Yucatán

Reposición de Giselle para Evitar la Extinción del Ballet en Yucatán

Víctor Salas

El Ballet Clásico se convirtió en un auténtico boom social desde su aparición en Mérida a fines de los años treinta del siglo XX. Fue tanta su aceptación, que el Gobierno del Estado se vio en la necesidad impostergable de fundar la Escuela de Ballet de Bellas Artes y la cátedra de Enseñanza de Técnica de Ballet cuya tarea fue encomendada a Nelly Cetina Albertos, hija del notable músico Amílcar Cetina Gutiérrez.

Quien puso el jaque al Gobierno del Estado para crear la escuela de ballet, fue la sola actividad de Nina Shestakova, quien hizo magnificentes espectáculos de ballet con coros, orquesta sinfónica, poesía y muchas alumnas suyas que hicieron gran fama en el medio artístico local: Meche Albertos, Socorro Cerón, Lupita Núñez y un enorme etcétera.

Esa saludable vida la tuvo el ballet hasta la fundación del ICY, cuyo titular quería hacer una compañía de ballet integrada por la agrupación de Bertha de la Peña, alumnas y maestras del CEBA y los artistas de Víctor Salas. El aderezo era tener la comandancia de agentes externos invitados por el ICY. Al no tener éxito esa idea, fue sustituida por la de “actualizar la enseñanza”. Entonces hizo su aparición en Yucatán, Tulio de la Rosa y más adelante Silvia Ramírez. Ambos maestros no lograron un avance significativo en los resultados balletísticos, pero sí consiguieron crear una dependencia tremenda entre las maestras del CEBA y la tutoría representada por ellos, pues no había paso por dar, si no era con la anuencia y presencia de alguno de esos personajes. Eran los asesores hasta de los sueños de las maestras de dicho lugar. Fue tan grande la dependencia, que en una ocasión la exdirectora de esa institución dijo a las maestras del lugar “¿cuándo van a caminar solas?” “Los estudios son para caminar por uno mismo, pero con ustedes no veo eso”.

Durante más de quince años, fue la Compañía Provincial de Ballet la que dio vida y presencia a ese arte tan significativo para el mundo entero. De esa compañía salieron artistas que trabajan hoy en el extranjero y muchos maestros que se dedican a la docencia del ballet en todo el Estado.

Su importancia fue tal, que la Gobernadora Ivonne Ortega Pacheco apoyó la iniciativa de convertirla en la Compañía de Danza Clásica de Yucatán, otorgándole un presupuesto para la contratación de diez bailarines. Romero y Julieta, Espartaco, Canek, Mérida de mis Amores y un ballet completo sobre la vida de Michael Jackson, fueron algunas de las grandes obras creadas entonces.

Al asumir la dirección de danza una persona que ningún gusto o apego tenía por el ballet y apoyada por dos funcionarios de cultura, que ni vale la pena mencionar, el ballet comenzó a colapsar.

Las autoridades anteriores dijeron que traerían a Viengsay Valdez como asesora, para reconfigurar esa agrupación.

La actual Secretaria de Cultura, Erika Millet Corona, dio el acta de defunción a la Compañía Estatal de Ballet y creó un sepulcro para cada bailarín. En esa acción antihistórica y antievolutiva, también tiene responsabilidad la gestora Ana Ceballos, quien sostiene que a base de proyectos puede lograr la consolidación del ballet, no dándose cuenta de que sólo hay consolidación en agrupaciones constituidas. Después de veinte años de repartirse dinero en proyectos para cuatitas y cuatitos, la danza no tiene presencia fecunda en la sociedad yucateca, y en el panorama nacional no existimos.

Hoy, 28 de diciembre, con la reposición del glorioso ballet Giselle y desde un nuevo teatro para la danza, iniciamos una tarea para evitar que el ballet desaparezca en la entidad, para impedir que la evolución del arte coreográfico sufra una detente por capricho de dos damas inexpertas en lo que al arte y su fenomenología se refiere.

Sería imperdonable cruzarse de brazos y dejar a la sociedad sin el ballet. No tenemos recursos económicos para hacerlo, es cierto, pero lo estamos haciendo. Habrá deficiencias técnicas por no contar con el personal idóneo, pero todo comienzo carece de excelsitud. La primera época de Ballet Nacional de Cuba se vivió con la reunión de mexicanos, argentinos y otros latinos que, con su voluntad y amor, querían apoyar para dar continuidad y evolución al ballet en la isla. Y miren, hoy, la grandeza universal del ballet cubano.

Giselle, se bailará nuevamente el 28 de diciembre y quedará en cartelera cada fin de mes durante 2019.