Yucatán

Pilar Faller Menéndez

Apóstoles en cualquier parte del mundo

“IHS” o “JHS” es el monograma cuyas letras entrelazadas son la abreviatura del nombre de Jesucristo, el cual San Ignacio de Loyola utilizó como su sello de Superior de la Compañía de Jesús en 1541, el cual se convirtió en el emblema de esta orden religiosa.

Comúnmente se le llama Jesuitas que ha tenido una historia poco común, ya que en una época fue desconocida por la Iglesia, tiene una gran misión para la sociedad, la cual es amar y servir, y se les ha reconocido como una orden de educadores, intelectuales y fundadores de las escuelas.

La prensa internacional ha puesto sus ojos en esta orden ya que el primer jesuita en la historia que ha llegado a ser Papa, es nada más y nada menos que Jorge Mario Bergoglio, que adoptó para su pontificado el nombre de Francisco, y no el que le fue sugerido por un cardenal después del cónclave de llamarse Clemente XV, ya que el Papa Clemente XIV suprimió la Compañía de Jesús en el año de 1773, probablemente algo que marcó la parte más dura que ha vivido esta orden después de haber tenido por dos siglos y medio, una alta estima entre los católicos, pasando a ser un orden que sufrió de una injusta hostilidad plagada de injurias y despojados de sus colegios, iglesias y sufrir el destierro.

La decisión del Papa Clemente XV fue aceptada sin oposición, a pesar de que en 1775, cuando muere Lorenzo Ricci en prisión y quien fue el General de la Orden que estaba conformada por 23,000 jesuitas, que dirigían 700 colegios. Las causas de su supresión fueron varias, ya que gozaban de ciertos privilegios como el de no pagar diezmos, y tenían muchos problemas con otras órdenes religiosas de la época así como con obispos. Tenían cercanía con el poder ya que gozaban de autonomía que el Papa les había otorgado, así como una extraordinaria adaptación cultural en las misiones que tenían.

Antes de que Pío VII restableciera la orden en 1814, esos cuarenta años de destierro los mantuvo dispersos, escondidos en Prusia, Rusia e Italia, fueron expulsados también de la Nueva España, pero parece ser que fueron más fuertes sus convicciones, ya que la orden no desapareció.

¿Por qué aparecieron estos sacerdotes intelectuales? Surgen con el objetivo de evitar la propagación del protestantismo tanto en Europa como en el Nuevo Mundo al cual llegaron como misioneros, que además de predicar la fe católica, enseñaron a los indígenas métodos de cultivo europeos, además de establecer escuelas y colegios católicos en Europa y en el extranjero.

Su origen se le debe principalmente a Ignacio de Loyola, hoy Santo, quien había sido un soldado devoto y que ayudó a crear la Sociedad de Jesús en 1540, que más tarde fuera conocida como los Jesuitas quienes tenían como una de sus principales aspiraciones, ser disciplinados y entregarse a la obra de Dios.

Los Jesuitas, considerados especies raras de su tiempo, ya que son religiosos sin coro, ni claustro y su hogar se encuentra en las misiones a los que sean enviados por el Papa, siguiendo el ejemplo de los apóstoles, que salieron a predicar el Evangelio por todo el mundo, principalmente en Asia y América.

A pesar de haber pasado por momentos difíciles y haber tenido relaciones conflictivas con el Vaticano, esta orden conserva un voto particular: el de la obediencia al papado. No ha sido la orden más querida pero continúa su camino en 127 países, con 20,000 religiosos de una edad promedio de 55 años, que refleja un envejecimiento creciente, ya que han sido fieles incondicionales al Concilio Vaticano II, y su ideología ha sido leída por sus enemigos de tener una cercanía con el marxismo, por su incondicional y total adherencia a la defensa de los pobres, a tal grado, que en América Latina muchos fueron perseguidos y encarcelados, y hasta asesinados, como es el caso de Ignacio Ellacurria en El Salvador en el año de 1989.

Su misión actual es la de ser enviados a lugares solitarios lejos de la sociedad moderna, aunque la Congregación lo considera una oportunidad para poder construir en esos mundos un futuro en solidaridad, en su empeño por proteger la identidad de las comunidades locales ante la globalización y los mercados internacionales, promoviendo la justicia y el diálogo con otras culturas y religiones, siguiendo su mandato apostólico de establecer una relación justa con Dios y con el hombre.