Yucatán

Ariel Avilés Marín

Hablar de Socorrito Cerón es hablar de la danza clásica en Yucatán. Antes de ella están las que pueden ser consideradas las raíces, Nina Shestakova y Nelly Cetina, que pertenecen a las generaciones que la anteceden, que ponen las bases, pero sin discusión de ninguna clase es ella quien le da coherencia, quien crea la estructura para la enseñanza formal y organizada del ballet en Yucatán. Son verdaderamente excepcionales las personas que pueden alcanzar ochenta años de labor de enseñanza ininterrumpida y fértil, como es el caso de Socorrito Cerón. Estas personas excepcionales como ella, merecen todo el reconocimiento de la sociedad en general, de la comunidad artística y cultural, en especial. Socorrito Cerón es una activa, ágil, dinámica joven de más de nueve décadas, que se mantiene en una febril actividad, y que marcha por la vida dando y dando y dando amor a la niñez y a la juventud.

Con gran justicia, la Escuela Superior de Artes de Yucatán y su Centro de Investigaciones Artísticas “Gerónimo Baqueiro Fóster”, han organizado un justo y merecido homenaje a la maestra Socorro Cerón, como la gran impulsora de la enseñanza formal del ballet clásico en el estado. El merecido homenaje consta de dos eventos, el primero de ellos, una conferencia sobre el desarrollo de la enseñanza del ballet en el Centro Estatal de Bellas Artes, impartida por la propia homenajeada y, enseguida, la inauguración de una exposición sobre la labor de ocho décadas de fecundas acciones de la destacada maestra. El martes, a las siete de la noche, en el auditorio del Centro de Investigación de la ESAY se llevó a cabo el primer acto del homenaje a la maestra Socorro Cerón. Para dar paso a la conferencia de la propia maestra, el director del Centro de Investigaciones, Mtro. Enrique Martín, dio la bienvenida e hizo la introducción al asunto.

En la mesa de exposición ocuparon el lugar Ana Marrufo Heredia, del Centro de Investigaciones, quien hizo una breve síntesis de la vida y obra de Socorrito Cerón, y la propia homenajeada, quien dictó una acuciosa y detallada conferencia titulada: La Danza en la Escuela de Bellas Artes; extensa e informada disertación que dilató una hora y media de profunda y documentada exposición de la creación, organización y desarrollo del ballet clásico en Yucatán. Si la dinámica actividad de Socorrito es motivo de admiración, su coherencia y lucidez van a la par con ella. Una conferencia amena, dinámica, que capturó la atención del numeroso público que llenó la sala, y que salió muy complacido de haber acompañado a la querida maestra en su homenaje y de haber recibido esta singular y profunda cátedra.

Ana Marrufo nos expuso: “No es sencillo dar en forma directa y dinámica una imagen verdadera del rostro de la actividad fecunda de Socorrito Cerón”. Describió a Socorrito como una guerrera, con una clara visión a futuro, que vivió en la búsqueda de un ideal y, posteriormente, también buscó un espacio para la gimnasia, en la que llevó al lenguaje corporal del ballet a otra forma de expresión. “Hasta la actualidad, Socorrito es una persona que desarrolla una incansable actividad diaria, desde que se levanta en las mañanas”. También destacó su marcha a Cuba, para perfeccionar su preparación. Como dato curioso relató que Socorrito participó en el peligroso acto conocido como El Globo de la Muerte (peligroso acto de acrobacia en motocicleta en un gran globo de varillas de acero) con tal de poder llegar a Cuba para ampliar su preparación técnica. Destacó los premios y reconocimientos que ha recibido, como el Premio “José Limón”, el premio “Una vida dedicada a la danza” a nivel nacional, la Medalla Yucatán, el premio “Una vida dedicada a la danza” a nivel estatal; y que fue incluida en el Salón de la Fama del Deporte de Yucatán, en 2018, y en el presente año, en el Salón de la Fama Nacional. “Es un privilegio trabajar con ella, para la integración del archivo de danza de este centro de investigación”, concluyó.

Socorrito inicia su exposición refiriéndose a las valiosas enseñanzas de su maestra Nelly Cetina Albertos. “Disculpen cualquier error, es la emoción por el cariño a mi maestra Nelly Cetina”, recalcó; comparó las carencias y espacios inapropiados de entonces, con las dignas instalaciones con las que cuenta hoy la ESAY. “Actualmente, se cultiva la danza en varios géneros, y todas requieren su propia infraestructura, y hay que apoyar todos estos esfuerzos; para ello, hay que integrar a toda la comunidad para fortalecer estos proyectos, para que las autoridades entiendan nuestro trabajo, para tener estas instalaciones que tenemos hoy, necesitamos hombres y mujeres que apoyen al arte”, señaló con energía. Destacó la importante labor del Dr. Xavier Alvarez, director de la ESAY. “Tiene que cuidar este legado que se extenderá hasta las siguientes generaciones”.

Nos pone al corriente de las condiciones en las que cursó sus estudios, de 1943 a 1949. “No había duela, ni abanicos, menos aire acondicionado, no había ropa de danza”, explicó. El calzado de danza no llegaba a Mérida, sólo se contaba con las zapatillas que hacía “Bolita” (un señor de apellido Valladares) y eran duras y horribles. “Usamos mallas por primera vez en 1959, las hizo a mano la mamá de Ledy Torres, eran de franela. Con mucho esfuerzo egresó la primera generación de ejecutantes de danza clásica de Bellas Artes. “Con una voluntad increíble creamos la primera compañía de ballet de Mérida, y montamos completa El Lago de los Cisnes, con sus cuatro actos”, refiere. Pasa a señalar la incorporación de la figura masculina en el ballet local. “El primero fue Alfredo Cortés, su aparición fue un impacto en la danza local. La directora de Bellas Artes era Adelina González, y no permitía hombres en el ballet, así que, cuando entraba al salón de clase, teníamos que ocultar a Alfredo detrás del piano”.

Nos señala que en las décadas de los 40’s y 50’s no había escuelas de ballet. “Sólo se hacía el esfuerzo en la escuela de Anita Medina”, señala; inician las primeras academias Lupita Núñez, Nelly Cetina, Rosita Medina, Amalia Cardós. En 1940 se inicia la enseñanza en Bellas Artes, las primeras coreografías fueron de Nelly Cetina. “Yo me inicio a los diez u once años”. La primera escuela estuvo en la calle 60, cerca de un periódico local; luego en el cruce de las calles 54 y 57, donde hoy está la escuela de inglés Benjamín Franklin, luego en la 59, frente a la gasolinera de Abimerhi, y finalmente, donde está hoy, en la Avenida Itzaes, en el antiguo Asilo Ayala. “Mi primera coreografía fue Idilio en la Floresta, luego vino Sílfides; Nelly Cetina, generosamente me había relatado el argumento. Me marcho a México a mejorar mi técnica con Nina Shestakova. A mi regreso monto Rapsodia en Azul, El Cascanueces y De la Jota a la Jarana”.

Fue muy importante desarrollar la danza como está hoy, para ello es muy necesario tener un amplio bagaje cultural. Lo que vemos hoy, no es el producto de unos meses, sino de muchos años de esfuerzo y perseveración. “El coreógrafo transmite la idea, y el bailarín la desarrolla. La danza, como arte, requiere una labor completa maestro-alumno. El alumno es un ser activo; el maestro dirige, pero el aprendizaje es activo. Es necesario crear hábitos, crear convicciones artísticas; hay que tener en cuenta los rasgos y la personalidad de cada alumno. La danza es de hombres y mujeres por igual. Se requiere constancia, puntualidad y trabajo propio, todo está a la vista. La danza nos acerca a todas las artes, educa el gusto. Recupera valores, como la amistad, nos enseña a cuidar el cuerpo, a estar bien alimentados”.

“Se han desarrollado muchos géneros y estilos, pero la danza clásica es la madre, siempre regresamos a ella”, concluye.

Terminada la brillante conferencia, se proyectó un video con abundantes testimonios de las actividades de la maestra y luego se cortó el listón para abrir la exposición de fotografías y otros recuerdos de la amplia trayectoria de Socorrito.

Salimos del Centro de Investigaciones de la ESAY con la admiración por la extraordinaria trayectoria de ocho décadas de fértil actividad de la maestra Socorro Cerón.