Yucatán

El Obispo Auxiliar, Monseñor Pedro Sergio de Jesús Mena Díaz, dijo ayer que honramos a la Virgen de Guadalupe como reina de los trabajadores.

Durante la misa que ofició en el área de joyeros del mercado Lucas de Gálvez, el prelado dijo ante los fieles devotos:

–Hermanos, nos encontramos una vez más en este lugar de trabajo honrándola como reina de los trabajadores, que es una de las advocaciones que México le ha dedicado a su patrona, a su Madre Santísima la Virgen María en su advocación de Guadalupe. Madre de los trabajadores. Y es que María se ha hecho sentir muy cercana a nuestro pueblo. Lo que vamos contemplando y lo que vamos reflexionando, recordando este hecho de las apariciones de 1531, pues vamos sintiendo esa cercanía de la Santísima Virgen María.

Cuando recordamos cuál era ese ambiente, cuál era la situación que se vivía en México en esos momentos, vemos que verdaderamente Dios no nos deja nunca, nunca se aparta de nosotros.

Todos sabemos que América fue descubierta en 1492, desde entonces empezaron a venir quienes conquistaron nuestro territorio, pero juntamente con ellos vinieron los que iban a anunciar la buena noticia de la salvación. Vinieron los franciscanos, y empezó la predicación de la buena noticia de Jesucristo.

Hubo gente que respondió a esa predicación. Juan Diego es uno de ellos. Ya estaba bautizado. Y precisamente cuando se aparece la Virgen él iba a seguir aprendiendo a Tlatelolco, a seguir escuchando las enseñanzas de los sacerdotes, que dice Nican Mopohua, “imagen de nuestro Señor”.

Profundizar en la fe

La idea que tenía Juan Diego de los sacerdotes que habían venido a traer la Palabra del Señor, y que nos enseña allá, que Juan Diego como el bautizado no puede dejar de profundizar en su fe. Él se bautizó y no es como muchos, que para tomar las clases prebautismales andan buscando dónde serán las más cortas. Y hasta que vuelva a ser uno padrino, o papá o mamá, me vuelvo a acercar para tomar otras pláticas. Juan Diego no, ya bautizado buscó profundizar en la fe que había recibido. Pero no hay muchos como Juan Diego. El Obispo Juan de Zumárraga se estaba desesperando un poco. Y le manda una carta al rey y, en esa carta, dice: Si no interviene Dios, esta tierra se va a perder.

Así se expresa la preocupación del Obispo, que seguramente iba acompañada de la oración. ¿Y cómo respondió Dios?, ¿cómo intervino aquí en nuestra tierra? Mandando ni más ni menos a aquella elegida, a la Madre de su Hijo. Ya habíamos contemplado a la misma Virgen María que había recibido el anuncio del ángel y que, por obra del Espíritu Santo, había engendrado al Hijo mismo de Dios.

Que cuando se presenta a su prima Isabel, pues es reconocida ya con el niño en su vientre, apenas empezaba a desarrollarse en su vientre, ya es madre. Gran lección que nos da pues este texto: ya es madre. “¿Quién soy o para que la madre de mi Señor?”….

Apenas tenía unos días de que el niño estaba engendrado en el vientre de María. La que reconoce Isabel como la llena de gracia. La misma que vamos a contemplar en Belén dando a luz al salvador del mundo, la misma que vamos a encontrar en Nazaret con José cumpliendo las peregrinaciones hacia Jerusalén. La misma que estuvo al pie de la cruz. Y Jesucristo dijo: he ahí a tu madre, le dijo a Juan, y Juan nos la entregó a todos. Ella misma es la que viene a México, la misma madre de Dios. Así es como respondió Dios. Es para que nos sigamos nosotros admirando de cómo Dios verdaderamente no deja nunca a su pueblo. Porque así es como se presenta a su pueblo: Yo soy la madre de Dios por quien se vive. Es la misma, la Virgen María que ahora viene de misionera, porque ella después de cumplido su tiempo aquí en la tierra fue llevada a los cielos y vive eternamente como es el mismo llamado que nosotros recibimos y por lo cual Jesucristo se engendró, nació en la Virgen María, murió por nosotros y resucitó. Y que hoy que estamos honrando a la Madre de Jesús, nuestra madre. Aplicamos lo que escuchamos en la primera lectura del libro de Sirás: Los que me honran, tendrán una vida eterna. María vive la eternidad y nos llama a la eternidad. Pues ella es la que vino a México, es la que escogió a Juan Diego. Y en ese hecho se va dando cómo Dios no deja de sorprendernos nunca. Isabel dice: ¿Quién soy yo, qué mérito tengo para que la madre del cielo venga a verme? Juan Diego dice: Busca a otros más preparados, busca a alguien que tenga don de palabra.

El escogido

Yo quién soy, soy escalerilla, soy petate, soy cola, no soy nada. Y la Virgen María le dice: es preciso que tú seas. Tú has sido el escogido. Y Juan Diego, confiando plenamente, responde:

Imaginándonos todo lo que iba aconteciendo en las apariciones. Cuando ya le piden la prueba y ella le da las flores que no se daban en el tiempo de invierno, y llega a la casa del Obispo con flores que no se daban en esa parte del año, y nos sorprende una vez más Dios dejando la imagen de la Virgen en el ayate del pobre de Juan Diego. Juan Diego, el que decía que era cola, escalerilla, petate, de pie y, en su pecho, la imagen de la madre de Dios. El Obispo contemplando ese hecho, discierne: esto es obra de Dios, esto no es obra humana. Dios está interviniendo de una manera inesperada, y por eso se arrodilla y dice: Pide la casita sagrada para mostrarlo precisamente a Él, que es mi auxilio, que es mi defensa, a Él que es el consuelo. ¿Quién es él? Su hijo Jesús. Para que conozcamos a Jesús, para que Jesús ocupe nuestra vida, ocupe nuestra familia, ocupe nuestro trabajo. Ocupe todos nuestros espacios. La casita sagrada, que se da, los que conocemos desde el principio las pequeñas capillas que Juan Diego mismo fue como el sacristán hasta la gran basílica que hoy tenemos, y que se han multiplicado por todo México y por todo el mundo. Hasta en la Antártica hay una capilla de la Virgen de Guadalupe, para mostrarlo a Él, a Jesús.

Por eso el gran homenaje que la Virgen María espera de nosotros es que, mirándola a ella, lleguemos a Jesús. Perfecta discípula de su hijo, perfectos discípulos nosotros. Eso espera la Virgen María para seguirlo conociendo a Él, para que por su medio nos alcance el auxilio y la defensa, el consuelo y la misericordia de que todos estamos necesitados.

Por eso hoy pidamos a Juan Diego que él que es santo y está en el cielo, que interceda por nosotros para que seamos también los embajadores. Hoy necesitamos que se multipliquen los embajadores, porque a Juan Diego después el Obispo lo reconoce.

Así surge México

Y por ese testimonio de Juan Diego se multiplican los que quieren bautizarse, y ahí surge México. El verdadero nacimiento de México es el 12 de diciembre de 1531. Allá empezó México y se multiplicaron los hijos de Dios en esta tierra. Y entonces ahora sí, se arraigó el cristianismo.

Que Dios nos conserve ese deseo de seguir honrando a la Santísima Virgen María de Guadalupe como aquella que es madre de todos, y que nos quiere llevar a su hijo Jesús para que sigamos siendo la familia que Dios quiere. Y que seamos embajadores todos muy dignos, con grandes experiencias de Dios. Que nunca nos abandone, que siempre está con nosotros y que por eso nos invita a seguir profundizando. La oración de hoy nos dice: Concédenos por su intercesión profundizar en nuestra fe. Cada 12 de diciembre, cada vez que acudamos a la Eucaristía, cada vez que acudamos a la Iglesia, profundizar en la fe. Y pidamos por nuestra Patria, que tanto necesita de Dios, que tanto necesita de buenas noticias, que tanto necesita del Evangelio, que es la buena noticia que puede traer el progreso como dice la oración del 12 de diciembre: por caminos de justicia y de paz, lo que está necesitando México es progresar, pero no de cualquier modo, sino en caminos de justicia y de paz. Pidámosle a Santa María de Guadalupe para que nos alcance esas gracias que necesita nuestro país. Que así sea.

(Roberto López Méndez)