Yucatán

Roldán Peniche Barrera

Yucatán Insólito

El tiempo es como el viento: pasa volando sin darnos cuenta.

Un año ha transcurrido de la inesperada muerte del notable pintor y maestro Juan Ramón Chan, y hoy, primero de noviembre del 2018, se cumple el primer aniversario de tan doloroso hecho.

No podemos borrarlo de nuestra memoria: hace un año en el preciso Día de Difuntos, en la madrugada, nos comunicó, el Dr. D. Tomás Mendiburu, bañado en lágrimas, la fúnebre noticia del funesto deceso de uno de los pintores yucatecos más importantes de los últimos tiempos. Nos fue difícil, al escuchar las llorosas palabras del doctor, aceptar ese hecho. Todavía a las dos de la tarde del día anterior habíamos compartido el café en “La Punta del Cielo” en compañía de un escritor chihuahuense, del profesor Leojemar y posiblemente el mataor Julianillo que andaba por allá.

Pero era cierto y las Parcas ya se habían adueñado del cuerpo de un viejo y querido amigo, modesto, sincero, valioso y generoso. Ese mismo día, temprano en la mañana, acudimos al velorio en una funeraria de la calle 59 donde lo vimos, ya difunto, por última vez pues nos resistimos a acudir a la cremación, a la que sólo asistió la familia.

Juan Ramón, con todo su talento, fue un pintor de mala suerte. Siempre le fueron negadas -por egoísmo o por simple capricho de las autoridades “culturales”- las salas de exposiciones que disfrutaban pintores de pacotilla, infinitamente sus inferiores (con ciertas excepciones). Por ello nadie tuvo acceso a admirar su espléndida colección de “hamacas” (para nosotros, su obra mayor) hechas con esa pasión y ese sentimiento que lo caracterizaban y de las que ignoramos qué destino les espera.

Juan Ramón ilustró varios de nuestros libros magistralmente y teníamos planes que ya nunca se concretarán. Digamos una plegaria por él, a un año de su muerte.