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El cambio ya llegó

Lorenzo Salas González

Los hijos de los que son señalados como corruptos deben sentir una gran vergüenza, si es que algún día les enseñaron qué es eso o han actuado al margen de las acciones negativas de sus padres u otros parientes involucrados en la delincuencia, organizada o no.

En una comentada entrevista que le hicieron al ya casi saliente ocupante de Los Pinos por una empresa editorial (Fondo de Cultura Económica), al preguntarle a Peña Nieto acerca de la corrupción, dijo que era un problema cultural que nos viene de muy lejos. Lástima que no precisó si es un asunto de los que no tienen cultura –palabra polisémica y difícil de situar en un contexto que busca precisión– o de los que sí la tienen. El caso es que su respuesta generó muchos disensos y discusiones entre los “comentócratas”.

Por eso es pertinente hacer mención de algunos retazos de nuestra historia. Pensemos primero en que somos una nación formada por mestizos, porque los pueblos originarios de América se mezclaron con los europeos –o éstos con nuestras originarias– y de ahí vino un singular mestizaje que es el que abunda en la actualidad.

Después de tres siglos de un salvajismo injusto y bestial, apareció un cura que sí quiso cumplir con las enseñanzas de su ministerio y decidió liberar a los que antes eran dueños de estas tierras y dio el grito de “¡Vamos a coger gachupines!”, lo que entusiasmó más que ¡Independencia!, esa palabreja que sí movía a los criollos, quienes sí sabíam quién era el rey y dónde quedaba España.

Consumada la Independencia y después de una invasión a la que son tan aficinados los norteamericanos, vino la consolidación moral y ética de México con los hombres de la Reforma, cuyos principios fueron adulterados por la dictadura porfiriana.

Y aquí viene lo bueno: inicia la Tercera Transformación con Francisco I. Madero a la cabeza de miles de agricultores en busca de redención con las armas en la mano. Un señor históricamente muy importante, llamado Venustiano Carranza, después de estar al servicio de la causa porfirista, se pasa a “la bola” y triunfa. Hombre ilustrado, decide darle orden a este país por medio de una Constitución, la cual se aprobó el 5 de febrero de 1917. Desde entonces, los políticos herederos de tan valioso documento se han dedicado a ver la manera de burlar sus preceptos. Esta es la llamada corrupción jurídica o legal.

Lázaro Cárdenas pretende enderezar a la nación que gobernaba, pero sobre todo, busca hacer que resurja el amor a la Patria, a los nuestros. La Expropiación Petrolera –destruida por los perversos derechistas– le da cauce a nuestra mexicanidad y enderezamos el rumbo. Pero las presiones de los infames gobiernos norteamericanos que estaban a punto de entrar a la Segunda Guerra Mundial, que ya había iniciado en Europa, hizo que nos volviéramos a perder en los brazos de la derecha con Manuel Avila Camacho y los presidentes que en fila india siguieron corrompiendo a México.

Los presidentes aprendieron a robar –cosa que no les costó mucho esfuerzo– y paulatinamente dejaron a los trabajadores y a los campesinos con esperanzas de una vida mejor. Lo que sí les dieron fueron organismos de control para que no se rebelaran en contra del Poder establecido.

Los sometidos tuvieron que desarrollar su astucia y aprendieron a simular que eran honestos, trabajadores –“hacen como que me pagan, hago como que trabajo”–, comprometidos y cumplidos. Entre tanto, los de arriba se llenaban las bolsas de dinero y sus títulos de propiedades. Se convirtieron en ejemplo para una sociedad en formación. Por eso abundan las mentiras, los engaños, los fingimientos, el querer hacer creer que sí pero no.

Ya estamos al final de la Tercera Transformación. En nosotros, lectores, está ahora el rumbo de nuestro país con Andrés Manuel López Obrador a la cabeza. Pero no lo dejemos solo. Ayer llegamos a 70 millones de seguidores de MORENA. Démosle calidad a la cantidad y sirvamos a nuestros compatriotas con enjundia, vergüenza y honestidad. ¡No más simulación, no más fraudes, no más robos! ¡Que la Historia nos premie o nos condene!

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