PROGRESO, Yucatán, 28 de octubre.- En el enigmático mundo subterráneo de la geología peninsular, o ríos subterráneos, constituye hoy en día un eslabón más de las maravillas naturales de México y del mundo.
Los cenotes, como se les conoce en la Península de Yucatán, donde el punto de vista mitológico de los ancestrales mayas, son el punto cosmogónico de entrada al inframundo intangible de las energías, un universo aparte y selectivo en donde reposan los muertos y las deidades que dieron fe a la gran civilización maya.
Es un tema, que además de la percepción geo-hidráulica e irrigatoria de la selva de Yucatán, Campeche y Quintana Roo, principalmente es conocido para muchos como pozos y cavidades formadas en el pleistoceno, aproximadamente, cuando se cree que emergió la Península, de los mares, en un proceso lento y dinámico, como un arrecife orgánico y con cavidades de aire, que posiblemente, con los acontecimientos de su evolución, incluyendo los impactos de asteroides como el de Chicxulub y otros, crearon conformaciones oceánicas y transformaron la carstación interior, en los que ahora son ríos subterráneos, o cenotes (dzonot en maya), lugares sagrados.
Visitar estos parajes ha dado pauta a muchas publicaciones e investigaciones de espeleólogos, periodistas y empresas turísticas, ya que estos lugres mayormente se encuentran debajo de la tierra, formando grutas, fósiles y activas (secas o inundadas), lo que le da una gama de aventura e inspiración, por el conocimiento de la información que se esconde en sus prehistóricas columnas de estalagmitas y estalactitas.
El visitante se puede autotransportar en una cámara de tiempo y de dimensión física, en un universo de energías de dualidades y pensamientos inmemorables.
Hablar de los cenotes nos lleva a una interminable conjetura sobre sus inicios y las leyendas prehistóricas de la gran civilización maya, que desde el período preclásico formativo ya funcionaban como centros ceremoniales, de protección a los grupos étnicos de los elementos y fuente de vida, dando el agua como principal agente de subsistencia.
Los de sistemas interconectados de cavernas inundadas se han dado a conocer en muchas partes del mundo por su misterio, y gracias a la titánica labor de agrupaciones de buceo, del espeleólogo científico, y los mismos mayas, deportistas, aventureros guías arqueológicos, etc.
En la actualidad, la gama de cavernas descubiertas asciende a cerca de 5 mil en toda el área peninsular, y se cree que puedan existir más laberintos interminables.
Es realmente admirable poder penetrar en ellas y configurar el tiempo capturado y testimonios encontrados en vasijas de cerámica, esqueletos, fósiles de animales extintos e inscripciones antiguas en petroglifos, artefactos y la experiencia surrealista o infrarealista para cualquiera que visite estos lugares (algunos no conocidos y con poca accesibilidad).
La situación geográfica de muchos ya son operados turísticamente, pero en otros se necesita de guías especializados y conocedores de la cueva y los rumbos, porque también representan riesgos inéditos el querer aventurarse sin adiestramiento, apoyo logístico o expertos en el área.
Las cuevas son elementos icónicos de la selva, aún intocable por el extremado desarrollo turístico y es importante concientizar a los visitantes y al turista de estas riquezas naturales y protegerlas, no solamente como un patrimonio de la humanidad, sino como un elemento de la sustentación de la vida básica.