Sigue siendo verdad: la periodista y conductora Lolita Ayala da muchas noticias en pocas palabras. Apenas ayer, en la entrada del campus de la Universidad Modelo, puso en práctica ese lema que le ha otorgado una identidad propia: en sólo unos minutos hizo un recuento puntual de su trayectoria en el oficio. Así, su premisa esencial continúa tan vigente como entonces, como hace 45 años cuando comenzó en calidad de reportera televisiva, “aunque yo quise estudiar medicina, quise ser médica, mejor dicho. Sin embargo, la vida me llevó por otros caminos, por los caminos de la televisión, pero mi pasión siempre fue la medicina”.
-¿A qué especialidad clínica hubiese querido dedicarse?
-Pues médico general, había yo pensado. Pero cirujana, sin duda. A mí me encanta entrar a los quirófanos y ver la maravilla que es el cuerpo humano y cómo se puede curar con una pequeña ayuda de los doctores –explica con una sonrisa.
De traje sastre negro, llegó a la universidad acompañada por su familia que radica en Yucatán desde hace 50 años. Su hermano Francisco Ayala, “y todas ellas, porque aquí somos muchas Lolas, unas Ayala y otras de Ayala”, le dijo al rector Carlos Sauri Duch, quien salió a recibirla bajo el sol del mediodía.
“Por eso digo que Yucatán es mi pueblo y digo que Mérida es mi casa; he venido muchas veces desde que mi hermano radica en esta bella ciudad; de no ser por el calorón, yo viviría aquí”.
En esta ocasión, Dolores Ayala Nieto, mejor conocida como Lolita Ayala, vino a Mérida para recibir el Micrófono de Oro, máximo reconocimiento que otorga la Asociación Nacional de Locutores de México, Delegación Yucatán, en el marco de la XIII Jornada de Locución. El evento “La voz femenina en el micrófono: Homenaje a Lolita Ayala” se llevó a cabo en el teatro de la propia universidad. Además de su trabajo periodístico, la conductora televisiva tiene un espíritu altruista: dos fundaciones que velan por la salud de los más necesitados; una de esas instituciones se encarga de la sensibilización con respecto a la donación de órganos. No obstante, su existencia se ha centrado en el periodismo.
-Usted tuvo una gran escuela con Jacobo Zabludovski ¿Qué aprendió de él?
-Definitiva le aprendí todo. Tanto a él como a Luis Spota. Tuve el privilegio de entrar a la televisión cuando no había prácticamente mujeres. Yo fui la primera mujer que tuvo un noticiero propio en la televisión, en 1987. Antes se decía que la mujer no tenía credibilidad, por eso siempre ponían a hombres como titulares y las mujeres siempre éramos las segundas, las sustitutas. Pero, como te decía, tuve la oportunidad de empezar con Luis Spota, con un programa que duró dos años, y luego con Jacobo. Así que tuve a los mejores maestros de periodismo. A Jacobo le aprendí todo: a ser veraz, a ser concisa, porque además yo tenía la sección de muchas noticias en pocas palabras. De Spota recibí clases de periodismo todos los días. Por fortuna, cambió la idea de que a la mujer no se le tenía credibilidad: a la mujer sí se le puede confiar y ahora vean: creo que hay más mujeres que hombres en la pantalla. Están por todos lados y eso me da mucho gusto.
Ayudar, la gran satisfacción
-Haciendo un balance sobre su trayectoria ¿cuáles cree usted que fueron sus mayores logros y qué le faltó por hacer?
-Tengo la fortuna de decir que casi todo lo que quise lo cumplí. El periodismo televisivo fue lo más importante, porque, además de informar, también me abrió las puertas para ayudar a los que menos tienen. Gracias a Dios la gente me tuvo confianza y me conoció durante los años que estuve en Televisa. Eso significó que siempre fui responsable y por ello duré tanto. Gracias a esa permanencia, se me han abierto las puertas de empresas y de muchas personas para ayudar a los más pobres. La televisión también me permitió hacer programas de medicina, de salud. Tuve la oportunidad de hacer programas médicos para la Secretaría de Salud del Gobierno Federal transmitidos por Canal 2 y, aunque tenía un horario muy temprano, me conectó con hospitales e instituciones para ayudar a gente enferma y sin recursos. La vida me llevó a la televisión y ayudar fue, para mí, una gran felicidad, una satisfacción.
“Estuve 45 años yendo a Televisa, todos los días, incluso los fines de semana; toda la vida hice dos o tres noticieros diarios con Jacobo. Al final tuve un noticiero para mí, pero luego decidieron en Canal 2 que sólo querían cara jóvenes a cuadro. Uno de los líderes de la empresa, un alto ejecutivo, dijo que sólo caras jóvenes y mi cara ya no es tan joven ¿verdad?... Ese fue el motivo por el cual fui destituida de la empresa. Desafortunadamente, les fue mal. Digo desafortunadamente, porque yo hubiese querido que ese noticiero continuara, pero murió con una cara joven. Murió. Se les fue para abajo con una cara joven, se les fueron los anunciantes. Y eso me da mucha tristeza porque yo estaba a cuatro meses de cumplir treinta años con el programa. Ya no se pudo”, reflexionó la conductora.
Sobre los noticieros que se producen y transmiten en redes sociales, Lolita Ayala dijo que han terminado por golpear a los noticieros de la televisión, aunque “siempre habrá gente para la tele. No hay que olvidar a las personas de cierta edad, de la tercera edad, por ejemplo, que siguen viendo televisión. Y luego está la gente sin recursos y que no tiene acceso a internet ni forma de enterarse por otros dispositivos. Hay que tener en mente a la gente mayor y a quienes no tienen capacidad económica. Ellos seguirán viendo la televisión”.
El homenaje está por iniciar. La gente se moviliza hacia el teatro. Lolita Ayala avanza en compañía de los locutores y sus familiares. En sus ojos cabe toda la luz del día. Parece feliz. Uno de sus anfitriones la detiene. Faltaba algo: una rosa para Lolita. Esa es la noticia… en pocas palabras.
(Joaquín Tamayo)