Roldán Peniche Barrera
Yucatán Insólito
Por los años cuarenta cuando no podíamos acudir a los partidos de béisbol de la vieja Liga Peninsular en el estadio, los escuchábamos por la radio con narradores como Hugo Raúl Garma, el “Primo” Abraham, Tony Moncada, Efraín Rodríguez, el popular “Don Facultades” y otros más. Con las excepciones de rigor, todos desempeñaban a cabalidad sus narraciones. Sin embargo, varios de ellos caían en el barbarismo muy nuestro de decir “palicear” un equipo a otro, en vez de “recibieron” o “le dieron” una paliza a sus rivales de juego.
Y es que “palicear” no existe. Inútil ha sido nuestra búsqueda en todos los diccionarios de nuestra biblioteca por lo que, nuestros cronistas deportivos lo inventaron con muy mala leche o lo copiaron de los cronistas cubanos, si bien no recordamos que los antillanos cayeran en tal dislate, aunque pudiera ser, por lo que damos al asunto el beneficio de la duda.
“Palicear” no sólo se empleaba en el argot beisbolero. Usábase, asimismo, para significar lo mismo en otros deportes.
Veamos un corto ejemplo:
-Oiga, don Sera.
-Sí, Pito.
-Hoy es viernes.
-Sí, nuestra Noche de la Risa en el Cine Novedades.
-Sí, pero no iremos allá. Vamos a cambiar de onda. Vamos al estadio a ver jugar a los Tábanos de Tizimín.
-No, yo no.
-Sí, ya sé. Porque ayer los “palicearon” los Tiburones del Progreso.
-¡Le diste!
Receta para escribir una historia
“Se me insulta más y más, pero soy leído”.
Teodoro Mikailovich Distoiewsky
Compra en el mercado un atado de sueños. Despega los sueñitos que a veces están pegados con legañas y, luego de limpiarlos, lava bien los híbridos porque de vez en cuando se ponen incongruentes. Después de haber limpiado todo, mastica un pedacito de sueño y, al sentir el sabor “savoir vivre”, pon en una olla para cocer los ingredientes de la historia y, en algunos casos con mucho ajo, pimienta y orégano.
Al momento de comenzar a hervir el caldo y el inicio de un borbollón, deja y acomoda varios pedazos con mucho corazón y una pizca de sal y azúcar, como se hace con el mole poblano. A veces a mucha gente le gusta este sabor con muchos huevos, pero el problema surge después, ya que dicen que hace mucho daño por el colesterol.
Según me han dicho, con la receta de doña Nacha, al apagar el fuego diez minutos después, es bueno aderezar el corazón con algo que le añade gracia o adorno, como si mojara con gotas de sangre y sudor para personalizar el sabor con un chorro de imaginación. Buen provecho.
Jorge A. Mijangos Herrera