Yucatán

Manuel Escalante da cátedra de ejecución en el piano

Ariel Avilés Marín

El tercer concierto de esta XXXII temporada de la OSY ha sido uno de los programas más breves de su historia, tan sólo tres obras, pero tuvo una intensidad muy profunda y especial. En este intenso programa se dieron la mano romanticismo y rococó y, con la magia que transmite la batuta de Rodolfo Barráez y el dominio profundo del piano de Manuel Escalante, estaba hecho, el público se cimbró en sus asientos y las ovaciones estallaron con fuerza para premiar las actuaciones de estos dos destacados músicos, un venezolano y un mexicano y orgullosamente yucateco.

Rodolfo Barráez es una muestra más de la maravillosa concepción de la educación musical que legó a la humanidad uno de los más grandes y destacados pedagogos del mundo, el venezolano José Antonio Abreu, programa educativo por el cual, en Venezuela, cada una de las escuelas tiene su orquesta de estudiantes. El destacado director Gustavo Dudamel es producto de este maravilloso sistema educativo, y ahora, Barráez es una nueva muestra del acierto genial de Abreu. La batuta de Rodolfo tiene magia, y sabe transmitirla a sus atriles, y éstos la desparraman por la sala y tocan el alma de los espectadores profundamente. Arrancar una sonora y larga ovación con las interpretaciones de obras, como la Obertura 1812 de Tchaikowsky o la Quinta Sinfonía de Beethoven, puede considerarse totalmente predecible, pero que la serenidad y sencillez equilibrada de Haydn ponga de pie, como un resorte, al respetable y éste brinde una larga y cálida ovación a la interpretación se ve pocas veces, y Rodolfo Barráez lo hizo.

Por su parte Manuel Escalante, cada vez que regresa a esta su casa, nos presenta siempre avances y novedades sin precedente, la permanencia en Europa y su inquieta actividad como concertista ponen nuevas facetas en el artista y nos devuelve un concertista nuevo en cada ocasión. Esta presentación de Manuel revistió un elemento emotivo, sensible y poco conocido. En cada visita de Manuel a Mérida, por muchos años, siempre hubo un encuentro entrañable con el inolvidable violinista e impulsor de la cultura, Don Juan Campos Casares. Don Juan deseaba profundamente escuchar a Manuel interpretar uno de los dos conciertos para piano de Liszt; la deuda ha sido pagada, pues Manuel nos puntualiza que este concierto lo dedicó a la memoria de Juan Campos. ¡Cómo nos hizo falta, en esta ocasión, la reunión después del concierto en casa de Don Juan, y la rica sobremesa!

Abre programa la Rapsodia Húngara No. 2 de Franz Liszt, obra originalmente escrita para piano solo y orquestada por él mismo. Forma parte de un total de diecinueve obras de este género, pero es sin duda la más conocida, popular y gustada de todas ellas. Arranca solemnemente con las cuerdas y se unen clarinete con gran dulzura y en seguida la flauta que dialoga con las cuerdas, el pícolo canta y la flauta hace una rápida escala y las cuerdas dialogan con el clarinete con mucha dulzura, las cuerdas abordan dramático pasaje que los platillos marcan; los chelos hacen un soberbio solo lleno y rico que acentúa el oboe, las cuerdas abordan un pasaje que acentúa el trombón; nuevos diálogos de las cuerdas con clarinete y oboe y el fagot pone una dulce escala y el clarinete hace nuevo solo, los chelos retoman el tema inicial; hay un cambio y canta el oboe con las cuerdas, una ráfaga del pícolo y la voz del corno nos anuncian el desborde de la fuerza y entra el tutti en pleno y la alegría va subiendo con fuerza y se aborda el conocido tema con el que van jugando las secciones y se va desbordando la fuerza con una sonoridad brillante, una escala del pícolo que acentúa el triángulo; de pronto, se baja a un remanso de paz para retomar el tema que corre irrefrenable para llevarnos al sonoro y alegre final brillante. La primera y tremenda ovación premia a la orquesta y al director.

Viene el Concierto No. 1 de Franz Liszt. Esta obra tiene cuatro movimientos, que se acostumbra interpretar sin interrupciones, de principio a fin. Allegro maestoso, Quasi adagio, Allegro vivace y Allegro marziale animato. Inician las cuerdas con acentos de los metales y entra el piano con gran fuerza, con enérgicos acordes y fuertes trinos, la trompeta pone un acento y responden las cuerdas y el piano canta con gran alegría y responden las cuerdas, el piano aborda rápida escala y juega con las notas agudas, canta alegre con el clarinete y va desarrollando un tema y entra el clarinete dulce y delicado, el piano sigue en el tema y canta solo y fuerte y los chelos ponen un acento en pizzicato y entran con fuerza los metales y el piano canta con gran fuerza con acordes que suben y bajan, suena el fagot y el piano responde sentido y ágil, aborda sonoras y sentidas escalas rápidas y fuertes y juega con gran agilidad por el teclado, los chelos entran dramáticos y se van uniendo las demás cuerdas; el piano canta solo con profundo sentimiento y es en este pasaje en el cual se plasma el más profundo sentimiento de la obra y en la que Manuel luce una claridad diáfana y una limpia y delicada digitación; las cuerdas entran con profundo sentimiento y el piano va desarrollando un tema muy sentido y suave en el que juega con trinos agudos a los que la flauta pone acentos y luego el clarinete y el oboe, el piano sostiene los trinos con gran agilidad, suena el triángulo y las cuerdas hacen un pizzicato; el piano juega con rápidas notas y canta con saltarina alegría y luego baja con dramática escala y marcadas notas fuertes, suenan los metales con fuerza y el piano responde con escalas y trinos de gran agilidad y claridad; entra el tutti con alegría y el piano responde sonoro con el acento de los trombones, el piano aborda notas rápidas y claras y va subiendo con fuerza y alegría y se desborda con el tutti para tremendo final brillante y muy emotivo. Estalla la gritería de bravos, el público aclama de pie al concertista y la ovación se prolonga. Manuel concede un ancore que es un arreglo suyo el cual funde el primer movimiento de la Sonata Claro de Luna de Beethoven, sobre la cual navega con delicadeza el inmortal tema de Ricardo Palmerín, Peregrina. Nueva y tremenda ovación despide al concertista.

Cierra programa la Sinfonía No. 103 de Franz Joseph Haydn, conocida como “Redoble del Timbal”. Obra equilibrada, serena, y muy elegante y de buen gusto, es una gran exponente del más puro estilo clásico. El primer movimiento, Addagio-Allegro con spinto, lo inician los timbales sonoros, entran chelos y bajos y suena suave el oboe, cantan los chelos y dialogan flauta y oboe, entran los violines suavemente y les siguen las demás cuerdas con paz y alegría y cambian a un tono dramático y arranca un alegre pasaje acompasado que da entrada al tutti con alegría; las cuerdas cantan melódicas y alegres, los cornos acentúan y se unen violas y chelos, entra el tutti y cantan oboe y cuerdas, canta la trompeta y responden las cuerdas, los timbales repiten su redoble y se repite todo el pasaje; las cuerdas abordan a ritmo de danza y dialogan flauta, oboe y fagot, entra el tutti y sube con fuerza y lo acentúa el timbal, nuevo redoble solo de los timbales que responden chelos y bajos, entra el tutti que nos lleva al alegre final del movimiento.

El segundo movimiento, Andante piu tosto allegretto, lo inician las cuerdas suave y acompasado, es alegre y ameno y se desarrolla con calma, cantan las cuerdas y el oboe marca un alegre compás y se repite el pasaje y en seguida se desarrolla con alegría tranquila, el oboe canta y las cuerdas lo acompañan, canta la flauta y el concertino hace un alegre solo delicado en suave stacatto, canta el violín con notas muy delicadas, agudas y precisas, algunas sublimes, y entra el tutti con fuerza cambiando el tema con fuertes acentos, dialogan oboe y flauta y responde el tutti muy alegre, suenan las flautas y nos llevan con el tutti al suave final del movimiento.

El tercer movimiento, Menuet, arranca a tiempo de danza el tutti con alegría y con acento de los cornos, la música gira con delicadeza y contagia alegría, sube con fuerza y baja de pronto para retomar el ritmo de danza, el minueto corre con alegría y delicadeza, las cuerdas hacen una nota en pizzicato y se retoma el tema del minueto y nos lleva al plácido final. El cuarto movimiento, Allegro con spinto, lo inician los cornos con rica nota que las cuerdas responden con alegría, los cornos de nuevo elevan su voz y entran alegres las cuerdas, el oboe suena al fondo, entra el tutti y desarrolla el tema con fuerza y alegría; cantan los chelos y responde la flauta, los chelos de nuevo y entra el tutti con fuerza, una nota de los cornos marca un cambio y viene una larga nota del oboe; las cuerdas cantan alegres con marcado compás del timbal y se aborda fuerte pasaje, el fagot canta y las cuerdas responden, la trompeta canta también y nuevamente los cornos, las cuerdas entran con alegría y el timbal marca el compás, entra el tutti muy alegre con marcado compás y nos lleva al brillante final del movimiento y la obra. Tremenda ovación premia al director y la orquesta, hay fuertes gritos de bravo; el director va poniendo de pie a los solistas para recibir la ovación y termina el concierto entre la alegría de la obra de Haydn.

Salimos del Peón Contreras con la satisfacción del excelente pianista concertista escuchado y la magia transmitida por el director.