Yucatán

Jorge A. Franco Cáceres

Por su situación geográfica, sus condiciones climáticas, geológicas y edáficas, etc., Mérida es afectada por fenómenos dañinos para la población activa, el patrimonio cultural y el desarrollo social. Históricamente, los fenómenos pretendidos como naturales no son eventos desconocidos sino que lo nuevo es la dimensión que alcanzan sus impactos debido al crecimiento poblacional y su concentración metropolitana, que son los que generan incertidumbres urbanas y desconciertos sociales en zonas de vulnerabilidad, pero que son rechazados o no admitidos desde las instituciones públicas y las organizaciones ciudadanas.

Vulnerabilidad rechazada o no admitida

En las zonas de vulnerabilidad emeritense los fenómenos como tormentas, huracanes, inundaciones, etc., ocurren durante períodos previsibles, principalmente durante las temporadas de lluvia. Otras como las “heladeces”, los “calorones” y los “ventarrones” ocurren en distintas temporadas. Las condiciones de los terrenos urbanos donde subsisten las poblaciones más pobres, conjugadas con la falta de planificación urbana y la deficiencia de servicios públicos, aumentan la vulnerabilidad rechazada o no admitida en la capital yucateca. Los riesgos urbanos resultan así de la conjugación de varios factores ligados con amenazas de fenómenos naturales y/o de eventos de origen antropogénico, multiplicados por el nivel de vulnerabilidad rechazada o no admitida.

No son tantas ni tan graves en términos siniestros las amenazas de “origen natural”, es decir, provenientes de la “furia de la naturaleza” que padece la antes noble y leal ciudad de Mérida. Si bien sufre tormentas, huracanes e inundaciones, así como sequías, incendios y graves daños de subsuelos, no padece terremotos, deslizamientos de tierra, flujos de lodo, avalanchas, tornados, erupciones volcánicas, tsunamis o maremotos, etc. La capital yucateca, sin que esto signifique que es invulnerable, no es afectada por tantos fenómenos violentos que dañen radicalmente tanto a la población activa como al patrimonio cultural y al desarrollo económico.

Por otra parte, los pocos fenómenos violentos que nuestra ciudad padece son “previsibles” por varias razones. Por ejemplo, los terremotos y las erupciones volcánicas no dan tantas oportunidades de alerta roja como sí sucede con los huracanes y las tormentas. Tampoco permiten los primeros fenómenos prever las secuelas en destrucciones materiales como sí sucede con los segundos en lo concerniente a los aguaceros y las inundaciones. Esto se explica, en parte, porque la Península de Yucatán no está en una zona de encuentro entre las placas tectónicas sino de encuentros de frentes climáticos. En consecuencia, no prevalece ninguna interacción de placas que provoque actividades imprevisibles y, a diferencia, las interacciones climáticas están siempre bajo monitoreo experto.

Mérida se ubica entre los Trópicos de Cáncer y de Capricornio y muy cerca de la costa del Golfo de México, por lo que atrae a sus tierras la humedad marina. La temporada de lluvias se presenta entre mayo y octubre, cuando la zona intertropical de convergencia de vientos alisios se desplaza hacia el Norte y las ondas del Este que, al desplazarse de Este a Oeste bañando el Caribe, se acercan al continente. Estos dos fenómenos hacen que el clima de esta parte de Yucatán sea tropical lluvioso. La radiación solar es casi perpendicular a la superficie terrestre, por lo que el aire tiende a ascender por disminución de su densidad al expandirse por el incremento de la temperatura. Esto crea condiciones favorables de presión atmosférica para circulaciones ciclónicas.

Si bien los fenómenos que padece Mérida se pretenden naturales, los desastres ocasionados por tormentas y huracanes lo son menos. En otras palabras, todos estos fenómenos tienen un papel importante como iniciadores de desastres debido a la vulnerabilidad rechazada o no admitida de la capital yucateca. Esta delicadeza integral es, admítase o no desde los programas municipales o federales, de naturaleza múltiple y debe integrarse fundamentalmente a partir de las características patrimoniales, ambientales y sociales de la capital yucateca. Sin embargo, no se entiende en estos programas que desastre natural es la coincidencia entre un fenómeno natural peligroso y determinadas condiciones convergentes de vulnerabilidad.

La peor vulnerabilidad rechazada o no admitida en nuestra ciudad se integra a partir de las expansiones metropolitanas o se construye desde las obras arquitectónicas o urbanas que no tienen en cuenta al paisaje cultural, sea natural o urbano, o que no incluyen mayor esfuerzo para ser íntegros con él. Por esta razón, el Ayuntamiento tiene una gran responsabilidad sobre las causas y efectos que resultan al cambiarse las condiciones paisajísticas y al romperse el equilibrio integral del espacio-ambiente urbano, donde hace décadas que ocurre una transformación de impactos múltiples debida a una fuerte metropolización debida a la urbanización de su población.

Además la ausencia de servicios básicos e infraestructura urbana, la densificación poblacional de los asentamientos populares contribuye a la degradación del paisaje urbano por la contaminación del agua, aire y suelo, así como las deficiencias en el suministro de agua, el saneamiento, los desagües, el tratamiento deficiente de los desechos industriales y domésticos, así como el aumento de los residuos sólidos. En lo concerniente a las industrias, éstas se localizan en las zonas urbanas por necesidades de mano de obra, sin contar con sistemas de tratamiento de aguas residuales y desechos sólidos. Así, contribuyen fuertemente al proceso de deterioro del paisaje urbano, como focos de degradación vinculados al manejo del agua, el aire y el suelo.

Pobreza Urbana y vulnerabilidad

Finalmente, no cabe duda que la problemática de la vulnerabilidad de la capital yucateca está fuertemente ligada a la problemática de la urbanización y lo será más en el futuro. La causa de este fenómeno que se aceleró desde el principio de los años ochenta, es doble ahora debido a un fuerte crecimiento demográfico y a un importante flujo migratorio para buscar mejores condiciones de vida y seguridad. Las concentraciones urbanas se ven afectadas particularmente por los deterioros paisajísticos en los sectores donde la población es más pobre. Esta situación no sólo refleja la creciente pobreza urbana que aqueja a Mérida, sino también el hecho de que los sectores urbanos de menos ingresos se ubican en áreas de deterioro patrimonial y desequilibrio ambiental. Por todo esto, decimos que no habrá avances en la Agenda de Sustentabilidad mientras la Vulnerabilidad sea rechazada o no admitida en Mérida.