Síguenos

Última hora

Aprueban reforma para modernizar el transporte ferroviario del estado

Yucatán

3er. Programa de la Sinfónica

Roldán Peniche Barrera

La magia de Franz Liszt: Rapsodia Húngara No. 2 y el 1er. Concierto para piano excelentemente traducido por Manuel Escalante / Sinfonía 3 de Haydn: Homenaje al timbal

Si Franz Liszt hubiese compuesto sólo la Rapsodia Húngara No. 2, ello le habría bastado para ser popular hasta nuestros días, pero, desde luego, no el inmortal pianista y compositor cuyas firmes estatuas pueden verse en su nativa Hungría y en muchas de las grandes ciudades europeas.

Enloquecido al ver, siendo un muchacho, tocar a Paganini y embrujar a su audiencia con su magia, Liszt determinó convertirse en el Paganini del piano. Y lo fue, de cierto…

No hubo pianista de la calidad de Liszt en todo el siglo XIX y en el XX. Pero así mismo se consolidó como uno de los genios de la música y en su calidad de maestro era solicitado aún por los grandes del piano de su época. Liszt era alto, esbelto, apuesto como pocos y un tanto pagado de sí mismo ante la adoración de las mujeres por su personalidad.

Escribió un número de rapsodias húngaras, pero el público siempre prefirió la No. 2, acaso por el poder de su estructura, por las festivas melodías, el vibrante ritmo o por su contagiante espíritu totalizador propio del Romanticismo decimonónico. Así fue la apertura de este 3er. Programa de la Sinfónica guiada con mano sólida por el director huésped, el venezolano Rodolfo Barráez.

Manuel Escalante y su fácil ejecución del 2do. Concierto de Piano de Liszt

¡Qué bueno fue ver y saludar a nuestro Manuel Escalante de nuevo! y como siempre, dispuesto a enfrentarse a este 1er. Concierto para Piano y Orquesta, pieza de estructura novedosa para su época, que a pesar de sus dificultades, Manuel logró, con pasmosa facilidad, resolverlas y demostrar la sapiencia que ha acumulado durante tantos años en el extranjero. Acaso el mejor pianista yucateco de la actualidad, conoce su instrumento a profundidad y lo mismo nos deslumbra en los fortísimos que en los bellos adagios del Concierto. Lo mismo lució en el Allegro Maestoso, que en el Quasi Adagio. Es de advertirse que Liszt brindó visible preferencia al piano sobre la orquesta a todo lo largo del concierto. Para el pianista, no hay tiempo de vacilaciones y lo tenemos, más que combatiendo con la orquesta, entreverándose con ésta en todo momento. Los movimientos finales: Allegretto vivace y Allegro marziale animato son muestra fehaciente del estilo de nuestro coterráneo, algo que el público disfrutó de verdad premiando la actuación del solista con sonadas ovaciones, pidiendo el encore, pero Manuel acababa de desempeñar una ardua tarea y, claro, se hallaba fatigado.

El “Redoble del Timbal” de Haydn: Sinfonía 103

Franz Josef Haydn, el Padre de la Sinfonía, compuso más de un centenar de obras de este género, llevándose, por más de 50 a su más cercano rival, nadie menos que Mozart, que escribió 41. Pero claro, el genio de Salzburgo sólo vivió en este mundo 35 años, y Haydn 77, más del doble en edades. Mas, fuera de estos detalles, las sinfonías de Haydn eran muy aplaudidas por los aficionados del siglo XVIII. Y a pesar de ser austriaco, Franz Josef fue más popular en Inglaterra, país que visitaba todo el tiempo y al que dedicó sus últimas 12 Sinfonías, o “Sinfonías de Londres”. Esta 103 es una de ellas, donde lucen las ideas lúdicas del autor designando al timbalero abridor de la sinfonía con un número de toques de percusión que no deja de sorprendernos a nosotros, melómanos del siglo XXI. Aparte de esta novedad, nos gustó el estilo enérgico y directo del director huésped Rodolfo Barráez, quien despachó con verdadera fuerza persuasiva los cuatro movimientos de tan singular sinfonía. El numeroso público lo ovacionó a él y a la orquesta con el mayor entusiasmo.

Siguiente noticia

UADY quiere dejar huella donde esté y se le necesite