Jorge Frías CastilloGacetilla del pasado
Por algo se le recuerda siempre. Pedro Infante, quien fuera el artista más popular de México, muerto trágicamente en un accidente de aviación, en Mérida, fue muy desprendido y por eso se ganó el corazón de los yucatecos. A todo el mundo ayudaba y cooperaba de manera espléndida.
En una ocasión se encontraba en el aeropuerto, “echando plática” con los muchachos, como llamaba al personal de los hangares de TAMSA, cuando vio que un viejito cruzaba la pista (en esos tiempos se metían al campo para cortar camino) con un rifle al hombro y viendo por todo lados para que no lo vayan a sacar.
Pedro lo alcanzó, pero el viejito pretendió correr porque creía que lo iban a amonestar por meterse en el área de aterrizaje. “¡No, no te voy a hacer nada, sólo quiero tu arma”. Efectivamente, tomó la escopeta y la revisó por todas partes. Estaba vieja y casi inservible: “¿No te gustaría tener un rifle nuevo?”, preguntó Pedro Infante. “¡Démelo, niño, es para que yo vaya a cazar al monte!”, contestó el campesino, quien sin embargo, después respondió afirmativamente, con una sonrisa, al darse cuenta que nadie lo sacaría de la pista.
A los pocos días, cuando el labriego cruzaba de nuevo el campo, Pedro Infante lo alcanzó con una flamante escopeta en la mano. El anciano se detuvo y miró a las manos del artista, quien portaba una preciosa arma. “Aquí tienes”, le dijo, “cuídala”, al mismo tiempo que se la entregaba con estuche y todo…