Yucatán

Una buena sacudida

Rafael Mis Cobá

El T’alkú de la Tía Juana

Seguro de que en esta ocasión la escultural tía Juana estaría presente en el desfile cívico-deportivo del pasado lunes, el sobrino cabezón recorrió desesperado todo el derrotero en su búsqueda, pero su esfuerzo resultó en vano pese a contabilizar uno por uno a los 4 mil 822 participantes.

Con su tía en la mente, el cabeza de “lec” buscó y buscó entre las hermosas adelitas que lucían sus estampas y vestidos multicolores, pero la Eva del Mayab no aparecía por ningún lado.

En su obsesión por tratar de encontrarla, el travieso sujeto llegó a pensar que su amada pariente encabezaba el contingente de las bellas mujeres que exhibían con gracia y alegría sus cuadros gimnásticos y audaces acrobacias, pero nada. La tía Juanita se había quedado en Chikindzonot a cuidar al tío Chupi debido a que tuvo un cuadro severo de “ch’otnac”.

Al enterase de la desgracia del humilde milpero (pero suertudo hombre por ser el único y eterno amor de la “t’int’inkí” mestiza), el sobrinín viajó de inmediato hasta el lindo poblado para conocer de cerca la situación y ofrecer su ayuda desinteresada.

—¡Tía Juanita!, ¿Qué le sucedió al tío Chupi?

—Creo que lo batió el “jadzajá”, sobrino.

—¿Ya le hiciste su atolito?

—No puede tomar nada, sobrino, tiene “ch’otnac”.

—“Uay”, tía, no se le vaya a complicar y se convierta en “t’irixtáh”.

—“T’irixtáh” lo que le puede dar a Donald, ahora que aparecen más pruebas a favor de su destitución.

—Tía, deja al “ch’el” en paz y dedícate a cuidar al tío Chupi.

—No tengas duda de eso “mejenkisín”. Quiero decirte que ante la heladez que se acerca ya le compré su cobertor y su mameluco de felpa.

—¿Aprovechaste el Buen Fin?

—Qué Buen Fin, ni qué nada. Pregunté en una tienda y resulta que el producto me salía más caro con el descuento que antes del Buen Fin.

—“Maare”, tía, es que no seguiste la estrategia de Mau y Reni.

—¿Compraron también sus cobertores y mamelucos para protegerse del frío?

—No tía, el góber adquirió un hornito tostador en 789 pesitos.

—¿Para dorar las tortas de subway?

—No, tiíta, no era para su negocio, sino para su casita.

—¿Y pagó el aparato de cash?

—Negativo tía, la austeridad republicana le pega también al góber y tuvo que recurrir a su tarjeta bancaria.

—Pero supe que se le olvido el NIP.

—Era pretexto, tía, quería que se lo obsequiara José Manuel López Campos, el líder de los comerciantes en el país, que estaba junto a él.

—“Uay”, sobrino, pero resultó que López Campos es más duro que un cocoyol.

—Tía, el que sí presumió tener mucha lana es Renán.

—Cierto sobrino, compró un frigobar en 2 mil 999 pesos y lo pagó de contado.

—“Maare”, tía, parece que al alcalde no le afecta la austeridad.

—Sobrino, al que de plano ni cosquillas le hace la austeridad, es al magnate Slim.

—Es verdad, tía, hasta repartió dinero a la gente que se le acercaba cuando salió del Palacio Nacional luego de recibir el lunes el Premio Nacional de Ingeniería.

—Sobrino, además, don Carlos dio un buen mensaje.

—¿Bajarán las tarifas de Telmex?

—No “mejenkisín”, dijo que México necesita una buena sacudida.

—“Uay”, tía, yo también.

—No empieces con tus cochinadas que te caigo a “uasc’opazos”.

—Tía, no confundas las cosas, Slim dijo que con una buena sacudida, una transformación, puede haber crecimiento.

—Sí, pero del país, “mejenkisín”. A ti, ni que te estiren con aparatos de la Inquisición te crecería algo.

Ya desenmascarado y ante el silencio sepulcral que lo embargó, la tía Juanita le advirtió que el “potro” o “ecúleo”, era un instrumento y un método de tortura utilizado en la Inquisición en el que el acusado era atado de pies y manos a una superficie conectada a un torno, que al girar en sentidos diferentes dislocaba los miembros y a veces llegaba a desmembrarlos.

¡¡Uay!!, sólo alcanzó a exclamar el sobrino ante tan cruda descripción y rápidamente brincó la albarrada ante el temor de que la tía le aplicara el potro y le desmembrara algo.