Yucatán

Esperanza de un cristiano va más allá de la muerte

Durante esta semana que termina hemos tenido dos grandes fiestas marianas: la Inmaculada Concepción, que pasó del domingo al lunes, y la gran fiesta guadalupana. Estas fiestas no nos distraen del tiempo de Adviento porque María como persona encarnó todas las esperanzas del pueblo de Israel; María encarnó la buena nueva para las futuras generaciones; nadie como ella esperó al Señor y lo recibió en su corazón primero y también por eso nadie como ella esperó al Mesías en el silencio de su corazón, en el secreto de su vientre, dijo ayer el Arzobispo de Yucatán Gustavo Rodríguez Vega.

Añadió que todavía falta el día 18 de diciembre, una fiesta ya más discreta que es la fiesta de Nuestra Señora de la Expectación y que en algunos lugares recibe otro título, pero es María esperando a su hijo.

—En el evangelio de hoy vemos a Juan Bautista en la cárcel que oye cosas sobre Jesús y pide a dos de sus discípulos que vayan y le pregunten: ¿Eres tú el que ha de venir o hemos de esperar a otro? Los antiguos comentaristas de este pasaje bíblico evangélico dicen que seguramente Juan no tenía dudas de que Jesús fuera el Mesías, él lo bautizó, él lo presentó como el cordero de Dios.

Más bien, quería que sus discípulos se hicieran discípulos de Jesús y vieran por sí mismos lo que estaba sucediendo, aunque, yo no dudo que humanamente a Juan le hacía falta escuchar un testimonio cercano directo de sus discípulos; los presos, los reclusos, forman noticias que escuchen de aquí y de allá; les viene muy bien que alguien de su confianza, familiares o amigos les platiquen, los familiares y amigos se convierten en los ojos, en los oídos, en los sentidos de los presos que los ayudan a ver y oír más allá de las paredes de un reclusorio; sacerdotes, religiosas, seminaristas y laicos que van a visitar a los presos como apostolado, realmente hacen un apostolado muy singular, muy valioso, especialmente en este tiempo de la Navidad, dijo.

—¿Qué les responde Jesús? Vayan y díganle a Juan lo que decía en la primera lectura, lo que durante siglos habían anunciado los profetas, ahora se cumple: los ciegos ven, los sordos oyen, los paralíticos caminan, los leprosos son curados, pero también los pobres son evangelizados, los muertos resucitan. “Dichoso el que no se siente defraudado por mí”, pero, ¿Quién se siente defraudado de Jesús? El que espera lo que no debe esperar, el que exige ciertas cosas de parte de Jesús.

—Judas se sintió defraudado, dice el Evangelio de San Juan, pues como él era el tesorero, el encargado de la bolsa, robaba de ahí, pero no le parecía suficiente; él quería de Jesús un proyecto distinto, un reino distinto, mucho dinero; viendo que Jesús iba continuar en la pobreza, quiso sacar la última ganancia vendiéndolo; se sintió defraudado de Jesús y hoy en día, todavía hay mucha gente que se siente defraudada de Jesús porque no puede obtener de él todo lo que quisiera, porque más bien en su camino siguiendo a Jesús va encontrando cruces, dificultades, sufrimientos, pero dichoso el que no se sienta defraudado de él (de Jesús) y quien no se siente defraudado de él, es quien pone su esperanza donde debe ponerla: La esperanza de un cristiano va más allá de la muerte, allá tendremos la plenitud del amor de Dios y, por eso, lo que aquí recibimos ya es ganancia. Tengo esto, ¡Bendito sea Dios”, No tengo aquello, ¡Bendito sea Dios! Con esa paz y libertad de espíritu que hace ser consciente de tenerlo todo, porque tengo a Dios en mi corazón y de esperarlo todo porque sé que después de la muerte viene lo mejor cuando pueda encontrarme con el Señor.

Esperanza, no como algunos piensan, esa seguridad de que me tiene que ir bien; eso no es esperanza; es que yo decreto que me vaya bien, esa no es esperanza; el Señor sabrá lo que quiera conceder porque lo quiere conceder y lo que no permita, él sabrá por qué no lo permite; nuestra esperanza debe ser más allá de la muerte y más allá de hacer decretos personales.

Después, Jesús exalta la figura de Juan, tan pobre, tan humilde, porque lo van a ver al desierto, lo van a ver porque es un profeta y Jesús dice más todavía: “Entre los nacidos de mujer no hay uno más grande que Juan”; gran elogio de parte de Jesús, pero luego dice; sin embargo, el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él; pero quién es el más pequeño en el reino de los cielos; tenemos que volver la mirada a María, que en su cántico dice: “Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava y ha mirado su pequeñez; por otra parte, es también cualquiera que se lo proponga, cualquier discípulo de Jesús que escoja entrar al reino de los cielos por el camino de la humildad.

Este domingo se llama Domingo de Gaudete (alégrense), por eso se ha encendido la vela color de rosa; por eso, quizás en algunos templos vean sacerdotes que traigan la casulla color de rosa, motivo que significa alegría, porque la esperanza cristiana trae alegría; fíjense en la primera lectura, cuántas veces sale la palabra alegrarse, llenarse de gozo y también dice la esperanza de la virgen María: se alegra mi espíritu en Dios mi salvador.

Pacientes esperemos como los labradores, agricultores que ponen por ejemplo, el apóstol Santiago, pero una vida cristiana auténtica siempre es alegre, gozosa, pase lo que pase, tenga lo que tenga o deje de tener, lo que deje de tener, concluyó.

(Víctor Lara Martínez)