Ariel Avilés Marín
La noche del miércoles 2, en el Palacio de la Música, dio inicio la serie titulada “Conciertos de Bolsillo”, esta serie de recitales tiene por objeto impulsar la cultura por la música de cámara en su más amplia acepción, pues abarca los más distintos períodos de la historia de la música. En esta primera serie de conciertos se ha contemplado presentar obras del barroco, del clásico, del romanticismo, música contemporánea, jazz y música popular. El proyecto cuenta con el esfuerzo conjunto de la Secretaría de la Cultura y las Artes, el Palacio de la Música y la Escuela Superior de las Artes de Yucatán. El primer concierto nos presentó un selecto programa de piano, y a cargo del destacado concertista yucateco Manuel Escalante Aguilar.
Antes de dar inicio al programa musical, el destacado flautista Joaquín Melo hizo una introducción en la que expuso los objetivos de este proyecto. Destacó la importancia de vislumbrar las obras interpretadas desde la perspectiva de la época en que fueron creadas y estrenadas. “Cuando estas obras surgieron, tenían la calidad de contemporáneas, eran avanzadas, revolucionarias”, explicó. Subrayó la importancia de que la música sea escuchada en vivo, pues esa interpretación está situada en el tiempo, es única y efímera. “El tiempo se va y se queda la música”, concluyó.
Algunas observaciones al evento. Las grabaciones para hacer las tres llamadas, solicitar los celulares en silencio y otras indicaciones, fueron sustituidas por unas nuevas en un tono que parece que se está regañando al público; un poco de amabilidad no vendría mal en ellas. Los edecanes del Palacio de la Música siguen permitiendo el acceso a la sala en medio de la ejecución de las obras, ¡Ah, y esta gente que llega tarde, hasta ilumina su camino con la linterna de su celular! ¡Respeto por favor, respeto a los artistas!
La actuación de Manuel Escalante se inicia con la interpretación de la Sonata No. 11 Op. 22 en Si bemol, de Ludwig van Beethoven, obra dedicada por el autor al conde Johan von Browne. Está compuesta por cuatro movimientos: Allegro con brío, Adagio con molto espressione, Menuetto y Rondó. Allegretto. La interpretación de Manuel fue precisa, ágil y profundamente certera, la claridad de sus notas fue diáfana; los retos técnicos que la obra presenta a lo largo de sus cuatro movimientos, fueron remontados por Manuel con gran maestría. Escalas rápidas y complicadas, rápidos trinos, fuertes acordes, fueron abordados con un ágil juego de manos que supieron dialogar con alegría, suavemente, acompasadamente, lo que cada pasaje exigió al concertista, fue resuelto con la absoluta maestría del ejecutante. Un acompasado pasaje en stacatto nos lleva al sonoro final de la obra. La primera y sonora ovación llenó la sala del Palacio de la Música.
El segundo número lo fue Fantasía Maya, del compositor español Gabriel Fernández Alvez, obra que está construida alrededor de Los X’Toles, única obra musical totalmente original de la cultura maya prehispánica. Fernández escribe esta obra especialmente para nuestro coterráneo Manuel Escalante. La fantasía consiste en una amplia serie de variaciones que van incorporando el tema de los X’Toles parte a parte, y va construyendo sobre cada una de ellas complicadas variaciones en las que la disonancia es la tónica mayor y más extensa; cada uno de los pasajes es más complicado que el anterior, es una partitura verdaderamente complicada y exigente, su dificultad técnica es de altos vuelos. Manuel se aplica a fondo y sale avante del reto, y el respetable premia su esfuerzo y calidad con sonora y larga ovación. Si la fantasía exigió de Manuel una depurada técnica y dominio de su instrumento, los siguientes tres Nocturnos de Federico Chopín, exigieron de él una sensibilidad profunda y una tremenda capacidad para transmitir el delicado sentimiento que campea en la obra toda de Chopín, y especialmente en los nocturnos. Los tres seleccionados tuvieron una dosis extra de exigencia, son sumamente conocidos, así que el más mínimo fallo queda expuesto, desde luego. Estos fueron en Do sostenido menor, conocido como póstumo, el Op. 15 No. 2 y el Op. 9 No. 2. En las tres interpretaciones, Manuel bordó una delicada trama, acarició el teclado y el alma de la audiencia, tuvo pasajes de una sensibilidad superior, las notas finales de cada uno de los nocturnos, fue un alarde de delicadeza magistral. Tremenda ovación premia al pianista.
Siguió en el programa, la Danza Ritual del Fuego, de Manuel de Falla. Esta danza es el número principal del ballet El Amor Brujo, obra de profundo espíritu gitano, y es una de las obras más importantes de la música clásica española. La obra es una auténtica avalancha musical, un torbellino sobre el teclado, es intensa de principio a fin y su dificultad técnica es tremenda. Manuel la aborda con gran agilidad en toda su extensión y llega exitosamente a los sonoros acordes finales, desarrollando en el camino una verdadera cátedra de virtuosismo y sonoridad. Al finalizar la interpretación, estallan los gritos de bravo y se deja caer sonora y larga ovación.
El programa finaliza con tres arreglos de Manuel, ejecutados sobre conocidas obras clásicas. Tres verdaderas joyas de la canción yucateca tradicional, son ejecutadas sostenidas en la base de los clásicos, produciendo una simbiosis musical maravillosa y extraordinaria. En cada una de estas obras arregladas y adaptadas, se dan la mano, en cada caso, Ludwig van Beethoven con Ricardo Palmerín, Serguéi Rachmaninov con Guty Cárdenas y Federico Chopín con Enrique Coqui Navarro. En el primer arreglo, la Sonata No. 14 “Claro de Luna” de Beethoven, sirve de base y sostén para la inmortal melodía de Peregrina, de Ricardo Palmerín. La alegre y solemne danza corre con natural delicadeza sobre los delicados arpegios de la sonata y los autores, alemán y yucateco, se funden en una nueva creación que confirma la universalidad de ambos autores.
La solemnidad litúrgica de El Caminante del Mayab transita ligera sobre los fuertes y emotivos acordes de secuencias de estudios de Rachmaninov; el hieratismo del indio maya marcha pausado sobre la agitación emotiva y sonora que el romántico ruso imprime en sus sonoros acordes agitados, el arreglo está tan bien planeado, y mejor ejecutado, que tal pareciera que la obra fue originalmente creada de esta manera. Finalmente, el profundo espíritu romántico de Chopín, encuentra un alma gemela en Coqui Navarro, pues su Despierta Paloma, se asienta en forma natural sobre la obra Chopiniana, como si para tal fin hubieran sido escritas ambas obras. El público escucha con profunda atención, como hipnotizado, el impacto de elevar la trova yucateca a la categoría de música para salas de concierto, se incrusta en las almas del respetable con profundidad y lo conmueve hasta el fondo. Al terminar la ejecución, estalla tremenda ovación y resuenan los gritos de bravo. Manuel concede un entrañable ancore, se trata de la primera pieza que tocó, hace muchos años, en su primera audición, siendo un niño, en su natal Valladolid, y que le fue enseñada por su madre. Sensible homenaje de amor filial, que es premiado con otra gran ovación.
Salimos del Palacio de la Música muy complacidos por constatar que nuestros yucatecos van por el mundo iluminándolo con su música.