tranquilidad empezó a perderse cuando llegaron las grandes empresas a los alrededores, los de acá vendieron sus tierras, había quien era dueño de hasta una manzana de terreno; antes regalado hacían los terrenos, usted llegaba y veía una casa que tenía un hilito en la puerta, significaba que no vivía nadie y te metías a vivir y trabajabas en el henequén”, comentó.
Doña Dalia dijo que aún hay algunas personas que nacieron en Xcumpich pero ya son pocos, muchos ya fallecieron y otros vendieron sus tierras y se fueron.
—“Hay algunas personas más grandes que yo, doña Eva ya está muy viejita, está enfermita; doña Eva Borges va a cumplir 90 años, vive frente al parque, yo me casé a los 17 años; no había luz hasta que mi hijo cumplió doce años, metieron la corriente hace 47 años, antes no había lavadora, refrigerador, comprábamos una barra de hielo cuando pasaba el “hielero”.
“Como comisaría no deberíamos de pagar predial ni nada de esas cosas pero el Ayuntamiento de Mérida nos cobra todo porque ya como comunidad quedamos dentro de la ciudad entre las grandes fábricas, plazas y lujosas casas, pasan los carros y hacen mucho ruido, pitan y si extraño aquella tranquilidad, aquellas casas de madera y de lámina”, concluyó.
(Texto y fotos José Luis Díaz Pérez)