Yucatán

Opera todavía en Yucatán la mafia del poder, pero hay que derrotarla

Roberto López Méndez

Al pueblo yucateco le ha tocado descubrir hoy que la mafia del poder a la que venció Andrés Manuel López Obrador en la lucha por la presidencia de la república, todavía opera en nuestro estado, y actúa con la misma premeditación, alevosía y ventaja con que operaba a nivel nacional.

No es una afirmación gratuita, porque cuando veo las determinaciones que toma el jefe del Ejecutivo estatal, Mauricio Vila, me pregunto: ¿En qué es experto el gobernador? ¿En leyes? Puede ser. ¿En negocios? Nadie lo duda, pero, ¿en seguridad, será que es experto? Desde luego que no. Cuando Vila nos habla de cámaras de seguridad y de arcos detectores para garantizar la seguridad en calles y carreteras nos está hablando desde el punto de vista de los que venden esos accesorios, de los que hacen grandes negocios con ellos, y también desde el punto de vista del 5% más rico de la población local que tiene grandes fortunas acumuladas y quiere cuidarlas sin que le cueste, pero no nos está hablando desde el punto de vista del pueblo pobre que es la mayoría, y eso tiene una explicación: Vila, como gobernante neoliberal que es, no escucha al pueblo, solamente escucha a sus amigos económicamente poderosos y a consejeros que sólo están para hacer grandes negocios.

Acumular capitales, la única prioridad

Podemos decir a su favor que no es su culpa. Los votantes eligieron a un empresario, es decir, a un hombre acostumbrado a acumular dinero, no a una persona dispuesta a pensar en el bien de todos.

Y no estamos inventando, nuestra afirmación está documentada: el pasado 7 de septiembre, en una nota publicada en estas mismas páginas, la Dra. Fátima Flores Palacios, del Cephcis, denunciaba que en Celestún, a pesar de que hay grandes recursos naturales como la pesca, como el turismo, entre el 75 y el 80% de la población vive en una alta marginalidad: hay muchísima pobreza, enfermedades, no hay suficiente atención médica, la falta de saneamiento es atroz, y los niños y las niñas tienen que caminar entre lodazales contaminados y se enferman continuamente.

Además, la doctora explicaba la razón de esa realidad social que es una desgracia: La política pública está orientada a la acumulación de capitales, no al bienestar del pueblo.

Y esa orientación no es nueva, porque varios de los gobiernos estatales anteriores actuaron igual: beneficiando a sus amigos más ricos, tapando con malos parches la corrupción de sus antecesores, y robándose todo lo que pudieron. Esa es la desgracia de Yucatán, que tenemos una clase política demasiado voraz, una clase política que ha fracasado totalmente en lo más importante, que debiera ser elevar el nivel de vida de la población.

Según las estadísticas oficiales hay 900 mil yucatecos en la pobreza, y más de 400 mil de ellos no tienen recursos suficientes para comer tres veces al día.

No hay políticos pobres

Pero esas son estadísticas maquilladas. La verdad es que hay casi dos millones de pobres a los que no les alcanza ni para lo indispensable. Sin embargo no hay políticos pobres, ni funcionarios de gobierno pobres. Al menos yo no conozco ninguno. Cualquiera que quisiera buscar un político pobre, o un funcionario de gobierno pobre en Yucatán, fracasaría. Todos viven en casotas, muchos de ellos en verdaderos palacios, además envían a sus hijos a los colegios más caros y se transportan en vehículos de súper lujo. De hecho, los políticos –y los funcionarios- de Yucatán son una verdadera casta –de ánimas y de zombis- enriquecida como las otras con el trabajo del pueblo. ¿Cómo puede ser que en un estado con tanta gente pobre suceda esto? Sucede porque la política se ha desvirtuado y se ha envilecido. Sucede porque los políticos se alejaron del ideal de mejorar la vida del pueblo y con su mal proceder incrementaron la desigualdad. Y por eso el fracaso de la casta política es estrepitoso. Ese festival de ánimas y zombis que se hace cada año con motivo de los fieles difuntos lo escenifican ellos, los integrantes de esa casta, todos los días, porque son verdaderos cadáveres políticos ambulantes: sin ideales, sin preocupación por elevar la calidad de vida de la gente, sin urgencia por acabar con la necesidad y la pobreza, sin pasión por el verdadero bien de los demás. Muy al contrario, ahora quieren empobrecer, arruinar más a los yucatecos con los nuevos impuestos y derechos. De hecho el único éxito de la clase política yucateca es el enriquecimiento personal.

No es casual que Yucatán tenga el municipio más pobre de América Latina que es Tahdziu, ni que los más pobres de los pobres sean los niños y las niñas de nuestro estado, con índices de desnutrición que se asemejan a los de Haití y Bolivia.

Como tampoco es casual que haya 500 mil maya-yucatecos en los Estados Unidos porque la casta política nunca tuvo la estatura necesaria para construir un estado con oportunidades de desarrollo para todos. De hecho, después de Felipe Carrillo Puerto, y de Víctor Cervera, no hemos tenido estadistas, sino gente que vela por sus propios intereses, no por los de los demás. Y es lo que pasa con el gobierno de Vila, que no habla ni actúa como lo haría un gobierno que represente a todos los sectores de la sociedad, porque para él los pobres, la mayoría, no tienen derecho a opinar, y si lo hacen, no los escucha.

-¿Y los diputados que lo acompañan en la triste y canalla aventura de aprobar más impuestos, en qué son expertos? ¿Lo son en turismo? ¿Lo son en seguridad? Desde luego que no. Pero en lo que sí son expertos, como lo están demostrando, es en darle la espalda al pueblo que los eligió, pueblo noble, bueno y tranquilo, porque en otra entidad donde abunde la gente de sangre caliente, después de la insultante traición que cometieron tendrían que andar en vehículos blindados y con guardaespaldas, o tendrían que exiliarse.

Tres tipos de ceguera

En días pasados Monseñor Manuel Vargas Góngora comentó, durante una misa en Santa Lucía dedicada a los invidentes, que hay dos tipos de ceguera: la física, y la espiritual. Hay sin embargo otra más y no menos importante: la ceguera política de los que no ven ni entienden que el país ya cambió, que los controles acostumbrados se rompieron, que la mafia del poder fue derrotada, y que será perseguida, arrinconada y destruida en cualquier lugar o entidad donde pretenda atrincherarse. Y no tendrá que hacerlo AMLO, lo podemos hacer los yucatecos. Bastará con que en las dos próximas elecciones, la del 21 y la del 24, votemos por Morena y sus candidatos, pero los de izquierda, porque los demás no garantizan la congruencia, como lo pudimos ver con los dos diputados de Morena que traicionando a su propio partido y al pueblo de Yucatán vendieron –una vez más- su voto en el Congreso estatal.

Verdadera esperanza

Morena es el único partido que ha demostrado congruencia para oponerse de manera radical a la mafia del poder. Lo demostró incluso al marchar con su presidente estatal, Mario Mex Albornoz, del parque de Mejorada, donde está su sede, al Palacio de Gobierno. Y allá dijo lo que sentimos todos: que esos impuestos y derechos son un abuso, y que no se deben legalizar.

Si finalmente se aprueban los descabellados impuestos para los hoteleros, el injusto, inhumano y arbitrario cobro para la seguridad, y el cobro por el totalmente innecesario reemplacamiento, podemos estar seguros de que en la próxima elección Morena acabará de manera definitiva y para siempre con todos esos abusos, cancelará esos impuestos y derechos, y el pueblo yucateco volverá a vivir y a respirar tranquilo.