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Por Ariel Avilés Marín
El panorama del deporte yucateco está plagado de grandes estrellas que brillaron dejando una estela luminosa en la memoria colectiva. Lamentablemente, algunas de estas figuras no han recibido el reconocimiento que su trayectoria merecería con toda justicia y permanecen olvidadas o, cuando menos, no recordadas en la forma que a sus méritos debería corresponder. Figuras como Don Juan N. Cuevas o Augusto Salias permanecen presentes en la memoria del deporte organizado de Yucatán, pero otras, cuyos méritos son indiscutibles, descansan en una penumbra indigna de su brillante trayectoria.
Manuel Ordóñez Heteman fue un brillante deportista que destacó en diversos campos del deporte y, en todos ellos, dejó huella profunda y se ganó un lugar destacado. En sus lejanos días como alumno de la Escuela Modelo, en la convivencia y camaradería modelista, recibe el apodo con el cual ha de pasar a la historia del deporte: “El Caballito Ordóñez”. Así, el Caballito Ordóñez brilla con luz propia, lo mismo en el fútbol, el boxeo y la natación, en cuyos campos deja escritas páginas brillantes que le ganan un lugar entre los nombres que merecen ser recordados en el deporte yucateco.
Manuel Ordóñez Heteman nace en Mérida, Yuc., el 15 de abril de 1925; fue hijo del matrimonio formado por Don Manuel Ordóñez Solís y Aída Heteman, de familia alemana. Tuvo por parte de su padre otros dos hermanos, Mario y Raúl Ordóñez Sabido. En su vida familiar, el Caballito Ordóñez levantó un núcleo familiar integrado por cuatro hijos: Josefina, Manuel y Maribel Ordóñez Rodríguez y Rosalinda Ordóñez Febles.
Definitivamente, es en el campo del arte de Fistiana donde el Caballito realiza sus más destacadas hazañas. Empieza a brillar en este deporte en las competencias escolares que Don Juan N. Cuevas organizaba en la Modelo y en donde destacaron con los guantes figuras como: “El Macanudo” García, “Arturo de Córdova”, el gran actor del cine mexicano; Erick Rubio Ancona, Sansón Novelo o Narciso Campos Millet, “Nacho Campos”; muy pronto, el Caballito Ordóñez se uniría a esta camada de discípulos de Don Juan Cuevas. Ya a nivel profesional, el Caballito realizó veinticuatro peleas, algunas de las cuales hicieron historia en el boxeo yucateco.
Sus combates más recordados fueron los realizados frente a “Kid Azteca”, Carlos Miranda, campeón nacional de peso mosca. Se enfrentaron en dos ocasiones; la primera el 12 de julio de 1944, en la que Miranda se impuso por puntos; el 14 de marzo de 1945, se lleva a cabo la revancha, de la que el Caballito se alza victorioso en diez rounds. Es muy importante señalar el pundonor de Ordóñez, que en la derrota sufrida en julio del 44, había subido al ring estando enfermo; le habían aconsejado no pelear, pero su sentido del honor se impuso y subió al cuadrilátero a sabiendas de la desventaja que llevaba a cuestas. La derrota a Kid Azteca, el año siguiente, fue un fuerte campanillazo en el boxeo a nivel nacional.
Como pugilista, Ordóñez fue un auténtico fajador; era de estatura menuda, pero de una fiereza incontenible. Entre sus peleas más destacadas cabe mencionar las sostenidas frente a Kid Orozco, Juan Martínez, Kid Yucatán y Joe Ferrocarrilero, cuyo verdadero nombre era Raúl Puga. Su fiereza llegó a ser tan temida que conquista el Campeonato Mosca del Centro Ferrocarrilero por default, al no presentarse al combate el invicto campeón Juan Miranda. Ya su nombre había llamado la atención de los cronistas especializados, al derrotar por nócaut, el 29 de julio de 1942, a Kid Aztequita, Juan Río, y por puntos a Kid Pancho. En esa misma época se enfrenta con el que luego sería Campeón Mosca, Juan Medina, y lo derrota por puntos. Muy sonadas fueron sus peleas de 1944 frente a Joe Aguilar y Hugolín Catzín, a los que también derrota. En 1945 se vuelve a enfrentar a Joe Aguilar y lo vuelve a derrotar en cinco vueltas; y luego derrota a Baby Filipinas en diez rounds. Una de sus más eficaces peleas fue la sostenida ante Kid Oaxaquita, al que saca de combate apenas iniciado el primer round.
Como futbolista, el Caballito Ordóñez brilló como centro delantero entre los pupilos de Don Juan N. Cuevas, militando en el equipo de Primera Fuerza de la Escuela Modelo. Con el equipo de su escuela conquistó importantes campeonatos, como el de 1942, derrotando a su acérrimo rival Maniobras Marítimas de Progreso, con goles anotados por él; así mismo, repite hazaña en 1944 frente al equipo Décimo Batallón, también con sus anotaciones. El Caballito reconocía como sus mentores en la Escuela Modelo a los maestros Pepe Novelo, Juan N. Cuevas, Antonio Rivero y Remigio Aguilar.
Si bien en el plano de la natación no participó en competencias organizadas, sí recibió en vida muchos reconocimientos en este deporte, el cual también fomentó en forma destacada, poniendo incluso sus recursos en ello. En el rumbo conocido popularmente como La Amapola, al Sur de la calle 66, adquirió la Quinta San Isidro, en la cual construyó cuatro piscinas, la mayor de ellas semiolímpica y hasta con plataforma de clavados, en las cuales impartía clases de natación a todos los niños y jóvenes que se acercaban a sus instalaciones. Manuel Ordóñez, tenía conciencia plena de la condición económica y social del Sur de la ciudad, y por ello usaba el deporte como una forma de combatir flagelos sociales que acechaban a los más vulnerables, y encontró en el impulso a la natación un arma eficaz contra ellos.
Manuel “Caballito” Ordóñez siempre se movió en sus actividades en el Sur de la ciudad, era un habitante de esos lares con plena conciencia de lo que eso significaba y decidió asumirlo poniendo sus mejores esfuerzos en la salvaguarda de lo más preciado de la sociedad, los niños y los jóvenes.
Del Caballito Ordóñez, escribió el inolvidable cronista deportivo Eduardo Amer: “Manuel Ordóñez, lo mismo anotaba un gol, que obtenía una medalla en competencias de natación, que con escuela de esas que los expertos llaman excelsas, dominaba a un adversario sobre una plataforma rodeada de sogas… Fue lo que los norteamericanos llaman “Un atleta all around”.
Recordar al Caballito Ordóñez, es un acto de justicia, es un deber comprometido con una figura del deporte yucateco que debe ser recordada siempre y que, siempre debe estar presente en la conciencia de los niños y los jóvenes de hoy y de mañana.