Yucatán

Tenemos aeropuerto para 80 años, dice Héctor Navarrete Muñoz

Aquí nunca será el mismo día. Los aviones no esperan ni en la pista ni en el aire. Despegues y aterrizajes, bienvenidas y adioses: recién casados que dejan el ramo en la capilla ilusionados con la luna de miel y gente que se separa a veces para siempre; entre ese tráfico anónimo que viene y va en pos del cielo abierto o en busca del destino en tierra firme, Héctor Navarrete Muñoz ha pasado los últimos veintitrés años de su existencia como administrador del Aeropuerto Internacional de Mérida “Manuel Crescencio Rejón” y, desde hace veinte, en calidad de director regional de Aeropuertos Regionales del Grupo Aeroportuario del Sureste (Asur).

Ocho aeropuertos de la región están a su cargo: Mérida, Cozumel, Tapachula, Minatitlán, Veracruz, Villahermosa, Huatulco y Oaxaca. Su efeméride laboral se cumplió el pasado 31 de octubre, pero este Licenciado en Economía jamás ha perdido su capacidad de asombro, de sorprenderse con el itinerario de su propio vuelo, el del compromiso.

“Es que a un aeropuerto hay que cuidarlo como a una familia, todo el tiempo, las veinticuatro horas del día, en eso se parecen uno y otra… No hay magia por sí sola. Toda magia necesita un mago: eso es trabajar, hacer que las cosas sucedan”, reflexiona desde la Sala de Juntas de la oficina de Relaciones Públicas.

“Técnicamente, el Aeropuerto Internacional de Mérida tiene una vida activa para lo que resta del siglo, unos 80 años por lo menos”, explica.

No quiso ser “aviador”

Elocuente, con sentido del humor, confiesa que no le hubiera gustado ser piloto, “porque a mí me gusta trabajar y cobrar. No me gusta trabajar y no cobrar. Yo desquito el sueldo desde temprano”, sonríe.

-En realidad, a mí me gusta administrar los recursos humanos que son maravillosos; se pueden hacer cosas impresionantes. Yo he podido ver cómo la gente va creciendo. Muchos de mis colaboradores hoy son administradores; he visto la fortaleza que han adquirido. En el aeropuerto se ha visto claramente. Esa es una gran satisfacción. Hay que hacer más con menos. Al final, la vida te hace cuentas. Yo por eso creo que el trabajo es fundamental: soy un apóstol del trabajo —se autodefine.

-¿Cómo fue el principio de sus funciones en este cargo?

-Aleccionador. Cuando vine era una dependencia federal. Se llamaba Aeropuertos y Servicios Auxiliares. Fue en 1995. El entonces presidente Ernesto Zedillo quería privatizar los aeropuertos y buscar a alguien con un perfil empresarial para modernizarlo y prepararlo para la privatización. El primer grupo aeroportuario que se privatiza fue el del Sureste mexicano. Y, claro, trabajé del 95 al 98 en la preparación del aeropuerto. Yo pensé que estaría año y medio, dos años aquí, cuando mucho, y ya llevo 23. Ha sido una historia fascinante, una oportunidad extraordinaria de experiencias y para servir. Los aeropuertos en todo este tiempo han cambiado mucho. Antes eran entidades que el gobierno ponía para transformar la economía del lugar. Cuando se da la privatización en México se hizo a partir de la apertura a la inversión extranjera. Aquí vinieron españoles, franceses y daneses que, con unos mexicanos, formaron Asur. A fines del siglo XX la tendencia era privatizar aeropuertos en Argentina, Chile, Ecuador. En esa negociación entraron muchos criterios. La privatización de México fue de las más equilibradas. Nunca pensé ser administrador del aeropuerto. Primero fue un híbrido con acciones del Gobierno Federal y de los privados. Entonces me quedé. Y me tocó, por ejemplo, ser el primer mexicano como director de operaciones en la privatización del país. Eso fue porque yo estaba aquí, por supuesto. Estoy agradecido con Dios por todo esto.

“Wilma”, la noche más larga

-¿Qué pasó después?

-Llegó el año 2000 y decían que todo se iba a apagar en los aeropuertos. Recuerdo que la noche del 31 de diciembre de 1999 todos los administradores teníamos que estar porque decían que los equipos se iban a apagar al empezar el nuevo siglo; al final, no pasó nada, pero fue una noche memorable. Así nació el 2000. Luego tuvimos una experiencia significativa, un hecho que nos marcó, algo muy fuerte, en el 2005, cuando llegó el huracán “Wilma”. Ese fenómeno marcó muchas cosas, muchos cambios, en la aeronáutica, no solamente en Mérida o en el aeropuerto de Cancún o México, sino a nivel internacional, porque a partir de eso fundamos el Seminario Internacional de Aeropuertos que desde hace 13 años se lleva a cabo; se realiza en Mérida y en Miami. Se creó después de la experiencia de “Wilma”. Se dice que ese momento fue la noche más larga del aeropuerto de Mérida, porque nadie durmió durante más de 72 horas. Tuvimos que recibir a todos los aviones que en vez de ir a Cancún venían aquí. Y todos los pasajeros que estaban en los albergues de Cancún también vinieron para acá. El equipo de ASA, de mexicanos, era extraordinariamente eficiente y gracias a ello pudimos dar los servicios completos. Antes había pasado lo del 11 de septiembre del 2001, en Nueva York, que marcó también a los aeropuertos, porque la seguridad en las terminales cambió. Eso nos tocó vivirlo aquí. Cuando sucede lo de las Torres Gemelas estaban en Mérida los inspectores americanos de la TCA y pudimos analizar con ellos lo que pasó. Ellos vieron los procedimientos que teníamos en este aeropuerto. Por eso fue uno de los primeros en certificarse con la triple A, que es la calificación más alta; les llamó la atención un procedimiento que inventamos en Mérida: habíamos puesto unas cámaras para grabar los filtros de seguridad; entonces ahí se grabada a la persona que pasó, así como el equipaje documentado, para que nada se pierda. Esas cosas nos han permitido trascender internacionalmente. Por ejemplo, lo de “Wilma”, la OACI, que es la Organización de la Aviación Civil Internacional, que manda en todos los aeropuertos del mundo en cuanto la operación aeroportuaria y en la cual están todos los países, no contaba con un programa de emergencia contra huracanes. Propusimos entonces en Canadá que los aeropuertos alternos tuvieran un rol fundamental durante un huracán, todo ello por la terrible experiencia de “Wilma” que no golpeó a Yucatán, pero sí a Cancún. En suma, eso es lo que hace una terminal alterna: se pone de espejo el aeropuerto que sufre la emergencia y cumple las funciones de ese aeropuerto. Por esto viene a colación lo de las Torres Gemelas porque se había cambiado la seguridad, pero de aquí salieron cientos de vuelos y ninguno fue rechazado, porque cumplieron con todos los procedimientos. Se hizo un equipo con diversos organismos e instituciones como la Fuerza Aérea, entre otros. Entonces se nos reconoció internacionalmente. La ONU nos otorgó una medalla por el Seminario de Huracanes y por ese trabajo que se hizo en aquella época. La verdad es que por eso tenemos ahora en Yucatán una oficina, que es de las Naciones Unidas y que busca tres objetivos: primero, la atención a los huracanes; en segunda instancia, el desarrollo de los aeropuertos y, finalmente, el turismo cultural, esa es la vocación de este organismo. Es una oficina de la ONU que se dedica al urbanismo, nosotros somos la primera oficina en español, única en México.

El paso de “Isidoro”

-A propósito de huracanes, ¿cómo afectó al aeropuerto la llegada de “Isidoro” en 2002?

-“Isidoro” atacó muy duro al Estado, pero el aeropuerto no se dañó. Sin embargo, en las noticias escuché durante la madrugada que estaba inundado. Eso decían. Así que a las 6 de la mañana vine para buscar a los reporteros de la fuente y llevarlos a la pista; la idea era que verificaran que no había nada. El aeropuerto estaba operativo, tan así fue que el presidente Vicente Fox aterrizó a las 10 de la mañana de ese mismo día sin ningún problema.

-¿Qué visitantes célebres o distinguidos ha recibido en tantos años?

-Los primeros visitantes fueron los Grandes Duques de Luxemburgo. Yo antes había atenido a Lennart Meri, presidente libertador de Estonia, admirador del pueblo maya; esto ocurrió un día antes de que yo entrara al aeropuerto. Luego, ya en el cargo, me correspondieron las visitas de los presidentes de los Estados Unidos, tanto de Bill Clinton como de George Bush; antes había venido Hillary en su condición de primera dama. Bush, en cambio, vino en el momento álgido de la guerra contra Irak. Sólo tuve oportunidad de saludarlo y luego asistí a una cena donde estaba él. Lo mismo Clinton que Bush enviaron, posteriormente, cartas de agradecimiento que conservamos… Fueron muy cumplidos en eso… ¿Por qué ese agradecimiento? Porque demostramos que todos los servicios los tenía el aeropuerto. Los norteamericanos querían traer todo, hasta agua y combustible. Aquí en esta mesa estaba el Estado Mayor Presidencial, la gente de la CIA, la guardia del presidente de Estados Unidos. Entonces hicimos unas pruebas: agua, personal y combustible, lo que solicitaban. El caso es que pasamos todos los exámenes. Cuando vino Bush fue algo diferente; hicimos de nuevo la prueba y entendieron que el aeropuerto no se podía cerrar, que es otra cosa que ha cambiado. En el pasado, durante la visita de un presidente, el aeropuerto se cerraba dos o tres horas antes de la llegada del mandatario. Hoy el Estado Mayor llega y después arriba el presidente; nosotros peleamos mucho eso. Con Bush nos permitimos seguir esa estrategia; luego de su arribo, se continuó con la rutina de vuelos. La visita de un presidente no debe ser afectada ni afectar a nadie, pues la gente también tiene urgencias… A mí me ha tocado trabajar con dos presidentes estadounidenses y con cinco presidentes mexicanos, además de nuestros gobernadores. Por ejemplo, Ernesto Zedillo, quien visitó Yucatán una treintena de veces. O con Fox que viajó al Estado en momentos difíciles. Otra experiencia interesante fue el hecho de que a mí me correspondió contratar el 12 de octubre de 1998 a los primeros empleados privatizados. Así empezó a ser Asur.

Una foto con Hillary

-¿Cómo fue el trato con los presidentes norteamericanos?

-Hay una anécdota: primero vino Hillary Clinton, te decía. Se fue muy contenta e incluso después me mandó una fotografía con dedicatoria. Vinieron luego los de la avanzada de Bill Clinton. Trabajaba con nosotros el comandante Roger Barroso, que era nuestro jefe de seguridad, y se llevó a los agentes a comer comida yucateca. No recuerdo el restaurante. Lo cierto es que el maestro de ceremonias del lugar –que conocía mucho al comandante Barroso–, anunció que ahí estaba la delegación norteamericana del presidente Clinton; todos comenzaron a aplaudir. Los de la avanzada se sorprendieron. Eso fue importante para que comprobaran que no había problema. Recuerdo que cuando Bill Clinton bajó del avión saludó a todos los secretarios del gabinete del gobernador Víctor Cervera Pacheco y le llamó mucho la atención la Orquesta Típica Yukalpetén. Con Bush fue más restringida su visita.

-¿Cómo ha sido su relación con los presidentes de México?

-Interesante. He estado cerca en algunos momentos. El presidente Zedillo era muy cuidadoso. Sin embargo, tomaba en cuenta a los administradores. Tanta confianza tuvo en Mérida que uno de sus sobrinos, León de Jesús Zedillo Hernández, se convirtió en director de relaciones públicas del aeropuerto…

-¿Y con los gobernadores?

—También he estado con cinco gobernadores. La verdad es que todos han entendido muy bien la privatización del aeropuerto. Cervera Pacheco, por ejemplo, siempre fue un hombre sumamente cuidadoso cuando se privatizó esta terminal aérea. Recuerdo que llegaba a tiempo para su vuelo, siempre en línea comercial, y cumplía con todo lo de la seguridad. Antes, cuando era federal el aeropuerto, checaba cada rincón. Entraba a los baños y revisaba. Como anécdota, te cuento que nosotros teníamos un programa que se llamaba “operación prisma” para cada vez que venía Cervera Pacheco. Era acucioso, muy responsable; yo creo que Cervera hizo mucho trabajo de gabinete desde el aeropuerto. Siempre venía a recibir a los secretarios de Estado. Una noche me habló a los dos y media de la madrugada. Me dijo: “Oye, mañana voy a pasar temprano para ver cómo están las cosas”. Claro, ya no pude dormir. Era de veras responsable.

-¿Qué ha sido lo más desgastante?

-Creo que explicar cuál es el objetivo de un aeropuerto a nivel gubernamental; uno tiene que decir por qué y cuál es la labor del aeropuerto. Lo más desgastante es que hay que estar día y noche pendiente. Me tocan ocho aeropuertos. Y yo estoy encantado.

Satisfacciones intensas

-¿Ha tenido consecuencias en su salud?

-Sólo peso unos 10 kilos más que cuando vine, espero que al irme pueda regresar a mi peso. Pero he tenido grandes experiencias, satisfacciones intensas. He sido desde 2004 integrante del Consejo Internacional de Aeropuertos para América latina y el Caribe. He sido dos veces su presidente. Hemos conocido todos los aeropuertos de América Latina y también soy consejero a nivel mundial del Consejo Internacional de Aeropuertos, cuya sede internacional está en Montreal y la de América Latina en Panamá. Hoy en día el mundo aeroportuario se ha vuelto un pañuelo.

-Con esta controversia que hay en torno a la construcción del nuevo aeropuerto en la Ciudad de México ¿qué periodo de vida activa tiene el de Mérida?

-Asur tiene una concesión de 50 años con la posibilidad de otros 50. Ya llevamos 20. Este aeropuerto tiene un Plan Maestro para los años 2019-2023. Hoy los funcionarios de Asur están trabajando para el 2023. El Plan Maestro contempla cómo vamos a estar en cada uno de esos años: cuántos pasajeros, cuántas aerolíneas etc. ¿Para qué se hace esto?... Para crecer en infraestructura y personal. Siempre digo que primero es la infraestructura y luego llegan los vuelos. El aeropuerto tiene una capacidad importante. Es de los pocos aeropuertos que tienen dos pistas y garantizan buen servicio a pesar del crecimiento potencial. Con dos pistas se pueden hacer maravillas. Es decir, que logran recibir aviones al margen de las condiciones del clima. Hoy, más que nunca, tenemos una gran conectividad y técnicamente el aeropuerto tiene una vida activa por lo que resta del siglo, unos 80 años cuando menos. Aquí he vivido mi mayor experiencia profesional y personal, porque un aeropuerto es como una ciudad; tiene de todo. Recuerda esto: nunca aquí será el mismo día.