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Pilar Faller Menéndez

No queda más remedio que volver a hacer alusión a uno de los tantos errores que cometió el anterior presidente de nuestro país, Enrique Peña Nieto, y en el caso que nos ocupa hoy. fue el abandono de los apoyos e inyección que dio a la ciencia durante los primeros años de su mandato incrementando la inversión en un 40 %, pero que a dos años de las elecciones tuvo un recorte dramático.

El joven Cristóbal García, a la edad de 17 años, desarrolló un acelerador de partículas; el investigador más joven que ha reclutado la NASA tiene 20 años, se llama Yair Piña y es mexicano. Lady Matemáticas, Olga Medrano, de 17 años, al ganar en Rumania la olimpiada europea femenil de matemáticas, conquistó las redes sociales.

Los ejemplos anteriores demuestran que en México hay talento, y que nuestros científicos están a la altura de los mejores del mundo; desgraciadamente es un sector que ha carecido de los recursos necesarios para desarrollar esta capacidad que tiene en ciencia, tecnología e innovación, otorgándole la importancia que en realidad tiene para el desarrollo de nuestro país, y evitar la fuga de talentos por la falta de interés en el tema.

En el pasado sexenio, el gobierno de Peña Nieto sostuvo que el dinero simplemente no alcanzaba y que carecían de fondos suficientes para la investigación, que no existía suficiente inversión de las empresas y que no había nuevas plazas en la academia ni oportunidades fuera de ella… y aunque parezca increíble, es una desmotivación para quienes quieren dedicarse a este rubro.

A pesar del desalentador mensaje para la comunidad científica, se anunció que en 2018 se destinaría un presupuesto mayor para ese año, pero la inflación hizo que ese dinero no volviera a ser diferente, y se encontraba lejos de la obligación que por ley se tiene de invertir cuando menos el 1 % del PIB en el sector, motivo por el cual nos encontramos cada día más rezagados de los países líderes del mundo, cuyo presupuesto en ciencia y tecnología es aproximadamente cinco veces más que en México, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).

Con unas palabras huecas y falsas Peña Nieto, en su discurso de toma de protesta de 2012, expresó: “Esta es mi más íntima convicción: que los jóvenes mexicanos, creativos y emprendedores, desarrollen sus aptitudes, conocimientos y capacidad innovadora para competir con éxito en el mundo moderno”. La comunidad científica del país habría sentido seguramente, que al fin podrían contar con los recursos necesarios para avanzar y no tener que emigrar a otros países en busca de trabajo y mejores condiciones para desarrollar su conocimiento, pero una vez más ganó el refrán “Prometer no empobrece, dar es lo que aniquila”.

Esta apuesta que hizo Peña Nieto que se plasmó en el Plan Nacional de Desarrollo de su sexenio, así como en un programa especializado, en el que se detalló un crecimiento anual del 0.11 % del gasto en investigación y desarrollo (GIDE) para poder alcanzar el 1 % del PIB en 2018, promesa que hiciera a los científicos mexicanos, los cuales le entregaron a los tres poderes del Gobierno una agenda detallada… no se cumplió, como suele suceder, ya fuera Peña Nieto, o que el Presidente hubiera sido Cantinflas o Capulina, desgraciadamente hay muchas promesas que se hacen sin la intención de cumplirse.

De acuerdo con lo definido en el plan de Gobierno, se debía de haber estado gastando, o más bien invirtiendo el .89 % del PIB, pero a duras penas llegó al .54 % según datos oficiales. Juan Pedro Laclette, investigador de la Universidad Autónoma de México, se lamentó: “Es una oportunidad desperdiciada, el financiamiento para el sector en el actual sexenio ha sido motivo de un gran desencanto. Ningún político negaría la importancia del conocimiento para el desarrollo del país, es incontrovertible.

“Si México no logra ser una potencia media en ciencia, tecnología e innovación en 25 años, ya no vamos a poder agarrar ese tren”, advierte Enrique Cabrero, quien en ese sexenio se desempeñaba como director del Conacyt.

Mientras el sexenio avanzaba, menos certeza tenía el sector de Ciencia y tecnología, en 2017, el Consejo de Ciencia y Tecnología (Conacyt), la principal institución en la materia de nuestro país, perdió la cuarta parte de su presupuesto en tan solo un año. “Al Gobierno simplemente no le interesa”, declaró Guadalupe Ortega Pierres, investigadora de la Cinvestav, y finalizó diciendo: “Estamos mal, en estado crítico y seguimos empeorando”.

Una de las consecuencias de la falta de recursos es que no se abren nuevos puestos en la academia. Ortega Pierres comenta que el Departamento de Genética y Biología Molecular del Cinvestav no ha abierto una plaza en 17 años. Los jóvenes investigadores han tenido que buscar otras opciones y el país pierde talento. “Pasas la licenciatura, la maestría, el doctorado y el posdoctorado, 11 años después terminas de estudiar y de repente no tienes trabajo, obviamente te desanimas”, admite Manuel, que investiga sobre cáncer endometrial en el Reino Unido.

Los casos pueden continuar, y ninguno es halagador en cuanto a que algún estudiante sobresaliente haya encontrado oportunidades laborales en México. A pocos meses de cumplir un año el sexenio de Andrés Manuel López Obrador, valdría la pena poner los ojos y recursos en la ciencia y tecnología, para poder aplicar los conocimientos de científicos mexicanos en el desarrollo de nuestro país.

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