Roldán Peniche Barrera
Por estos días nuestra Mérida -ciudad de paz- se cimbra en su brutal desdoblamiento de gran urbe en una explosión de suicidios, feminicidios, asesinatos, personas tomadas de rehenes, latrocinios y un interminable nomenclátor de esos crímenes de toda índole.
Nosotros, diligentes columnistas de Yucatán Insólito que no nos metemos con nadie y que estamos en lo propio, también somos arrastrados por el maremagnum de los espasmos de la vida actual. No ha mucho, padecimos una caída tan severa de la que apenas estamos recuperándonos.
Una caída donde no nos ha quedado hueso sano y que nos impidió por algunos días -semanas- consagrarnos a la redacción de nuestra columna.
Dicen que la mayoría de los accidentes ocurren en el hogar, y hay gran certeza en la famosa frase que nos obligó a guardar cama, padecer infinitas lesiones de todos calibres, perder un número de kilos de nuestra humanidad así como muchos pesos -producto de nuestro aguinaldo-.
De todo este episodio -del que no vale dedicarse a su explicación en detalle- empezamos a ver la luz y a tundir nuestra vieja “Olympia” para mantenernos al día en nuestros comentarios diarios. Y haciendo de lado nuestra roja -de rojo sangre- bata de enfermo, volvemos a la acción y a la investigación de nuestro tema: la historia de Yucatán para conocimiento y acaso solaz de nuestros lectores que -perdónesenos el tufillo de presunción-, suman un buen total.
Lo demás es lo de menos. Volvemos a nuestras letras. ¡Buen día!