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Ariel Avilés Marín

La OSY abrió temporada con un programa que resultó muy del agrado de la concurrencia que le sigue domingo a domingo. La música clásica ligera, la que invita al baile, la que eleva la alegría del espíritu, llega con toda facilidad al fondo de la sensibilidad del público dominical, compuesto tanto por gente local, como por numerosos extranjeros, de los que han decidido hacer de nuestra ciudad su tranquilo lugar de residencia y colman el coliseo a toda su capacidad. También es muy grato anotar y destacar la presencia, numerosa por cierto, de jóvenes que colman los balcones del segundo y tercer nivel y que con su asistencia regular también van cultivando su espíritu; pues todo este heterogéneo conglomerado de personas disfrutó a plenitud el programa que incluyó a Johan Strauss Jr., Jaques Offenbach, Franz von Suppé y una delicadísima obra de Maurice Ravell.

El programa fue delicioso, por ligero, algo así como comerse un merengue del Colón, o apurar una flauta de cristal cortado de burbujeante champán, y la cereza del pastel lo fue el ancore que hizo al respetable sentirse trasladado un domingo, al recinto de la Filarmónica de Viena.

Antes de dar la tercera llamada, la Sra. Margarita Molina Zaldívar, presidenta del patronato de la orquesta, dio la bienvenida a la XXXI temporada y destacó los logros que se derivan de la permanencia de nuestra orquesta a lo largo de quince años, como son los grupos integrados por miembros de la misma, el prestigio del Concurso de Pianos “José Jacinto Cuevas”, el programa Sinfonízate, para estudiantes, la abundante producción de jóvenes talentos egresados de la ESAY, discípulos de los integrantes de la orquesta y el hecho de ser un detonador de la cultura en la región.

Abre programa la obertura de la opereta “El Murciélago”, de Johan Strauss Jr., obra que desparrama gracia y alegría a raudales, quienes conocen el argumento de la obra, habrán gozado la picardía que la historia encierra. Inicia el tutti con gran alegría y canta el oboe y las cuerdas le responden y se desarrolla el primer tema que responde el tutti brillantemente con el acento de las campanas; las cuerdas cantan alegres con el pizzicato de los chelos; se aborda un segundo tema, también con profunda alegría, los chelos siguen en pizzicato y los metales marcan un cambio al entrar juntas las voces de flauta y pícolo y se aborda el tema principal de la obra con gran alegría con la tarola marcando el ritmo que es bailable; larga nota del fagot nos marca otro cambio y entra dulcemente la voz del oboe y las cuerdas desarrollan sentido tema para dar entrada al tutti que canta con gran alegría que va subiendo con fuerza; canta la flauta nuevo tema con las cuerdas y se retoma el tema principal que nos conduce al alegre, sonoro y brillante final de la obra. La ovación suena fuerte.

Viene en seguida, “Voces de Primavera”, también de Strauss, uno de sus más populares y gustados valses, el cual fue escrito originalmente para ser cantado por una soprano. Arranca el tutti con gran alegría con el tema principal, dialogan los metales con las cuerdas mientras la tarola marca el ritmo bailable; se retoma el tema inicial y se aborda un cambio de tema que acentúa la trompeta y se repite, se toma nuevo tema que también se repite, para volver al segundo tema, nuevo cambio y repetición y la trompeta canta con alegría; se retoma el tema inicial, que es el principal y se hacen variaciones sobre él, la flauta y el pícolo juegan con acrobacias sonoras para volver al tema inicial que nos lleva al alegre final del vals. Segunda y fuerte ovación premia a la orquesta.

Cierra la primera parte los “Valses Nobles y Sentimentales” del impresionista Maurice Ravell, obra delicada como un encaje de hilos de cristal. El inicio es sonoro con el tutti que acompaña la pandereta, los metales hacen ricas disonancias, canta gravemente el fagot y le responde el tutti; las cuerdas cantan alegres con la pandereta; el segundo vals inicia suave y disonante, cantan la flauta y el corno inglés cálidamente y los acompaña el tutti con disonancias; la flauta canta suavemente, como delicados hilos de cristal brillante, entran cantando las cuerdas y acentúan flauta y pícolo, la suave voz de la flauta nos marca el fin del vals. El tercero lo abre el oboe con el acompañamiento de las cuerdas en pizzicato y entra la flauta con dulces y largas notas que el arpa remata; dialogan cuerdas y flauta y entra el oboe también y abordan delicadas disonancias que desarrollan y que el arpa remata con rápida escala y que el tutti canta con suavidad. El cuarto vals, lo inicia cantando el clarinete con disonancias con el oboe y desarrollan el tema con gran delicadeza, el corno inglés y el oboe dialogan y el clarinete pone larga nota que da entrada al tutti con suavidad, cuerdas y oboe dialogan ahora y la música sube con fuerza; una suave nota del oboe da entrada a las cuerdas que valsean con disonancias, la tarola acentúa y la música sube; los violines primeros cantan armónicos y suavemente con acentos de triángulo, pandereta y platillos, las cuerdas valsean con ritmo marcado y se une el tutti para llevar al final del vals. El quinto vals y último, tiene un suave inicio dialogando oboe y corno inglés, entran las cuerdas con suavidad y las flautas cantan con el arpa que marca con escalas, los violines cantan suavemente con las trompetas con sordina; cuerdas y flauta abordan delicado pasaje disonante y las cuerdas inician tema valseado, cuerdas y flauta cantan suavemente, cantan juntos oboe y flauta y entra el clarinete y la música se va apagando suavemente en delicado final de la obra. Cerrada ovación premia la actuación de la orquesta.

Después del intermedio, se interpreta la gustada, alegre y conocida obertura de la opereta “Orfeo en los Infiernos” u “Orfeo en el Inframundo”, de Jaques Offenbach, de la que destaca el gustadísimo Can Can, que marcó profundamente la llamada “Belle Epoque”. La inicia el tutti con gran fuerza y alegría, las cuerdas cantan con el acento de los trombones y el redoble de la tarola, el clarinete hace escalas y trinos, mientras el oboe canta suave y dulce tema que el arpa marca; el chelo canta grave y profundo y lo acompaña larga nota del corno; oboe y flauta dialogan con el dulce acompañamiento del fagot, el clarinete canta en escala con el arpa, el tutti entra con gran fuerza con la voz del pícolo por encima y se desborda la alegría; el violín concertino aborda suave y ágil pasaje, con largas notas dulces, canta el concertino muy sentido y lo acompañan las demás cuerdas, suena el corno y el concertino vuelve a cantar dulce y delicado tema valseado, para dar paso a una suave repetición cambiando el tono; entra con gran alegría el esperado Can Can, marcado y arrebatador y con sonoros acentos del pícolo y se desata la alegría con marcado y alegre ritmo desenfrenado que se desborda, el tutti lo canta alegre y toda la orquesta desborda de alegría para llegar a desenfrenado y sonoro final. Estalla tremenda ovación acompañada de gritos de bravo.

Viene ahora, “La Caballería Ligera” de Franz von Suppé, brillante y también alegre número, muy gustado de nuestro público. Inician sonoros los metales, en forma brillante los cornos hacen sonar su voz que responden los metales en pleno; canta la flauta y entra el tutti con fuerza, cantan juntos trompetas y trombones con brillo y alegría, cantan los cornos y las cuerdas responden dramáticas en pizzicato, las trompetas repiten su alegre tema con los trombones y el tutti lo retoma con alegría y lo desarrolla; cantan las cuerdas y el corno acentúa para dar entrada al tutti con fuerza, el clarinete canta un brillante solo de gran agilidad y las cuerdas abordan un dramático y sentido pasaje; la trompeta retoma el tema principal con los trombones y entra el tutti muy alegre y va subiendo con fuerza para llevarnos a un sonoro y brillante final de la obra. La lluvia de aplausos es acompañada de gritos y silbidos de entusiasmo del multicéfalo.

Cierra programa, el vals de valses, el inmortal “Danubio Azul”, tal vez el más escuchado de los valses de todos los tiempos. Este monumental vals está compuesto por ocho temas que se van sucediendo y entrelazando, al final se aborda una alegre coda que nos lleva de vuelta al tema inicial. Es una obra brillante, llena de alegría y de ganas de vivir. Originalmente fue escrita para coro masculino, y por ello tiene una hermosa y poética letra. Para este cronista, este número le transportó a hace poco más de cuarenta y cinco años, en que tuvo la oportunidad de dirigirla infinidad de veces, con el coro de niños de la Escuela Modelo, con el que realizamos muchas presentaciones, la más memorable, para el festival con motivo del centenario del natalicio de la ameritada maestra Consuelo Zavala en 1974; así que ocupa un lugar muy especial en el recuerdo y en el corazón. Inician las cuerdas susurrantes y el corno canta suavemente con la flauta, el chelo principal canta suave y majestuoso y entra alegre el tutti con el tema inicial y lo desarrolla, se cambia al segundo tema que es saltarín y muy alegre, que se repite; arranca un alegre valseado que corresponde al tercer tema, que también se repite; nuevo cambio de tema y ahora se canta entrecortado para pasar a un pasaje de ritmo muy marcado que también se repite, el quinto tema se desata con gran alegría que hace cantar a la orquesta entera a ritmo de frenético vals; llega el sexto tema en el que se entabla un diálogo entre las cuerdas y los chelos en pizzicato y se pasa al séptimo que es un verdadero desborde de alegría desenfrenada; la octava parte es la coda que nos lleva de nuevo al tema inicial que después de desarrollarse nuevamente, nos lleva al brillante y apoteósico final. La sala estalla en sonora y entusiasta ovación, con gritos de bravo y que se prolonga largo y sonoro.

El Mtro. Juan Carlos Lomónaco, nos obsequia con un delicioso ancore, que es nada menos que la “Marcha Radetzky” de Johan Strauss Jr. El público, con el entusiasmo desbordado, se transporta al recinto de la Filarmónica de Viena, y con las indicaciones de Lomónaco, palmea con gran gusto el marcado ritmo de la alegre y entusiasta marcha. La fiesta del espíritu termina con cálida, alegre, sonora ovación.

Salimos del Peón Contreras, con la letra del Danubio resonando en la mente: Cantando va / cantando va / la dulce canción / dulce canción / Que quiere decir / quiere decir / como una oración / una oración / ¡Oh bello Danubio! / Danubio azul / ¡Oh bello Danubio! / Danubio azul / tu fama y tu gloria llenan el mundo de ilusión.

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