Yucatán

D´Click España en la gala de clausura de Yucatán Escénica

Víctor Salas

Disculpas antes que nada por el error cometido al escribir en mi nota anterior que el Festival Yucatán Escénica, llegaba a su décima edición. Este 2018, cumplió su noveno año de vida llena de salud.

Con la maestra Lourdes Luna en el escenario y los actuales integrantes de CRESSIDA-DANZA -que hicieron posible la logística, la organización, las hojas de ruta y la supervisión de actividades- , se dijeron las palabras de despedida o clausura de la presente edición de Yucatán Escénica. Festival marcado por la novedad y la brillantez cualitativa en los eventos presentados.

El grupo D´Click, de España, cerró el festival, presentándose en el teatro Peón Contreras, ante nutrida concurrencia en la que destacaba una enorme cantidad de gente joven, involucrada, apegada o incorporada al proyecto educativo del Conservatorio de Danza, que es de donde se arraiga CRESSIDA.

Trabajos escénicos como el de D´CLICK son de enorme atractivo, no por su parafernalia escénica, sino por todo lo contrario, que se traduce en talento, más talento y solo talento. Lo preciso es lo suyo, y esa precisión se usa desde las aristas de la imaginación.

Si bien es cierto que algunas de las tareas escénicas y corporales de los tres artistas de D’CLICK, las podemos encontrar, en obras de la Era Soviética, en el Circo de Pekín o en el de Moscú, la diferencia la hallamos en el manejo de las ideas, utilizadas magistralmente por los artistas españoles, en una propuesta para tres personajes ubicados en una isla.

¿Sueño, realidad o fantasía? ¿O, todo a la vez? ¡Qué importa! A fin de cuentas todo arte es una mentira, una mentira maravillosa que nos permite vivir lo que no somos, ni hicimos o que solamente sucedió en nuestra capacidad imaginativa. Lo hermoso de esa mentira, es concretarla, humanizarla, y transmitirla a los semejantes para su placer y para que hagan suya esa experiencia irreal.

Eso, precisamente eso, nos conjugaron Ana Castrillo, Javier Gracia y Hugo Gauhtier, quienes nos mostraron el control y dominio de la suavizansa en un mástil que utilizaron para relacionarse con cada uno de sus implementos, ya fueran una galleta, una taza, la palmera, los cajones o los cachivaches escondidos en la canasta del mástil multiusos, que fue utilizado como conclusión de la historia de tres náufragos representados por este trío de actuantes maravillosos. Y digo actuantes, porque lo suyo tiene el matiz de la diversidad, lo indefinible o lo vigente en países desarrollados. Esa vigencia es la mezcla de géneros en la pesquisa de una idea trabajada en la escasez de recursos materiales y económicos.

El público vivió momentos felices ante una bien lograda prestidigitación, actos casi de magia y de un esmerado trabajo en el mástil que sirve, inicialmente de palmera isleña, y finalmente de base para la instalación de unas velas que sugieren el retorno pero, ¿a dónde? ¿A la fantasía o a la realidad?