Yucatán

Alimentemos también nuestro espíritu, no sólo nuestro cuerpo

Ante numerosos fieles católicos que acudieron a la misa de los Fieles Difuntos en el panteón Xoclán, el Arzobispo de Yucatán, Gustavo Rodríguez Vega, recordó que de acuerdo con las enseñanzas de la Iglesia Católica, después de la muerte, hay un juicio inmediato y de allá la persona va enseguida al cielo, al purgatorio o a la condenación eterna.

En cambio, dijo, para los hermanos separados los difuntos están en sus tumbas y ya, y no van a despertar sino hasta la resurrección de los muertos.

Asimismo recordó los orígenes que tuvo en los tiempos de Judas Macabeo la misa por los difuntos; comentó que nosotros somos espíritus encarnados y censuró que demos tanta importancia al cuerpo y tan poca al espíritu, cuyo alimento son los sacramentos, la eucaristía, las buenas lecturas, las buenas acciones, la Palabra de Dios y las buenas relaciones interpersonales.

Al inicio de la misa saludó a las autoridades y a los asistentes Renán Barrera Concha, presidente municipal de Mérida, y esposa Diana Castillo; Zazil Canto Ureña, Mario Arturo Romero Avila, José Collado Soberanis, Susy Pasos, Mario Martínez Laviada, Karen Achach Ramírez y Alejandro Ruz Castro.

–Hermanos y hermanas, todos muy queridos en Cristo Nuestro Señor. En el siglo IV antes de Cristo, Alejandro Magno, el gran emperador griego, iba extendiendo su reino por todos los rumbos y llegó también a la tierra de Israel. La cultura griega empapó todo el mapa de su imperio, y la gente culta aprendió a hablar griego. Los últimos 7 libros de la Biblia fueron escritos en griego. Y algunos judíos dijeron: No, esos no son Palabra de Dios. Y otros dijeron: Sí, sí es Palabra de Dios. No los aceptaban porque fueron escritos en griego, pero el resto de Israel, la mayor parte, sí aceptaron esta lista, ese canon, por eso se llaman libros canónicos.

Libro de los Macabeos

Entre estos libros canónicos se encuentra el Libro de los Macabeos, que acabamos de escuchar en la primera lectura. Pues nuestro Señor y los apóstoles pertenecían a esta parte del judaísmo que aceptaron los 7 libros, que seguían los 7 libros. Y así la Iglesia siguió con toda la Biblia incluyendo estos 7 libros. Así es hasta hoy, pero resulta que cuando hubo la separación de Martín Lutero, los hermanos protestantes tomaron la lista antigua del otro grupo judío y quitaron los 7 libros aquellos que les mencioné, del Antiguo Testamento. Por eso es la diferencia que van a encontrar básicamente entre una Biblia católica y una protestante, que no tienen esos 7 libros.

Pero, ¿por qué los quitaron, por qué cambiaron de lista? Bueno, porque estos libros tienen enseñanzas podríamos decirlo, muy católicas o muy favorables a la enseñanza católica. Por ejemplo, lo que hoy escuchamos, que Judas Macabeo mandó ofrecer un sacrificio por todos aquellos difuntos que cayeron en la batalla, y se dieron cuenta de que tenían debajo o dentro de sus ropas algunos idolitos. Y por eso habían muerto y por eso ofrece el sacrificio pidiéndole al Señor por todos los difuntos, para que resuciten.

Así es que estos libros pertenecían al grupo que aceptaba y creía en la resurrección de los muertos, pero como la enseñanza protestante iba en contra de las misas que se ofrecían por los difuntos, por eso optó por quitar esos libros. Sin embargo, ya sabemos cuál es la enseñanza de la Iglesia, y para los hermanos separados los difuntos están en sus tumbas y ya, y no van a despertar sino hasta la resurrección de los muertos.

Tres opciones

Pero nosotros sabemos que, después de la muerte, hay un juicio inmediato por lo cual la persona va al cielo o va al purgatorio, o a la condenación eterna. Eso es lo que sabemos. Y lo sabemos con mucha claridad por otros pasajes como el del evangelio cuando el ladrón arrepentido le pide a Jesús que se acuerde de él cuando llegue a su reino, y Jesús le responde: Hoy estarás conmigo en el paraíso. No le dijo: Allá cuando sea la resurrección de los muertos. No. Le dijo: Hoy estarás conmigo en el paraíso. Y en la parábola que cuenta Jesús del rico Epulón y el pobre Lázaro, el pobre Lázaro es llevado inmediatamente al cielo, al seno de Abraham. Así es. Lo que venimos a venerar el día de los difuntos a los panteones son los restos mortales de las personas que amamos en vida, ordinariamente pues hay muchos que descuidan su espíritu y favorecen mucho su cuerpo. Especialmente en los tiempos modernos: Hay mucho culto al cuerpo, y en general menos ocupación del espíritu, se ocupan no solo de la comida y la bebida, sino en general rodeamos el cuerpo humano de muchísimas atenciones. Fíjense cómo está desarrollada la industria de las lociones y la belleza corporal, y cómo también el culto al cuerpo se expresa en tantos y tantos y tantos gimnasios por todos lados. Es la importancia que le estamos dando al cuerpo.

Equilibrar la atención

Y no es que eso esté mal, sino lo malo está en no equilibrar la atención a la persona. En no atender de igual modo al Espíritu, porque somos espíritus encarnados: alma y cuerpo. ¿Cómo atendemos a nuestra alma? ¿Cómo la alimentamos? El alma se alimenta, para todos los creyentes, por los sacramentos, recibiendo los sacramentos. Se alimenta por la Palabra de Dios, escuchada, reflexionada en la Iglesia. La Palabra de Dios, pero también el alma se alimenta de buenas lecturas, se alimenta de buenas obras, de buenas relaciones interpersonales. Así es como vamos alimentando nuestra alma, cultivando nuestra alma, dándole lo mejor a nuestra alma, no solo a nuestro cuerpo. Pero si aquí en el panteón y en todos los panteones, de todas maneras para nosotros son dignos de respeto, dignos de veneración. ¿Por qué? Porque pertenecieron a nuestros seres queridos, porque aunque ya no esté ahí lo más valioso para el ser humano que es su alma, de todas maneras esos restos merecen veneración, merecen que les expresemos nuestro cariño y venimos aquí a recordarlos.

Muy bien para las tumbas el limpiarlas, el pintarlas, el pintar flores, pero para las almas de los difuntos lo mejor es la oración, y mucho mejor aún, la celebración eucarística. Este día aquí conjuntamos las dos cosas, ustedes vienen a visitar las tumbas de sus seres queridos, y aquí nos reunimos para ofrecer el sacrificio de Cristo por las almas de todos ellos que necesitan siempre de nuestras oraciones. ¿Hasta cuándo las van a necesitar? No sabemos. Nuestro deber es siempre orar por los difuntos. Mientras la Iglesia no diga: este hombre, esta mujer, con toda seguridad ya está en el cielo, y lo pone en su lista, en su canon, por eso es canonizado, entonces estamos completamente seguros de que está en el cielo, y de que intercede por nosotros. Y que su modo de vivir es ejemplar. Ahí está la comunión de los santos. Los santos del cielo interceden por nosotros e interceden por las almas del purgatorio. Y nosotros, pedimos a los santos del cielo que nos apoyen con sus oraciones, y nosotros pedimos por los fieles difuntos, y nosotros oramos unos por otros, somos santos, y esa es la comunión de los santos.

Iglesia triunfante e Iglesia del purgatorio

Pero está la Iglesia del cielo, triunfante, está la iglesia del purgatorio, necesitada de nuestra oración, y estamos nosotros, que necesitamos de la oración, pero podemos ya interceder unos por otros. Pidámosle al Señor que por nuestra fe en la resurrección, por nuestra fe en el Espíritu que vive en nosotros, el Espíritu Santo, por nuestra seguridad de que no somos solamente cuerpo, sino que Dios creó un alma para cada uno de nosotros, por esa fe, sigamos cultivando nuestro ser, de una manera equilibrada, dándole a nuestro cuerpo lo que realmente necesita sin excesos, pero también dándole a nuestra alma lo que más necesita, y sin dejar de orar como creyentes, unos por otros. Que así sea.

(Roberto López Méndez)