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Las autoridades políticas de nuestra entidad entregan diez medallas y diversos premios a ciudadanos distinguidos en alguna actividad social de relevancia. En general el texto de justificación para la entrega de las medallas es semejante en cada una de ellas: (se entregará a las personas que) “se hayan distinguido por su ciencia, aportación al derecho, arte, cultura, promoción y defensa de los derechos humanos…”.
Las medallas oficiales son en total diez, aparte los premios por méritos: la Yucatán, la Eligio Ancona, la Héctor Victoria, la Silvio Zavala, la Héctor Herrera, Cholo; la Guty Cárdenas, Medalla de Bellas Artes, Medalla al periodismo cultural, Medalla Cultura Yucatán, Medalla de honor Juan Miguel de Castro, Premio a la cultura ciudadana, Premio al mérito universitario “Felipe Carrillo Puerto”, Premio a la cultura ciudadana y la recién instituida Consuelo Zavala.
Consultando la justificación del premio Príncipe de Asturias (hasta 2014), hoy Princesa de Asturias, dice que se galardona la labor en la cultura, la ciencia, las artes, comunicación y humanidades. En Yucatán se premia a las personas que se hayan distinguido en cantidad de actividades parecidas a las hispanas. O sea, en un lugar se premia la labor, la producción y aquí a la persona, que puede resultar el cuate del funcionario convocante y entonces la cosa se tuerce.
Recordaré el caso de Jacobo Zabludosvsky quien aspiró e hizo hasta lo indecible por merecer el Príncipe de Asturias en Comunicación y nunca lo logró, a pesar de que las autoridades mexicanas lo solicitaron. La fundación Príncipe de Asturias, contestó que el príncipe Felipe no tenía nada que ver con el jurado dictaminador de ese premio.
En Yucatán cada medalla ha tenido entrega discordante o, por lo menos, paradójica o como producto de la amistad entre funcionario y recipiendario. Verbigracia las de 2018. La Héctor Herrera se le entregó a un actor cuya presencia escénica había sido menor a la de muchos otros. La de Periodismo Cultural se le entregó a una persona identificada con la historia pero no con el concepto del título. Para la Medalla Yucatán ha sido propuesto hasta el Mago Dennis y eso nos habla de la confusión o el demérito que viven tales reconocimientos. La última Medalla Yucatán fue entregada a la presidenta del Patronato de la OSY por ejercer (supongo) el mecenazgo en el extranjero o en la extraterritorialidad yucateca. La Héctor Victoria, en 2010, ante el rechazo de Carlos Loret de Mola a recibirla, un astuto maestro se dedicó a solicitar firmas (la mía entre ellas) para hacerse acreedor de la despreciada medalla, que finalmente le fue entregada.
Un caso muy particular es el de la gran Sara Poot a quien no le faltó recibir ni una sola de ellas, a iniciativa de sus fervorosos amigos escritores.
Las medallas, en un principio fueron entregadas a yucatecos de gran altura, esos que hicieron monumentales obras que han detenido en el tiempo la memoria cultural yucateca. En los últimos tiempos todas las medallas han devenido, en muchos casos, en un elogio de lo sombrío.
¿Para qué sirven, socialmente, las medallas institucionales? Las medallas sirven para que cuando el tiempo y el espacio se queden sin la memoria del hombre, ellas se conviertan en la palabra testificadora de dicha memoria, para cuando la vida sea la solo audible anécdota, quizá. Aunque queda la posibilidad de una existencia en la intención del investigador, el historiador, ellos que evitan, con su acuciosidad, que sea ausente nombre en la cauda de tiempo que nos haya tocado vivir; cuando el espacio permanezca sin nuestra memoria.
(Víctor Salas)