Yucatán

Lorenzo Salas González

Una voz varonil advierte a la joven que porta una cámara de video que tenga cuidado y ella responde: —No pasa nada. Estoy lejos.

Un grupo de gente se está bañando con la gasolina. En todos hay risas y carcajadas. No tienen miedo ni precaución. Un señor del grupo está fumando como si no hubiera peligro alguno.

En eso llegan unos veinte soldados y una reportera de Milenio con su camarógrafo. De pronto, el ducto estalla y una parte gruesa de las llamas se van para arriba y hacia los lados, de menor grosor, dos cuerpos de llamas se extienden.

El griterío es inmenso. Se ve a gente correr con llamas a su alrededor y consumen rápidamente su ropa. Quemada, la gente cae al piso sin poder avanzar mucho. Junto a la cámara de la joven espontánea aparece un señor al que se le están cayendo pedazos de carne enrojecida y al quedar de espaldas, se le ve todo el cuerpo lleno de llagas y manchas de sangre. Estaba totalmente desnudo.

La joven de la cámara, al parecer con teleobjetivo, afoca a unas personas tiradas en el suelo, que están todas carbonizadas. Una señora le reclama a un soldado y le grita entre sollozos que porqué no intervinieron. Pero otro le respode que lo intentaron, pero la gente los rodeó para evitar que disolvieran a los que estaban bañados de gasolina y habían tomado el líquido que brotaba del ducto y el que estaba en el piso como si fuera una piscina. Al llegar el flamazo, aunque quisieron salirse ya no pudieron. Era demasiado tarde.

Los socorristas llegaron y apoyaron a los soldados en su tarea de diferenciar a los vivos de los muertos. Unos cuerpos estaban quemados a más de la mitad y seguían vivos. Otros, ya no se movían. Estaban todos negros. Parecían grandes pedazos de carbón. Unos vecinos que llegaron después del estallido, se quejaban de que no los dejaban pasar a ver si había un familiar cuyo nombre decían entre sollozos o gritos abiertos y estentóreos.

Pasado un tiempo, los rescatistas decían que eran 46 cuerpos hallados, pero con el paso de las horas, seguramente la cantidad aumentaría, pues eran como 300 los vecinos que estaban en el trágico jolgorio.

Paulatinamente, el número de muertos fue subiendo hasta los 73 y el número de vehículos quemados ascendió a 21. Una verdadera tragedia que deja adolorida a una nación que no sale de una desgracia cuando ya está en otra.

Vicente Fox, fiel a su costumbre, escribe en su Twitter que el culpable es AMLO. Unos panistas llenos de rencor y de rabia también culpan al Presidente sin prueba alguna, también como acostumbran. AMLO responde que no descarta el sabotaje. Un lector consigna una curiosidad: los bidones eran del mismo tamaño y color. Como si alguien interesado los hubiera repartido entre la multitud ansiosa.

Por toda la Nación se extiende el luto y el dolor. México duele más que nunca.