Pilar Faller Menéndez “Los días pueden ser iguales para un reloj, pero no para un hombre”.-
Marcel Proust
En la antigüedad, los hombres armonizaban con su ambiente y vivían sus vidas según los ritmos de la naturaleza, se guiaban por los astros y las estaciones del año, llevando una vida apacible, aunque primitiva. Con el paso del tiempo, empezaron a descubrir las formas de medir el tiempo, como los relojes de Sol y de arena. Posteriormente, el hombre incorporó el reloj a su vida y poco a poco, sin darse cuenta, se volvió esclavo del instrumento que creó, y actualmente, debido al ritmo acelerado que tiene la vida, muchos desean que el día tenga más de veinticuatro horas para tener el tiempo suficiente de terminar su jornada.
Las manecillas del reloj siguen avanzando al mismo ritmo, es el tiempo el que se ha vuelto implacable y en nuestro afán de abarcar mucho, en el camino vamos dejando las cosas a medio hacer. El querer ganarle la carrera al tiempo nunca ha sido posible, y en esa empresa imposible, el estrés nos invade, así como la presión de muchas decisiones que deben ser tomadas en el momento y no dejar que la prisa gane a la asertividad.
Hay profesiones y trabajos que constantemente, por su naturaleza, requieren “apagar fuegos” y pensar rápido ante situaciones imprevistas, en las que los minutos valen oro porque tienen un tiempo estipulado para poder cumplir con todas las actividades que la logística requiere.
Las jornadas laborales en nuestro país son de ocho horas, y quien no puede realizar sus obligaciones en ese lapso de tiempo puede ser una persona que no es eficiente, o la carga de trabajo deba ser repartida entre más gente, aunque no faltan las situaciones extraordinarias en las que es necesario trabajar horas extras para poder terminar el trabajo pendiente.
Hay quienes no requieren de tiempo ni horario, su vida es un constante devenir, y esa es la pasión que los mueve, el mantenerse atentos a lo que sucede en el mundo, sin importar la hora, porque cualquier momento es bueno para sacar provecho y alertar los sentidos y el intelecto.
Hay quienes llevan un paso más mesurado, y muchas veces viven con el temor de ser considerados lentos, se manejan con una filosofía un tanto conformista, (cuando están en el pleno uso de sus facultades mentales y físicas) de que es preferible hacer poco, pero bien.
Si bien el estrés que genera una vida acelerada no es bueno para la salud, ya que tiene como resultado un agotamiento físico y mental, el ser sedentario atrofia muchas capacidades que tenemos, y nos hace que pensemos y perdamos la agilidad que una vez tuvimos, y que solamente se recupera cuando nos mantenemos alertas y pensando. Hoy en día, existen ejercicios para agilizar la mente, llamados gimnasia cerebral, probablemente porque hemos descubierto que la edad no está basada solamente en el físico, sino en la mente.