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Yucatán

¡No te conozco Orozco!

Por Effy Luz Vázquez López

Leyendo y releyendo en estos pocos días átonos, pero necesarios para recargar baterías, hice contacto con un libro de esos gordos de pasta dura, incómodo para leer por su peso y volumen, por lo que hasta ahora me había servido eventualmente como libro de consulta, pues su contenido temático es muy valioso; se titula “Juegos de Palabras. Ludolingüística”. Fue escrito y editado en España, y sus autores son dos connotados lingüistas de aquel país, José Luis Gárfer y Concha Fernández, quienes desde el inicio aclaran que el término ludolingüística fueron ellos quienes lo acuñaron desde 1991, para significar todo material literario de carácter lúdico aplicado en el proceso de enseñanza y aprendizaje de nuestra lengua española, tanto en el plano oral como en el escrito, aunque es válido para los mismos fines, tratándose de cualquier lengua o idioma.

Basan su teoría en que el ser humano es, por naturaleza, un Homo-ludens, pues desde su llegada al mundo comienza a jugar con las palabras. Lo explican sucintamente de esta manera: “Nacemos con un grito, originado por el paso del aire al aparato fonador. Durante el primer mes diversificamos ese grito en: Gritos-llanto; gritos-alegría; gritos-sorpresa, etc. De los dos a los ocho meses, aproximadamente, se inician los juegos pre-lingüísticos de balbuceo, lalación, ecolalia y entonación y, desde los nueve meses en promedio, aparecen, en tímido rodaje, nuestras primeras palabras…”.

Las que hemos sido mamás podemos confirmar estas etapas en nuestros cachorros; aunque el primer mes nos volvemos locas tratando de adivinar el porqué de sus gritos, en breve tiempo después ya somos expertas en traducir qué tipo de llanto emiten, bien sea por el tono, la frecuencia en la respiración, el movimiento corporal… ¿No es cierto?

Otro día les platicaré algo más sobre este tema de la Lingüística, pero ahora permítanme compartirles una grata experiencia.

Resulta que en este ameno y valioso texto se describe una estrategia didáctica, susceptible de aplicarse en los dos últimos grados de educación primaria o los primeros de secundaria.

Consiste ésta en una dinámica que sugiere integrar un círculo en el centro del salón con una parte del alumnado; no indica cuántos componentes pero se sobreentiende que es proporcional, porque los demás son observadores y estarán tomando apuntes, para luego emitir conclusiones.

Los participantes del círculo reciben estas indicaciones: el que quiera comenzar deberá pronunciar un enunciado generador, sobre el tema que quiera, el cual da pie para que los siguientes participantes continúen con otros enunciados, aunque sin perder la idea central, hasta cerrar el círculo con una conclusión lógica, que también puede ser lúdica. Pero aquí estuvo mi agradable sorpresa; resulta que el ejemplo que utilizan los autores hace alusión a un dicho popular entre las personas mayores de mi lejanísima infancia, el cual se mantuvo vigente hasta cuando me inicié en el magisterio (1958), aunque ya hace mucho tiempo que no lo escucho. Lo reproduzco aquí, tal como lo presenta el texto aludido:

“¿Eres casado? Y con mujer; ¿Cómo se llama? María. Como la mía; ¿Cuántos hijos tienes? Tres. Y yo otros tres, ¿Serán guapos? Tienen bríos. Como los míos; ¿De dónde eres? De Colmenar. ¡Que es mi lugar!; ¿Dónde vives? En la plaza. Junto a mi casa; ¿Qué oficio tienes? Soy Tunante. Yo también; soy paseante.

(Conclusión)

Supuesto que eres casado y con mujer, y yo también; que se llama María, como la mía; que tienes tres hijos y yo otros tres; que tienen bríos, como los míos; que eres de Colmenar, que es mi lugar; que vives en la plaza, junto a mi casa; que eres Tunante y yo paseante; ¿Me prestas mil reales? ¿Cómo te llamas? ¡Orozco! ¡No te conozco!

Al concluir esta lectura tuve la nítida visión de una broma que escenificábamos cada domingo mi padre y yo, cuando le pedía a éste “mi gastada dominguera”. Él, socarronamente, me decía “¡No te conozco Orozco!”, aunque en ese mismo momento abría su monedero y ponía en mi abierta mano un brillante y redondito peso de plata, cero siete veinte.

¿Ya vieron por qué es importante leer?

*Coordinadora de la Casa de la Historia de la Educación de Yucatán.

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