Yucatán

Víctor Salas

Si al hotel Burj Al Arab no lo hubieran rematado con ese adorno que semeja la vela de una embarcación, quizá solamente hubiera sido el más alto, elegante y siete estrellas del mundo. El adorno le dio una dimensión diferente a la gran obra de ingeniería, le dio una belleza que ha dado para decir preciosuras de ella.

En Mérida, sobre la calle sesenta y antes de la avenida Colón, se levantó una estructura con materiales prefabricados que no daba tinte para las loas y las metáforas. Cubierto el esqueleto de la edificación, comenzó a surgir una pieza interesantemente novedosa. El reflejo de ella brindó estímulos a la imaginación, a las remembranzas de alguna manera nostálgicas: el recuerdo de los henequenales, los extensos plantíos del oro verde yucateco, que conocí ampliamente. En nota anterior he descrito la sensación de movimiento que dan los paneles de cristal puestos en su planta alta, a los que se adosaron estructuras metálicas con reproducciones escultóricas de la planta. De hecho ese trabajo y/o propuesta escultura-arquitectónica (según concepto de David Alfaro Siqueiros) reivindica la planta que dio dinero a Yucatán y ha dado historia fecunda a nuestra tierra: la hacienda henequenera. Esas estructuras también producen la metáfora de plantas disecadas para conservarlas en una caja cuya tapa es de cristal.

Lo curioso del caso es que su empresario no pertenece a la clase explotadora del henequén sino a la de los comerciantes libaneses que cuando llegaron a Yucatán la explotación de ese agave llegaba a su fin.

El edificio tiene plantas en escultura y plantas reales (las pencas del henequén son como dedos abiertos agrediendo al espacio infinito) entre ellas queda la concepción arquitectural, la cual vista desde la óptica de la planta, vendría siendo como una paca de sosquil, porque este tipo de jarcia era aglutinado en unos enormes y pesados cubos de esa materia llamados pacas.

No me puedo imaginar cómo será el interior, pero sería muy interesante que se manejara con un concepto museístico. Y lo expreso así porque ayer conocí lo que será el primer restaurante-museo de Mérida. Un lugar no sólo bello, sino además tiene el propósito de mostrar cómo fueron todos los utensilios de la cocina yucateca antigua, cómo se elaboraban las especies y se cocían los alimentos bajo la tierra.

El hotel teorizado no se vincula con la hacienda, como lo hizo Patricio Patrón, con la chimenea que erigió en Altabrisa como homenaje a las edificaciones donde sucedía la explotación del henequén. No. El tema de este hotel es la agreste planta, que se convirtió en tema de una obra musical de Rubén Darío Herrera, titulada Oro y Sosquil.

Ese hotel, con su dinámica fachada, quitó lo aburrido a esa zona hotelera en la que prevalecía lo afrancesado y lo americano y brinda imágenes de gran belleza y originalidad desde muchos sitios urbanos, como por ejemplo por la Plaza de Toros, por la Avenida Colón, por el Centro Internacional de Congresos.

Supongo que ya inaugurado habrá de tener una luminotecnia especial, que plasmará más belleza a la zona, especialmente en la noche.

Lo descrito hasta aquí habla solamente de un frente. Tiene otro en el interior iniciándose apenas, pero luce en otro contexto. Si es así, nos llevará de sorpresa en sorpresa.